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CRÓNICA GOMEZPALATINA

Kingo Nonaka, el japonés que participó en la toma de La Laguna

Kingo Nonaka como enfermero en Ciudad Juárez.

Kingo Nonaka como enfermero en Ciudad Juárez.

MANUEL RAMÍREZ LÓPEZ, CRONISTA OFICIAL DE GÓMEZ PALACIO

PRIMERA PARTE. En la historia de México, hemos conocido, a través de los años, la participación de las figuras principales que encabezaron las jornadas bélicas, a quienes les atribuimos el protagonismo máximo de todas las acciones militares y políticas acontecidas en esas trágicas etapas, dejando en un segundo término la participación de miles de héroes anónimos que hicieron posibles las hazañas, triunfos y derrotas de la lucha armada. La existencia de esos personajes, vitales en tales acontecimientos, influyó de forma determinante en los sucesos que llenaron de gloria grandes páginas de nuestra historia.

Imposible olvidar que durante la Guerra de Independencia, el español Francisco Javier Mina tuvo una participación que resultó determinante; también a los irlandeses del Batallón de San Patricio, que combatieron por México durante la injusta guerra de intervención de los yanquis; igualmente, a los Negros Mascogos, afrodescendientes, y a los indígenas Kikapú, ambos asentados actualmente en el estado de Coahuila, mismos que apoyaron la causa juarista; o al general italiano Guiseppe Garibaldi, mejor conocido como Peppino Garibaldi, que apoyó la revolución maderista, y a tantos otros que han sido solidarios con nuestra Patria.

Uno de esos personajes, que no tuvo un historiador o biógrafo a su lado, pero si la prudencia de llevar el registro de su vida en un diario, fue Kingo Nonaka, nacido en la prefectura de Fukuoka, en Japón, el 2 de noviembre de 1889, siendo hijo de Bunsishi y Tasuyo Nonaka, lugar donde estudiaba y laboraba en la agricultura, además de dedicarse al buceo profundo para poder conseguir empleo en una empresa que cultivaba perlas. A los 16 años, decidió marchar como inmigrante, llegando a México en 1906. La reconstrucción de su vida, se logró gracias a Genaro Nonaka García, hijo único vivo de Kingo, de una familia de cinco hermanos, quien se dedicó a organizar los escritos de su padre para presentarlos como compilación en el libro "Kingo Nonaka, Andanzas revolucionarias". Así tuvimos la fortuna de conocer, hace algunas semanas y de propia voz de Genaro, los mencionados textos, durante su presentación en el Archivo Histórico "Eduardo Guerra", de la ciudad de Torreón, Coahuila.

Genaro mencionó que su padre, después de estar en Salina Cruz, Oaxaca, se trasladó a Estados Unidos y luego a Ciudad Juárez, realizando una penosa caminata de tres meses por las vías del tren. En este sitio, solo, sucio y hambriento, fue visto por la señora Bibiana Cardón, quien generosamente lo adoptó y le dio alojamiento y educación, enseñándole el español y lo bautizó con el nombre de José Genaro, dándole empleo en un almacén de semillas y forrajes. Luego se dedico a laborar como enfermero en el hospital civil, donde su madrina Bibiana era jefa de enfermeras, en el cual desarrolló un proceso de aprendizaje de varios años. Al estallar el movimiento revolucionario, Nonaka decide visitar en Viejo Casas Grandes a su compadre Ricardo Nakamura, y ya estando en su domicilio se inició una batalla entre federales y revolucionarios, llegando posteriormente a la casa unas personas que llevaban un herido de la mano derecha, sangrando abundantemente, y preguntando si contaban con alcohol o petróleo para una curación emergente. Kingo se ofreció a curarlo, diciéndoles que era enfermero diplomado. Al terminar el herido intentó pagarle diez dólares, negándose a aceptarlo, por lo que el personaje le dijo "Tome el dinero, y además, usted, doctor, se viene con nosotros, y será nuestro médico, así es que póngase su saco y su sombrero, y vámonos". De esa manera fue su ingreso al movimiento revolucionario maderista. Este suceso, que quedó registrado en la histórica foto en que aparece Madero herido y vendado, fechada el 6 de marzo de 1911, corresponde a las curaciones que le hizo Nonaka.

Después de la derrota de Casas Grandes, Madero estableció su cuartel general en un rancho distante 7 kilómetros de ese lugar, sumándose Pascual Orozco y cientos de simpatizantes, preparándose para tomar de manera triunfal Ciudad Juárez, del 8 al 10 de mayo de 1911, batalla en la que Nonaka participó por única vez como soldado y como médico. Después de esa victoria y tras la renuncia de Porfirio Díaz, Nonaka recibió de manos de Francisco I. Madero el nombramiento como Jefe del Personal de Enfermeros. Esta sería la última vez que vio en persona a Francisco I. Madero. Durante ese acto, conoció al general lerdense, Máximo García Contreras, que fungía como jefe del hospital militar de esa ciudad, quien le ordenó seleccionar a los mejores dos doctores, enfermeros y ayudantes, partiendo rumbo a Chihuahua, donde casualmente le tocó atender en la estación Carrizalillo, a dos heridos, que aun siendo enemigos, fueron curados por Nonaka, en un acto humanitario, lo que tuvo como resultado que ambos se dieran de alta en el ejército revolucionario.

Sería en Chihuahua, donde fue presentado formalmente por el general Máximo García al coronel Francisco Villa, quien lo mantendría a su lado como gente de su entera confianza, acompañándolo muy de cerca en los combates, como cabeza de las brigadas médicas encargadas de atender a los miles de heridos provocados por las refriegas con el enemigo.

Durante la primera toma de La Laguna, en 1913, Kingo Nonaka arribó como parte de las tropas revolucionarias y le tocó participar en la reunión celebrada el 29 de septiembre de 1913, en la hacienda de La Loma, lugar donde se constituyó la poderosa División del Norte y en la cual fue elegido el general Francisco Villa como jefe de la misma. Además, participaría en los diversos encuentros que se llevaron a cabo en región Lagunera, en su condición de médico y coordinador del Batallón de Sanidad del Ejército Constitucionalista, y con su numeroso equipo de médicos, enfermeras y abundantes recursos materiales, facilitó la atención inmediata a los combatientes de la División en las batallas de La Laguna, particularmente en Gómez Palacio, Lerdo y Torreón.

Después de esta primera conquista de La Laguna, Francisco Villa regresó a Chihuahua, con el fin de tomar Ojinaga. El 11 de enero de 1914 se libró la batalla que acabaría con el último reducto federal en ese estado. Aquí es pertinente recordar la famosa fotografía tomada en Ojinaga, y que por mucho tiempo se vinculara a la toma de Torreón, en la cual el general Villa encabeza a sus tropas, montado y sujetando las riendas de su caballo con la mano derecha, como consecuencia, según algunos expertos, de haberse invertido el negativo de dicha foto, que en los hechos, le dificultaría poder sacar su arma, ya que él era diestro. En esa histórica fotografía aparece a la derecha una carreta que funcionaba como ambulancia de los servicios médicos del caudillo y que siempre ha pasado desapercibida para los investigadores de esas cruentas batallas. Quien conducía esa carreta, era precisamente el doctor José Genaro Kingo Nonaka, quien no se separaba durante los combates del jefe de las fuerzas revolucionarias.

Después del contundente triunfo de las tropas constitucionalistas en La Laguna, Paredón y Saltillo, en 1914, que fue la antesala de la toma de Zacatecas, en junio de ese año, donde pulverizaron al ejército del espurio chacal Victoriano Huerta, el general Francisco Villa, llamó a Nonaka para comunicarle que había más de dos mil heridos de las batallas, por lo que había destinado dos trenes sanitarios para trasladarlos a Ciudad Juárez para su atención, por lo cual lo designaba como jefe principal de esa operación, ordenando al general lerdense Máximo García que le extendiera la carta-nombramiento dirigida al general Manuel Ochoa, jefe del cuartel general en esa frontera, quien había recibido abundantes recursos monetarios para levantar un hospital de grandes dimensiones para alojar a semejante cantidad de heridos y personal.

A la llegada de los trenes que partieron de La Laguna, Nonaka se encontró con la sorpresa de que no había nadie para recibirlos, y el general Ochoa ni siquiera estaba enterado, pero al ver el nombramiento del médico Nonaka, dispuso de inmediato la compra de provisiones, utensilios para la preparación de alimentos, estufas, camas, sábanas y medicamentos, acondicionando locales para poder atender a tres mil personas, mientras se terminaba el Hospital Militar "Jesús Carranza", ubicado en las instalaciones del antiguo Colegio de Agricultura "Hermanos Escobar", confiscado para tal objeto.

En 1916, Kingo vería por última vez al general Francisco Villa, cuando éste lo citó en la estación de Nuevo Casas Grandes, a donde se presentó acompañado de su esposa, Petra García de Nonaka, que era enfermera. Ahí recibió la encomienda de atender a 64 heridos que se encontraban en el sótano de la iglesia de San Buenaventura, Chih., y Villa le comunicó que había entregado diez mil pesos en monedas de oro al cura de esa iglesia, para que fueran utilizados en la atención de la contingencia. Mientras, el Centauro se alejaría, escapando de las tropas del general Pershing, después del ataque a Columbus, pidiéndole que por ningún motivo entregara los heridos a los americanos. Pero una tarde, la iglesia apareció cerrada, sin heridos y sin el sacerdote. Nonaka concluyó que el cura entregó los heridos a los yanquis y huyó a los Estados Unidos con los citados diez mil pesos, sin que se volviera a saber de él ni de ellos, regresando Kingo a su hospital en Ciudad Juárez. Continuará. ramlom28@hotmail.com

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