Todos vivimos bajo creencias las cuales pueden ser tan fundamentales que definen nuestro rumbo y nuestro comportamiento sin que nos percatemos de ello, haciéndonos actuar de una u otra forma. Para conseguir empleo, hay creencias que dificultan conseguirlo y otras facilitan esa consecución.
Entre las creencias que dificultan conseguir un empleo, está la de creer que es el gobierno el que nos debe conseguir empleo. Esta creencia está arraigada en muchas personas porque los candidatos políticos les prometen que les van a conseguir empleo. Quienes creen lo anterior, son cómplices, porque no quieren tomar la responsabilidad de su vida y prefieren vivir atenidos a que otros les resuelvan sus problemas y ello evita que estas personas se trabajen a sí mismos y en sí mismos para decidir a qué quehaceres dedicarse y a desarrollar sus conocimientos y habilidades para luego conseguir un empleo en donde cada día puedan lograr más.
Otra creencia muy común es no poner atención a los "pequeños detalles", como, por ejemplo, escribir con "poquitos" errores de ortografía sin darse cuenta que muchas solicitudes de empleo son rechazadas por esos pequeños errores porque ello indica, que la persona en cuestión no presta atención a los detalles e ignora que en la mayoría de los trabajos, los detalles son muy importantes.
Un pelo en la sopa, una manchita en el reporte, una pequeña rasgadura en el empaque, la etiqueta colocada un poco desalineada, una grasera que no tiene aceite, un raspón en el mueble, un grado de más o de menos en la temperatura del proceso. Entonces, para conseguir empleo es necesario creer y estar convencidos de que los detalles forman parte esencial de la tarea y que debemos cuidarlos.
Otra creencia equivocada es creer que una vez que terminamos la carrera universitaria, o la maestría o incluso el doctorado, ya no es necesario continuar estudiando. Esta creencia es muy dañina y nos conviene cambiarla por la creencia de que toda la vida consiste en seguir aprendiendo, de todo, de la vida misma, del trabajo, de los cursos, las lecturas, los libros, de las personas que saben más que nosotros.
Los padres de familia deberían dedicar tiempo a leer en casa a diario, aunque sea un poco, para que los niños y jóvenes adolescentes observen que leer y estudiar es nuestro alimento mental y espiritual y que la vida se expande al conocer libros de aventuras, de poesía, de obras de teatro, de libros de cocina, de ingeniería, de animales, de bosques, de ecología, de matemáticas y sobre todo de historia.
Otra creencia que frena mucho para conseguir empleo es, considerarnos personas locales y diurnas. Va a ser más fácil conseguir empleo si estamos dispuestos a vivir en cualquier lugar del país o en el extranjero. Si pensamos que estamos hechos para trabajar solamente de día, esta creencia nos va a estorbar. En los turnos mixtos, y más aún en los nocturnos, se aprende mucho y esa experiencia nos deja también mucho. Por lo general en esos turnos existe más camaradería y las personas de experiencia están más dispuestas a ayudar a los novatos y a quienes saben menos; en esos turnos hay menos politiquería y se manifiesta en mayor medida el trabajo en equipo. Mi primer año de trabajo profesional, en una acería, fue en el turno nocturno, de las 22:00 a las 06:00hrs., descansando los jueves. Posteriormente laboré dos años rolando turnos diurno mixto y nocturno cada semana.
Algunos creen que si se trabaja en una empresa grande, se tiene más seguro el empleo. Pues eso no es cierto, lo seguro o inseguro del empleo depende de cada uno de nosotros, de hacer nuestro trabajo cada día más aportante y de lo que estemos aprendiendo cada día para enriquecer lo que sabemos hacer. Nosotros somos los que siendo verdaderamente útiles, le damos seguridad a nuestro trabajo.
Si creemos y estamos convencidos de que pertenecer al promedio profesional es bueno, pues eso también dificultará conseguir empleo. Pareciera que la producción de profesionistas mediocres en México va en aumento. Hay mucha gente que se siente muy reconfortada y hasta contenta porque sabe y hace profesionalmente lo que el promedio de los de su profesión saben o hacen. En nuestro mundo competitivo el sentimiento grupal de saber y hacer lo que más o menos saben y hacen los demás de la región, es un sentimiento profesionalmente fatal.
En nuestras universidades los jóvenes se entrenan para no reprobar las asignaturas y a aprobar las materias, aunque sea "raspando". En los últimos veinte años he sido testigo de muchos profesores que se vuelven misericordiosos con sus alumnos y los pasan, cuando los deberían de reprobar. Piensan que si un estudiante saca una calificación promedio con respecto a los demás, entonces va bien. Había un maestro que decía "yo no los repruebo, que los repruebe la vida". Ir con el montón se considera un buen logro.
En esta escala de valores vemos que en el mundo universitario, sacar más o menos el promedio de los demás, es muy bueno y todos, padres y maestros contentos con el muchacho quién a su vez se siente salvado porque anda "en el promedio". El promedio es la expresión de la mediocridad.
Pensamos que somos muy buenos si logramos trabajar a velocidad promedio, si gastamos el promedio de la energía que gastan los demás, si nuestra calidad es la esperada por un cliente promedio, si nuestros índices de rotación son dentro del promedio en la región, si los accidentes son el promedio de la industria, etc.
Si quienes trabajan en una empresa son mediocres, harán mediocridades y no hay más que dos sopas: O la empresa paga sueldos muy bajos, o pronto sucumbirá ante la competencia internacional.
Si el lector considera que no es mediocre y está en busca de trabajo, debe sacudirse estas creencias y darse una "limpia" mental para quitárselas y además, preguntarse qué sabe hacer por encima del promedio internacional de un profesionista como él en cualquier parte del mundo. Si no lo sabe, es muy probable que sea un mediocre y desafortunadamente, tendrá serias dificultades para conseguir empleo.