Soledad. Carolina ve en lontananza dentro de La Casa de Medio Camino, donde intenta construir su vida.
Desde que nació, la tragedia la persigue y aunque la alcanzó en varias ocasiones, jamás ha podido derrotarla. Su pequeño y sonriente rostro, que comenzó a dejar la niñez, transmite serenidad y una confianza increíble.
A los dos años de edad, sus padres biológicos la abandonaron con sus vecinos; su nueva mamá murió cuando tenía siete años y acabó en las manos violentas de su hermanastra. Sigue en pie, enfrentando la vida que le tocó.
"A los 7 años mi mamá falleció, me quedé a cargo de su hija, pero ella me maltrataba; maltrato físico y pues así yo no iba a poder estar con ella", recuerda hoy esta jovencita de 18 años de edad, a quien llamaremos "Carolina", para reservar su identidad.
De pequeña tuvo el valor de confiar a su maestra las agresiones, quien reportó el hecho a las autoridades y la menor acabó en la Casa Hogar Ayúdame a Sonreír, ubicada en esta ciudad de Xalapa, capital de Veracruz.
"Sentí al principio tristeza. Llegué llorando, pero después me sentí cómoda. Una vez mi hermana fue a la casa y me decía que me regresara con ella, pero decidí quedarme aquí", dice.
Vivió una tripe tragedia: la abandonaron, su "mamá" murió y sufrió violencia familiar, pero su fortaleza la ayudó a seguir adelante.
"Creo que el tiempo me ayudó. Siempre fui una persona muy seria, muy respetuosa y muy madura en mi forma de pensar, o sea que no me costó acoplarme", agrega.
En el albergue nunca tuvo la oportunidad de ser adoptada, lo cual no afectó su felicidad al lado de sus amigas con historias similares.
"Me sentí muy feliz de estar ahí con todas las niñas porque esa casa hogar tenía dos lugares, y yo me fui donde había pura niña. Eran de mi edad y jugábamos y yo me sentía contenta".
-¿No extrañabas el seno familiar, a papá, a mamá?
-No, nunca fue así, algo que me recordara o que me sintiera mal; sí extrañaba a mi mamá, pero sabía que había fallecido, pero que yo necesitara estar con un papá, con una mamá, no.
Hoy está sentada en el patio de la Casa de Medio Camino, un proyecto innovador a nivel nacional impulsado por el Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF-Veracruz), que busca preparar a las adolescentes que no se colocaron en adopción a la reinserción social, ser autosuficientes y enfrentar la vida.
"¿Qué es tan importante destacar en esta casa? Al cumplir ellas 18 años no tienen que irse a enfrentar una sociedad que no conocen porque han crecido, han vivido y han visto limitada su vida en una casa asistencial", dice la procuradora de la Defensa del Menor, la Familia y el Indígena del DIF Estatal, Adelina Trujillo Landa.
En unas amplias y cómodas instalaciones, creadas con recursos municipales, estatales y federales, se les brinda techo, compañía y capacitación en computación, contabilidad y repostería, entre otros muchos oficios.
La Casa de Medio Camino, con capacidad para albergar a 30 niñas, hoy atiende a 18 que jamás fueron adoptadas o que ellas mismas decidieron apartarse del proceso de adopción de casas hogar de asociaciones civiles o de la Casa Asistencial Conecalli del Gobierno Estatal.
"Son muchas historias. Algunas no fueron adoptadas porque tenían una discapacidad; otras decidieron que no, porque en algún momento se les buscó unos padres adoptivos cuando tenían ocho, 10 y 11 años y quisieron regresarse", revela.
Hubo hasta un caso de una menor que, cumplidos todos los requisitos de adopción, se encontraba en el aeropuerto para iniciar una nueva vida con su nueva familia, pero se arrepintió. Decidió volver a la casa asistencial.
Antes de iniciar el proyecto, el proceso de las niñas que no habían sido adoptadas, era doloroso y difícil, pues a los 18 años debían abandonar el lugar que fue su hogar, para empezar a laborar e incluso rentar algún pequeño departamento con alguna amiga.
La enorme vivienda, con dormitorios, salones de clase, comedor y áreas verdes opera desde hace un mes en esta ciudad de Xalapa, con vigilancia permanente las 24 horas del día.
"Ellas lo saben. Se pueden ir, por supuesto, pero saben que afuera hay muchísimos peligros, y que si se quieren ir, adelante, porque esa casa es para las que quieren estar ahí", explica la funcionaria estatal.
El requisito principal que se les solicita es que estudien y se capaciten para el trabajo. "Van a hacer su propia alcancía, tener su propio dinero, su propio ahorro para que cuando ellas se vayan tengan los recursos suficientes para poder enfrentar la vida", dice.
"Carolina", quien lleva poco menos de un mes en la Casa de Medio Camino, se ha despojado de cualquier temor de enfrentar lo que viene en su vida, porque -afirma- "me considero una persona segura, capaz de hacer lo que se proponga y, honestamente, no me da miedo enfrentarme a la sociedad".
Y tiene claro su futuro: terminar su educación preparatoria, continuar sus estudios de licenciatura en Derecho y luego trabajar en la Procuraduría de la Defensa del Menor, la Familia y el Indígena del DIF Estatal.
"Mi sueño fue trabajar en la Procuraduría, en el DIF. Yo veía cómo los licenciados iban a la casa… a las niñas, y eso me empezó a llamar la atención", adelanta.
Confiesa que en nada le desagrada la idea de formar parte del programa Familia Sustituta, que se impulsa en la propia casa, donde el DIF, luego de diversos estudios, permite que una familia tenga una "ahijada".
Se trata de una especie de madrinazgo, la familia las visita cada ocho días, las invita al cine, a comer... es decir estar muy pendiente de sus problemas.
"Sí estaría bien porque es también otra oportunidad. Siempre he dicho que los cambios a veces, los más difíciles son los mejores", dice con una ligera sonrisa.
Con la vista en el futuro, no descarta que una familia la adopte a su edad: "Sería una oportunidad diferente, o sea, parte de mi vida yo he estado con muchas personas, pero también sería un cambio diferente vivir con dos o tres personas, en una casa sería cuestión de ver... estaría bien", suelta, y los ojos se le iluminan de alegría.