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De emociones y mercados

FEDERICO REYES HEROLES

Desaire. Pero si 39 empresas pagaron por entrar, entre ellas algunas de las más grandes, 34 calificaron y 9 subastaron. ¿Desaire? Ridículo, dicen otros. Fracaso, vociferan. Pero hay otra lectura: fin al monopolio petrolero, la primera licitación en el área en casi ocho décadas. El petróleo en México sigue teniendo una enorme carga emocional. Los fantasmas merodean.

Las naciones son un conjunto de leyes, instituciones y emociones sujetas a la ceguera y manipulación. No sólo es un asunto de países pobres y sin educación. Trump convoca a asumir actitudes que lindan en el racismo en la mayor potencia del mundo. Las migraciones encienden a media Europa. Los movimientos nacionalistas radicales o separatistas sublevan una fría racionalidad. Poderosas corrientes subterráneas ahogan a las razones. En México, el maíz, los indígenas y el petróleo -entre otros-, desatan tempestades.

El argumento de la Reforma Energética como entrega incondicional se derrumba. Pemex conserva muchas preferencias, algunos dirán, privilegios de origen sobre el 83 % de las áreas. Pero los límites financieros son reales, Pemex no contó con recursos para participar en esta primera puja. El estado mexicano, que también está en aprietos, no tuvo que poner un peso para propiciar la explotación racional de esos recursos que duermen en el subsuelo. Y, sin embargo, el gobierno se llevará una proporción enorme de las ganancias que, además, crece con el éxito de los hallazgos. El estado es socio en las buenas, pero no en las malas. Con todo y que el porcentaje de asignación está por debajo de lo esperado, se calcula que habrá 2600 mdd de inversión, dineros que generarán empleos y actividad económica.

Que lo deseable era diez veces más, sí. Pero seamos realistas: los petroprecios vuelan bajo y las compañías, incluso las muy grandes, andan con los velámenes semivacíos. Calificar la Reforma Energética por los resultados de esta primera puja es descabellado. Se trata del 1.5 % de los recursos que irán al mercado de aquí al 2019. Veremos muchas historias más. El mundo sigue girando. ¿Cómo hubiera sido esta primera puja con el barril a 80, 90 o 100 dólares? No lo sabemos, pero distinta, de seguro. Vayamos a la incongruencia de las emociones.

Las oscilaciones en este tipo de ejercicios son enormes, van del 3 % al 50 %. Supongamos que se hubieran asignado el 50 % de los yacimientos. El reclamo en automático hubiera sido "vendepatrias", "regalaron nuestro petróleo". Acaso dirían: fue un éxito. ¿Cuál es el porcentaje correcto para el mundo emocional? En la misma línea de razonamiento deberíamos decir que la oferta mexicana no fue atractiva, quizá Hacienda fijó altas las condiciones fiscales. Quizá Energía estableció requisitos muy severos. Entonces, ¿se les pasó la mano de nacionalistas? Pero si son los mismos actores que hicieron la Reforma Energética, los traidores del nacionalismo. Los "vendepatrias" no supieron vender. Algo no cuadra. O quizá, con todo y las urgencias fiscales no quisieron malbaratar el petrolero, como afirmó el secretario de Energía horas antes de la puja.

Si nos vamos por las emociones, nuestro petróleo simplemente no tiene precio, ni ahora ni nunca. Para ese tesoro no hay mercado. Nos lo dio la providencia para guardarlo lo más posible, aunque haya millones de miserables en nuestro país y el futuro del "oro negro" sea incierto. El mundo gira hacia las energías alternativas y nuevas tecnologías. Aún así, para las emociones, México debe conservarlo enterrado: primero va el petróleo que los pobres. Las emociones parten del supuesto de que los voraces capitalistas, con pozos petroleros como colmillos de Drácula, han estado siempre al acecho de nuestro tesoro. Y entonces, ¿por qué no se lanzaron a devorarnos? De nuevo, algo no cuadra. El petróleo es un producto no renovable que está en un mercado muy volátil y complejo. Todos los días se analizan las múltiples opciones que van surgiendo. Es una mercancía. Ese es nuestro aprendizaje.

Desaire, fracaso y decepción, pero, lo más importante, no lo vemos. Fuimos a un concurso internacional observado por todo el mundo a través de un proceso complicado por transparente. La transparencia es compleja y puede haber aportaciones heurísticas, invenciones, es el caso. Quizá la puja también fue una prueba para calar al estado mexicano en un rubro nuevo. Una semana después no ha habido reclamos por falta de transparencia. La integridad de las empresas es harina de otro costal. Pero el logro está ahí: México, con una pésima fama pública en lo que a corrupción se refiere, fue capaz de ponerse en el centro de los reflectores y salir sin mácula. Esta puja pasará a la historia por terminar con el anquilosado estatismo y haber sido transparente. Lo demás se llama mercado.

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