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Crisis de confianza

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE

Luis Videgaray finalmente lo admite porque las circunstancias lo obligan y la presión es creciente. En la habitación hay un enorme elefante blanco, tan, pero tan grande, que imposibilita que los mexicanos nos fijemos en otra cosa.

El elefante funge como símil del nivel de desconfianza al que hemos llegado con la clase política y a la administración pública.

El problema de confianza que persigue y no le da tregua al Gobierno Federal, a eso hizo alusión el secretario de Hacienda y hasta resultó cándido en sus aseveraciones. Sorprende la franqueza -desde aquí aplaudo- en el marco de una administración poco proclive a recular, a la admisión de culpa y elusiva a la hora de aceptar sus yerros.

En entrevista con el diario The Financial Times, quizá con la intención de recomponer un poco de la confianza rota en los inversionistas y en la comunidad internacional, Videgaray admite que no hay reforma que valga, sean diez o cincuenta, cuando se gesta tal crisis de confianza en la población.

Tiene la boca llena de razón el secretario: no hay reforma que haga chuza, ni en la percepción del ciudadano de a pie y menos del inversionista extranjero, quien está consciente de la corrupción a la que tendrá que enfrentarse si quiere venir a México.

¿Llegan demasiado tarde las declaraciones de Videgaray? ¿Son francas o coincidentes con los tiempos electorales y el afán de que el partido gobernante triunfe en las urnas? Vaya usted a saber, querido lector, pero el secretario habló fuerte con el periódico que alguna vez, en pleno "mexican moment", lo premiara como "ministro de finanzas del año".

"No sólo se trata de reformar, reformar, reformar", expresó Videgaray al rotativo. "Necesitamos abordar lo que realmente importa a la sociedad mexicana, que es no (sólo) la corrupción y la transparencia. Va más lejos: tiene que ver con la confianza", sentenció.

Tiene razón el secretario de Hacienda pero, desgraciadamente, mientras el grupo de poder siga protegiendo las espaldas de los unos y los otros, restituir la confianza, por lo menos en lo que a este sexenio respecta, será muy difícil. Ya lo dijo el presidente Peña, resignado y solito se clavó la espada de Damocles: "La corrupción es un fenómeno cultural". Cierto, ni empezó con Peña ni termina con él, ni es exclusiva de los políticos. La corrupción somos, en mayor o menor grado, cada uno de nosotros.

Sin embargo, si el Gobierno quiere recuperar algo del trecho perdido y el capital político extraviado, bien haría en comenzar por barrer la propia casa. ¿Y si en vez de designar a Virgilio Andrade con bombo y platillo, la bancada priista, por ejemplo, le metiera las pilas al sistema nacional anticorrupción?

Porque ahorita, te recuerdo estimado lector, el tema se encuentra atorado en comisiones del Senado de la República y al PRI, así como que muchas ganas de que pase el proyecto sin moches, nomás no se le ve…

En algo coinciden todos los políticos: hay una crisis de confianza, porque los niveles de corrupción que observa el país han llegado a niveles nunca antes vistos. A robar y a robar que el mundo se va a acabar: así se estila ahora, pero de ahí a que se pretendan atajar y resolver, eso es otra cosa muy distinta. ¿Creerle a Luis Videgaray? Mire usted, no es personal, pero producto de la misma desconfianza de la que habla el secretario, creer en sus dichos es muy difícil. Vamos, en los suyos o en los de cualquiera que se desempeñe en la administración pública. Se lo tienen bien ganado. Reitero, no es asunto personal, es que nos han mentido demasiadas veces y la mitomanía no es una condición que se cure fácilmente.

Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas: @patoloquasto

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