Del silencio al ruido
Tras un período donde la violencia, el miedo y la psicosis, paralizó a los laguneros, la luz vuelve a las calles, miles de zapatos recorren divertidos un renovado centro; música, risas y convivencia rompen el silencio y son una invitación a recuperar lo que un día fue arrebatado: la libertad de vivir las calles. La ciudadanía ha recuperado poco a poco los espacios públicos y ha reclamado su patrimonio histórico. La incertidumbre por la reaparición de la violencia es latente, pero mesas llenas de jóvenes sobre las banquetas, emprendedores con ideas nuevas, artesanos, promotores y ciudadanos de a pie, cuentan otra historia, esa que asegura que la vida volvió nacer en el asfalto.
RAÍCES EN EL COMERCIO
Desde que Torreón ostentaba el rango de villa, la segunda actividad económica que daba sustento a la región, después de la agricultura, era el comercio. Al lado de la primera estación de trenes (en lo que ahora es el poniente de la urbe), se instaló el mercado La Alianza, nombrado así debido a que en 1898 se estableció en el sector una fábrica con ese nombre.
Al facilitar la descarga de las mercancías que llegaban al lugar, el sitio era idóneo para fungir como un detonante del comercio en Torreón. José Luz Ornelas menciona en el libro Referentes Identitarios de lo Lagunero que los comercios fueron surgiendo cada vez en mayor número para abastecer tanto como lo requerían las mesas de las familias de las diferentes clases sociales, como los puestos de comida a la mano, el restaurante de la estación, los restaurantes de los hoteles y los restaurantes conocidos como cafés de chinos.
Tras la elevación a ciudad, en 1907, algunos comerciantes comenzaron a organizarse en agrupaciones como la Asociación Mercantil de Torreón o la Cámara Nacional de Comercio de la Comarca Lagunera, que se conformó el 5 de abril de 1916.
Pronto, en la ciudad empezaron a aparecer negocios como El Puerto de Liverpool, de Emilio Herrera Muñoz; La Ciudad de París, de Feliciano Chabot; la papelería El Modelo, de Isaac Villanueva o el Salón París de Prudencio Calderón, por citar algunos.
Homero Del Bosque Villareal, en su obra Aquel Torreón… describe que la calle principal del comercio, la que domiciliaba a las principales empresas infantiles de todos los ramos era la avenida Hidalgo [...] cuyos terrenos tenían mucha demanda y por lo mismo mejor precio, dado que los habitantes de Torreón la caminaban con mucha frecuencia.
En esa época la convivencia social era un activo del comercio. Los sábados, jocosas orquestas amenizaban desde los balcones del Salón Novedades y el Hotel Salvador, había paseos por donde los jóvenes desfilaban en sus automóviles, mientras que los domingos, mujeres y hombres caminaban alrededor de la Plaza de Armas en sentido contrario para encontrarse de frente, había vendedores de flores e incluso gente que rentaba sillas para las personas que se cansaban.
Esto condujo a Torreón a una economía formada a partir de migrantes, y que en su transición no pasó por un actividad secundaria, como lo es la industria -que cobraría auge hasta el segundo tercio del siglo XX-, sino que en un principio se trasladó inmediatamente de la agricultura al sector terciario de los servicios.
TIEMPOS DIFÍCILES
Pero el fuerte y feliz vínculo entre el comercio y la vida social se vio trastocado entre 2007 y 2013, tiempo en que la ciudad vivió lo que ha sido la peor crisis de inseguridad de su historia. Los ataques a bares y enfrentamientos con la policía por parte de la delincuencia (en su mayoría vinculada al narcotráfico) en distintos puntos de la ciudad, afectó a los comerciantes y prácticamente paralizó la actividad social.
En la nota Cinco de las ciudades más violentas del mundo están en México, publicada en enero de 2012 por CNN en Español, se exponía que Torreón ocupaba el lugar número siete de las diez urbes más peligrosas del mundo, con una tasa de 88 homicidios por cada 100 mil habitantes.
La situación se tornó demasiado complicada, como describe Dana Corres, en su texto Moreleando, nuestra Laguna de vuelta, publicada en el portal Animal Político en junio pasado: a lo largo de estos difíciles años la gente dejó de salir a la calle [...] Los negocios comenzaban a cerrar, ya sea por falta de clientes o por la imposibilidad de cubrir los altísimos derechos de piso que pedían ‘los zetas’.
Édgar, quien atiende un puesto de gorras frente a la Plaza de Armas, recuerda una balacera que se suscitó en octubre de 2012, cuando en plena tarde un grupo armado atacó a los policías federales que se hospedaban en el hotel Palacio Real, ubicado sobre la avenida Morelos.
“Lo más ‘maníaco’ fue que cuando nos levantamos del suelo estaban todos los federales apuntando pa’ acá y la gente en lugar de irse se les quedaba viendo. Y allá arriba del hotel también andaban apuntando”, relata.
Durante de ese período, la violencia estancó la economía y orilló a algunos habitantes que tenían recursos a dejar la ciudad. Sin embargo, aquellos que se quedaron se adaptaron a las circunstancias y poco a poco fueron diseñando métodos de subsistencia en la región para lidiar con el nuevo clima de violencia.
ADAPTACIÓN E INCERTIDUMBRE
Tras el silencio que reinaba en las calles del centro de una ciudad violentada, de un tiempo a estas fechas, la actividad social en las calles de Torreón retomó vigor, el cual es especialmente notorio en una zona centro que hace menos de dos años impresionaba a los visitantes con su apariencia fantasmal.
Según cifras de la Dirección de Desarrollo Económico de Torreón, el primer semestre de 2015 muestra un repunte del 40 por ciento en el otorgamiento de licencias a comercios en el primer cuadro de la ciudad, a comparación del primer semestre de 2014. Esto se traduce en 65 nuevos negocios de alimentos y bebidas en la calzada Colón y 13 más en la avenida Morelos, instalados entre enero y julio de este año.
Pero lejos de las políticas de restauración del tejido social que tanto presumen los tres niveles de gobierno, fueron precisamente los ciudadanos, a través de varias iniciativas y colectivos, los que poco a poco y con pequeñas acciones, invitaron a los laguneros a vencer el miedo y tomar de nuevo sus calles, acciones que a través de la cultura, el comercio justo y las simples caminatas, ganaron la batalla a la indiferencia y crearon las condiciones necesarias para que el centro de Torreón viva un nuevo boom.
A principios de 2014 se empezaron a instalar luminarias LED en la avenida Morelos y la calzada Colón como parte del proyecto de modernización del alumbrado público. La obra tiene como objetivo el ahorro (en un período de 15 años el municipio espera dejar de gastar mil 527 millones de pesos por este concepto), pero lo realmente importante es el efecto que este cambio tuvo en el centro, pues según señalan algunos comerciantes, fue una acción fundamental para la reactivación de la zona.
Torreón es una sociedad que aún se encuentra herida, pero que en los últimos años ha salido a las calles a recuperar sus espacios de recreación y esparcimiento. Esto supone un punto sumamente importante ya que la interacción social es motor de progreso, pieza clave en el desarrollo económico. La recuperación de los espacios públicos del primer cuadro de la ciudad supone una rehabilitación ciudadana de las lesiones que dejó la violencia en el imaginario de sus habitantes.
Lerins Varela, sociólogo y catedrático de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Coahuila, explica que en los momentos más álgidos, los torreonenses se adaptaron a las circunstancias y ahora, aunque todavía la ciudad se encuentra herida, está luchando por recuperar poco a poco lo que la delincuencia le arrebató de las manos. Según comenta, con todo y el temor que se tenía, la sociedad ahora tiene confianza para ir saliendo, lo que significa que en la práctica la gente está recuperando la confianza y sus espacios.
“Pueden decir ‘bueno, es que ya están abriendo antros’, sí, pero ese es un reflejo secundario. El reflejo primario es que ya están funcionando los negocios, que la gente sale a caminar en la noche, que ya puedes tener abiertas las puertas y que puedes ir a las tiendas a hacer tus compras cuando antes realmente todo esto estaba paralizado”, afirma.
Aunque todo esto se ve con optimismo, el catedrático comenta que es importante ser conscientes de que la recuperación social es un proceso de restablecimiento de la confianza, con el sentir de que las cosas pueden ser similares, pero no igual que antes. Siempre existirá un cierto temor de que la pesadilla que vivió Torreón pueda reactivarse en algún momento.
“Es como alguien que se rompe la pierna, ¿en cuanto le quiten el yeso va a ir a correr? No. Va a necesitar un proceso por el shock que le ocasionó no poderse mover durante semanas o meses. Primero tiene que restablecer su confianza de que puede caminar, pero no va a ser igual que antes, siempre va a andar con la preocupación de que la pierna se le vuelva a romper”.
DE VUELTA AL CENTRO
La manera en que la ciudadanía ha ido ganando confianza para salir a las calles ha sido gradual y ha sido impulsada por diversos colectivos ciudadanos que invitan a tomar las calles, aunado, por supuesto, a la reducción de los índices de violencia. A inicios de este año, el portal Forbes señalaba que de acuerdo a un análisis de la organización Seguridad, Justicia y Paz, la ciudad lagunera mostraba mejoría en términos de seguridad. La reducción mayor de la violencia se produjo en Torreón, donde las cifras públicas arrojan una baja del 49 por ciento en la tasa de homicidios, exponía.
De miércoles a domingo, uno de los sectores más vapuleados por la inseguridad, cambió su aspecto. Lo que antes eran calles vaciás, oscuras, letreros de inmuebles en renta y venta cada cien metros, hoy luce transformado. Gracias a la sociedad civil y la voluntad de muchos emprendedores, actualmente por el centro de Torreón se ve gente caminando, familias enteras de paseo, personas en bicicleta, comensales que disfrutan el clima nocturno sentados frente a las mesas que los negocios ponen sobre las banquetas, una forma de manifestar que la ciudad es otra.
Para el economista y analista Germán Contreras, es común que después de una depresión traumática, como la sucedida en muchos lugares de México por la violencia, la economía resurja con fuerza. Sin embargo un tema del que se debe ocupar sobre todo la autoridad municipal, es el de promover mecanismos para que quienes inviertan en un sector, en este caso el centro de Torreón, permanezcan de pie el mayor tiempo posible, ya que esto genera una derrama importante en materia de empleos, consumo de servicios y valorización del sector inmobiliario.
Moreleando. De vuelta al centro, es una iniciativa ciudadana que desde el 10 de noviembre de 2012, cierra la avenida Morelos el primer sábado de cada mes, exclusivamente para el uso y recreación de los peatones. Una alternativa que tiene raíces en la intención de reactivar el centro de Torreón, muy afectado por la ola de violencia, a través de diversas actividades artísticas y la culturales.
El proyecto se empezó a gestar en septiembre de 2012, cuando se elaboró un oficio dirigido al municipio para poder cerrar la avenida a la circulación vehicular y se solicitó el apoyo de Dirección Municipal de Vialidad para regular el flujo de automóviles en las calles perpendiculares a la avenida Morelos. Un trámite que mes con mes se sigue realizando.
El paseo se extiende desde la Plaza de Armas hasta la fuente El Pensador en la Alameda Zaragoza, con las calles perpendiculares a la avenida Morelos abiertas a la circulación. En este espacio se pueden encontrar desde presentaciones de grupos musicales, artesanos vendiendo sus productos, renta de bicicletas, exposiciones de fotografías, exhibición de breakedance e incluso establecimientos móviles de comida (food trucks).
“Decidimos hacer el paseo Moreleando un sábado, una vez al mes, buscando colaborar un poco en el resurgir del deshilachado tejido social y a partir de ello empezar a interesar a la gente en las problemáticas de la ciudad, es decir, para que la gente esté informada; buscamos ser facilitadores de la participación ciudadana”, comenta el arquitecto Jorge Ruvalcaba, miembro de la organización de Moreleando.
Además, en la parte del comercio se implementan una serie de valores, entre ellos fomentar el comercio local, el comercio artesanal y el comercio orgánico. Luego del éxito de la iniciativa se pidió una cuota por locatario.
“No tenemos ningún apoyo de gobierno, es un evento cien por ciento ciudadano. Entonces, de ese dinero que se recolecta se paga la luz, porque se tiene un medidor para los mercaditos, se paga la renta del sonido y demás gastos que surgen en la organización”.
Ruvalcaba destaca el carácter ciudadano de Moreleando, haciendo énfasis en que cuando existe voluntad por parte de la sociedad civil los resultados se dan aún sin un gran presupuesto. “Tenemos la comparativa con el Paseo Colón (paseo impulsado por el gobierno municipal desde 2011) que cuesta más de 50 mil pesos cada domingo, contra Moreleando que nos cuesta alrededor de tres mil 500 pesos”, concluye.
Aunque como toda buena iniciativa, esta ha tenido éxito en gran parte por la respuesta de los artistas locales, quienes entregan una importante oferta en este paseo, de manera gratuita y con una gran disposición.
La primera edición de Moreleando, hace casi tres años, contó con la presencia de 500 asistentes, mientras que en la última edición se calcularon cerca de 30 mil ciudadanos circulando libremente a pie, en patines, patinetas o bicicletas por la Morelos, según datos de la propia organización.
INICIATIVA
El Distrito Colón es una asociación civil conformada por algunos comerciantes del sector centro de la ciudad. Fue creada en noviembre de 2013, después de que ocurriese un robo a mano armada en el restaurante La María. Surgió de la preocupación de un grupo de comerciantes interesados en mejorar la seguridad y recobrar la confianza en sus clientes, reactivando el comercio. Es uno de los puntos importantes del resurgimiento de la zona.
“Nace como una inquietud de seguridad donde habíamos pasado por años muy malos. Y también, con la intención de unirnos para entre todos poder rescatar esa zona”, menciona Iván Jalife, miembro de Distrito Colón y socio del Bar Zaragoza.
Su área geográfica comprende de la calle García Carrillo hasta la Ramón Corona y del bulevar Revolución hasta el Independencia, teniendo como eje central a la calzada Colón.
Es importante mencionar que no todos los negocios ubicados en el sector forman parte de la asociación. En un principio, fueron 12 los miembros fundadores. Actualmente la lista de asociados asciende a 27, mismos que están sometidos a ciertos parámetros de regularización y comprometidos con causas sociales y culturales.
“Tenemos reglas de comportamiento, de las primeras es mantener la papelería en regla, respetar los horarios establecidos por la autoridad municipal. Respetamos mucho esa parte porque creemos que es sumar, si el municipio nos apoya en algo nosotros le 'devolvemos el favor', de cierta manera, cumpliendo con ese reglamento. No promovemos el cerrar un poco más tarde por vender un servicio”, resalta Jalife.
Según el inciso I del Artículo XVI del Reglamento de Alcoholes del municipio de Torreón, Coahuila Los días autorizados para la venta de bebidas alcohólicas son: Para discotecas, bares, centros nocturnos, servi car, establecimientos de hospedaje, café cantante y peña, clubes sociales, casinos, centros deportivos y salones de fiesta: de lunes a sábado de las 12:00 a las 02:00 horas del día siguiente. Mientras que el inciso V del mismo artículo señala que Para restaurante y restaurante-bar: todos los días de la semana de 12:00 a las 02:00 horas del día siguiente.
Pero antes que respetar los horarios y reglamentos, es necesario que quienes quieran asociarse a Distrito Colón cuentan ya con un local abierto. “Tratamos de asegurarnos de que quien entre a la asociación sea alguien conocido y que llegue sobre todo a aportar”, indica Iván.
Los locatarios adscritos al Distrito Colón tienen que cumplir también con ciertos estatutos de comportamiento; por ejemplo, respetar a los peatones, mantener limpias las áreas de los negocios, restaurar algunas banquetas, controlar el volumen de la música para no molestar a los vecinos, realizar reforestación, etcétera.
Uno de los aspectos notables en este resurgimiento del comercio en el sector centro, es la estrategia de sacar las mesas a las banquetas de los negocios, siempre dejando un espacio en medio para el libre andar de los peatones.
“El objetivo era regresar la confianza a la gente. Si tú pasabas hace dos años por estas calles, pues no veías gente en el exterior, y más si hubo balazos, inseguridad o algo, pues era menos factible. Pero, ¿qué pasa si de repente tú ves a alguien comiendo tranquilamente en una mesa en la banqueta? Eso es un símbolo de seguridad”.
Jalife menciona que esta estrategia no se implementó sin antes consultar al gobierno municipal, a quien se le entregó un proyecto de uso de banquetas. El ayuntamiento solo pidió a los miembros del Distrito Colón que se hiciera énfasis en el respeto a los peatones.
“Si te fijas, la mayoría de los locales tienen las mesas como separadas, dejando un pasillo por en medio. Con esas mismas buenas intenciones (las autoridades) dijeron ‘ustedes aviéntense la propuesta’, y en octubre o noviembre del año pasado la entregamos. Lo bueno que hemos visto es que locales que son nuevos en el distrito y que no son parte de la asociación están respetando esos conceptos y están adoptando ciertos lineamientos”.
El logotipo de la asociación emula el piso del camellón central de la calzada Colón, que consta de cuatro ejes. Cuatro octágonos que representan la unión entre la ciudadanía, el gobierno, los vecinos de la zona y la iniciativa privada. “Creemos que con la unión de esos cuatro ejes, con un mismo fin común, podemos lograr más cosas que separados, eso viene siendo el logotipo de la asociación”, explica.
PERSEVERANCIA: LA CLAVE
Rodrigo Espinoza, chef torreonense, fundó su restaurante bajo el nombre de La María en 2008, justo cuando la violencia comenzó a azotar a Torreón. Incluso llegó a ser junto con La Garufa, uno de los dos únicos restaurantes que resistieron los embates del miedo. Consiguió un local en la avenida Allende debido a que se enteró de la construcción de la Plaza Mayor, lo cual le dio un motivo para creer en su proyecto y aguantar las malas ventas en la época de inseguridad extrema.
“Para mí el centro de la ciudad es una parte fundamental porque es donde está la historia, es donde están los inicios de la ciudad, es donde empieza el comercio, donde está la presidencia, donde está la parte fuerte del gobierno, de ahí empieza a detonar todo (…) Yo creo en el centro, siempre creí”, comenta.
Recuerda que en la época de inseguridad, llegó a tocar puertas a la administración municipal en turno, encabezada por Eduardo Olmos, para buscar apoyo debido a la crisis que se estaba viviendo, recibiendo solo respuestas negativas. Pero eso no lo hizo bajar los brazos, y cuenta que en los peores momentos incluso tuvo que atender él solo su negocio.
“Vaya que la pasé muy mal, llegué a trabajar yo solo. Dije: ‘bueno, no puedo cerrar’. Entonces yo cocinaba, o sea, llegaban los clientes, pedían las bebidas y les comentaba: ‘Pidan de comer de una vez porque ando solo’. Tomaba las órdenes, entonces empezaba a cocinar y luego ya regresaba. Andaba en friega”.
De la misma forma, relata que durante las balaceras trataba de ser optimista y transmitirles tranquilidad a sus clientes. “En las balaceras sí les decía: ‘Dos por uno en lo que dure la balacera’ ¿Pues qué hacía? Era hasta mantenerlos ocupados, ya nomás se reían.‘¡Órale, ya se acabó la balacera, se acabó el dos por uno!’”.
Fue en 2013 cuando un asalto a su local detonó los planes que habían estado comentando entre algunos empresarios de la zona centro, respecto a cuestiones de seguridad y mejoramiento de ventas.
“Se mete un tipo y una señora (…) cuando ya los tenía a tres metros ya sacan la pistola y ‘¡a ver cabrones las cosas!’, pues la verdad es que llevábamos mucho tiempo batallando, entonces, pues yo traía 80 pesos en mi cartera, el chavo que trabajaba conmigo no traía nada, el otro chavo que estaba en cocina tampoco traía nada, entonces realmente lo que se llevaron fueron celulares y 80 pesos; acababan de llegar dos clientes, que fue lo que me dolió más”, relata.
Rodrigo realizó la denuncia correspondiente, después, socios de otros establecimientos se enteraron de lo sucedido y se decidió entonces consolidar lo que se había estado tratando en reuniones, así fue el nacimiento de la asociación civil Distrito Colón.
Espinoza comenta con emoción que en los inicios de fenómenos como Moreleando, estuvieron muy pocas personas, y que hoy en día es gracias a este tipo de movimientos ciudadanos que sus ventas han ido aumentando, permitiéndole contratar más personal, generar nuevos empleos y hasta construir una terraza donde los clientes pueden fumar y beber, dejando la planta baja como una zona familiar donde se pueden degustar sus famosas pizzas.
CONCIENCIA AMBIENTAL
Adriana Sarabia y Frida Herrera establecieron hace un año su negocio en una vieja casona ubicada en avenida Bravo y calle González Ortega. Un lugar donde se hace acentuación en la tradición mexicana que se inspira en los viajes de las socias a través del territorio nacional.
“Nosotros aquí en Ponciano, más que nada estamos arraigados con el mezcal, el sotol y los destilados de las regiones de México y pues esas bebidas se tomaban desde hace muchísimo tiempo, entonces es agarrar lo tradicional y volverlo a conocer”, comparte Adriana.
Bautizaron al local con el nombre de Ponciano Arriaga debido a que en su anterior dirección el bar estaba localizado en la calle que lleva ese nombre.
Entre las aportaciones sociales que buscan mejorar el sector donde se encuentra el bar, se han lanzado campañas ecológicas para tratar de sensibilizar a sus clientes respecto al cuidado del medio ambiente. “Nosotros damos árboles a los clientes y les tienen que dar seguimiento, por cada foto que ellos tengan de su árbol dándole seguimiento, nosotros les regalamos un sotol”.
La cultura sustentable es parte de lo que se está dando en los nuevos comercios. Adriana y su socia reforestaron la banqueta de su local y también lo hicieron en banquetas vecinas como la del negocio de Nieve Estrella, ubicado en la avenida Escobedo.
Otra de sus iniciativas es reutilizar utensilios para tratar de reducir las emisiones de plástico. “Por cada vaso de vidrio que nos donaran también les regalábamos un michelado o un sotol. También si vienes en bicicleta, en patines, en patinetas o cualquier medio de transporte que no utilice hidrocarburos le regalamos una limonada”.
Para ellas la reactivación del comercio va de la mano con el ambiente social y las iniciativas culturales. Es una cuestión de engranaje incluyente, donde cada pieza hace funcionar a las demás y con las cuales se fomenta la participación ciudadana.
Al establecerse en el lugar, las socias del bar se dieron cuenta de que había una banda de ladrones. Preguntaron a sus vecinos, tanto de la avenida Bravo como de la calle González Ortega si habían sufrido algún robo. El resultado fue que el 80 por ciento habían sufrido algún tipo de robo en sus inmuebles.
Al reunirse con el ayuntamiento, se hizo hincapié en que el área era un foco rojo para una banda de delincuentes. Después de que las autoridades arreglaron las luminarias de la zona, ellas decidieron contratar también su propia seguridad para combatir el robo.
“Nosotros contratamos guardias que se dan rondines en las cuatro direcciones y creo que ha menguado, de parte de nuestros clientes ya no hemos tenido ninguna queja de algún robo o de 'cristalazos' y creo que los vecinos se sienten más tranquilos, tenemos buena comunicación con todos”, destaca Sarabia.
ZONA ESTRATÉGICA
Si bien es cierto que la apertura de bares, cafés y restaurantes, revitalizó la zona de manera enfática, sobre la Avenida Moleros también se abrieron otro tipo de negocios como El Astillero Librería, de corte cien por ciento cultural, varias neverias y otros negocios más, que como dicen algunos locatarios del sector, arrastró tal prestigio, que ahora es muy común que alguien llegue a un negocio y pregunte si la casa del lado, se renta.
Gabriel Meléndez no tuvo tanta suerte en su anterior negocio, una dulcería que se vio afectada por un robo. Después, decidió ahorrar dinero para emprender en la avenida Allende el negocio llamado Monoburguer, un concepto de hamburguesas donde se puede escuchar rock.
“Elegí este sector porque siempre he creído que el centro es la base de la economía en la ciudad. Todo tiene camino y llegada al centro de la ciudad, por eso creo que era la mejor ubicación para desarrollar mi proyecto”, comparte Gabriel.
Las desventajas que nota en el lugar es que al convertirse de una zona residencial a una zona comercial existen días en que la gente ya no visita el centro en la noche (principalmente lunes, martes y miércoles) lo que genera un tráfico menor de clientes. Sin embargo, cada vez más hay locales que se atreven a abrir en domingo o lunes, cuando antes no se hacía, lo que ha estado cambiando las cosas.
Marina Gutiérrez y su esposo son diseñadores de joyería, poseedores desde hace nueve años de su propia marca y ahora también comerciantes. Instalaron su negocio de artesanías mexicanas, llamado La Ofrenda, en un viejo edificio de la avenida Ocampo y privada Rayón. El inmueble idóneo que buscaban para echar a andar su proyecto.
La pareja se encuentra a cargo de la Comisión de Cultura de Distrito Colón y se interesa por la promoción de lo mexicano en la región Lagunera. “Nosotros consideramos que más que una actividad económica es también un proyecto social. Donde trabajamos, además de nuestra marca de joyería de plata, aproximadamente 45 marcas de diseñadores emergentes y consolidados de todo México”, menciona Marina.
En cuanto a sus ventas, Marina indica que la mayor parte de sus clientes son foráneos que desean llevar un regalo o un distintivo a su país. “Son gente que viene de negocios (…) Tenemos muchos clientes de Europa o de Estados Unidos y que ya las mismas empresas saben que tenemos la tienda y los traen para que la conozcan y se lleven algún recuerdo”.
Actualmente están por abrir una cafetería en la tienda, donde se podrá degustar café de olla y postres mexicanos mientras se visita el lugar. “Puedes venir en la noche a caminar o a tomarte un cafecito y visitar una tienda como la de nosotros. Debemos de apoyarnos todos lo que vivimos aquí, si la economía está difícil y no nos apoyamos entre nosotros, no va a funcionar muy rápido”, finaliza.
¿QUÉ OPINAN LOS VECINOS?
Aun cuando el resurgimiento del centro es una noticia que alienta a todos los ciudadanos de la región metropolitana de La Laguna, muchos vecinos del sector consideran que así como la autoridad respaldó y apoyó a quienes apostaron su capital invirtiendo en la zona centro, también se debe recordar que es un sector habitacional, donde es necesario controlar el uso de banquetas como estacionamiento (aspecto que sobre la Colon no respetan algunos negocios), los decibles del sonido y la contaminación ambiental.
“Todo el mundo gana con la reactivación social, comercial y económica de la zona, pero sí creo que se debe dar prioridad, o más bien sólo autorizar, restaurantes, bares pequeños, cafés y no antros, porque no es lo mismo un bar chico junto a tu casa que un antro, si no va a pasar como en la Plaza Mayor, que La Lotería pone la música para toda la zona y no deja escuchar nada más”, comentá Maricela Serna, vecina del centro.
Mientras una pareja con un niño en un pequeño carro infantil camina por la avenida Colon y dicen estar emocionados de ver con vida las calles y sentirse seguros a cualquier hora de la noche, señalan un tramo de la calzada entre la Matamoros y la Allende, afuera de un antro de rock y un bar, que es usado como estacionamiento, y donde los vehículos que casi topan con la pared, impidiendo el paso de los transeúntes. “Esos son detalles que se deben cuidar para que algo que va bien, no se salga de control”.
Ninguna de las personas que viven en el sector, consultadas sobre el nuevo boom comercial del centro, se mostraron negativos, por el contrario, ven con buenos ojos la mejoría en aspectos como la seguridad, por el tránsito de las personas, sin embargo, sí señalaron la necesidad de que la autoridad municipal sea estricta en el cumplimiento de los horarios en la venta del alcohol, que no salgan jóvenes a conducir en estado de ebriedad, que se respeten la cocheras de los vecinos y las banquetas, y se cuide el tema del ruido, con la intención de promover una convivencia cordial.
“Esperamos que ahora sí haya autoridad, no como hace tres años cuando los mismos inspectores del municipio venían a pedir cuota a los bares para dejarlos abrir hasta la hora que querían, ojalá ahora sea distinto, se respira un mejor ambiente, puede ser que también a los negocios de los funcionarios públicos se les exija respeto”, comentó uno de los locatarios, quien aseguró que a diferencia de otros tiempos, era a ellos precisamente a quienes más les interesaba cumplir la ley.
Twitter: @BeatsoulRdz