Es viernes por la noche. Llueve a cántaros. Los dos hacemos fila en espera de un taxi. El escenario es el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Él va acompañado de su mujer y dos niños de menos de 10 años que, cansados y molestos, le jalan el vestido a madre o se cuelgan de las maletas. El fastidio y la fatiga de la familia son evidentes. El desconcierto también.
Son turistas. Comentan desconsolados la lentitud en el avance de la fila. No hay taxis suficientes, las distintas compañías no se dan a vasto. Poco les importa, tienen garantizado su ingreso. Frente a nosotros han descendido varias personas de taxis externos al aeropuerto. El individuo se acerca a uno pero el conductor le contesta con la mano no, no. Me siento obligado a darle una explicación. Los taxis que entran se tienen que ir vacíos, los que salen no pueden recoger pasaje. Me mira absorto, es absurdo, desaprovechan las unidades, el combustible y el tiempo del conductor. Por eso son tan caros, le digo, pagamos los costos de los monopolios. Esto fue hace algunos años, el doloroso y costoso absurdo instalado en nuestras vidas.
Pero llegó el cambio, se llama UBER y otros. Mientras el país se desgarra las vestiduras tratando de dilucidar cuales son las normas e instituciones idóneas, una aplicación transformó nuestra forma de convivencia. El gobierno de la Capital hizo muy bien en no proteger a las mafias y regular a la empresa. No es un servicio público, es una contratación entre privados. Es un derecho de los dueños de las unidades ofrecer la transportación y también de los usuarios a contratarlo. Así, en muy poco tiempo, miles de automóviles han entrado a satisfacer una necesidad evidente. A pesar de las amenazas y agresiones por parte de los monopolios, la empresa más grande en el mundo de su tipo -que no es dueña de una sola unidad- pudo instalarse. Encontró en México un territorio fértil.
Se ampliaron las opciones, carros grandes o chicos, normales o de lujo, cada quien de acuerdo a sus necesidades o gustos. Las condiciones de las unidades son, en lo general, muy superiores a la flotilla tradicional. Pero hay más, uno sabe siempre con antelación y sin dudas quien es el conductor. La empresa lo garantiza pues está plenamente identificado. Sacudir la mano al aire para parar un taxi, acción normal y muy común en muchas ciudades, en México, puede ser muy peligroso. Miles de taxis "piratas" circulan todos los días sin que la autoridad haya podido meterlos al orden. De hecho el ánimo clientelista de AMLO lo llevó a ampliar en número de placas fomentando un submundo de corrupción. Para obtener las placas del servicio público se deben cruzar los pantanos de los condicionamientos políticos.
Los dueños de las unidades de UBER pagan en automático impuestos. Increíble. El usuario recibe sus facturas electrónicas en horas. Inimaginable con los taxis tradicionales. La mayor eficiencia radica en que se atienden los llamados de inmediato, de tal manera que las unidades se detienen lo menos posible. Por eso las tarifas con frecuencia son mas bajas que las de los sitios. UBER entrena y certifica a los conductores. Todos traen un teléfono inteligente que los monitorea y los conduce a los destinos. El usuario puede cambiar la ruta si la indicación del Waze o lo que sea no le satisface. Se ofrece agua al usuario.
Los conductores manejan respetando las señales, sin atropellos, transmiten calma. Con frecuencia vienen del servicio público, son los mismos individuos pero contratados con un acuerdo diferente. No tienen que esperar su turno en el sitio o salir a matarse por las calles. Las tarifas son claras, no hay negociación, ni arbitrariedad de los conductores. Esto es un golpe rudo a la extorsión y corrupción instaladas en el servicio público y por ende en nuestras vidas. No se admiten propinas, la tarifa es suficiente para ofrecer al conductor un salario atractivo y ganancias al dueño. Son microempresarios.
Los usuarios y conductores de UBER están asegurados, una gran diferencia. El usuario evalúa al chofer y las calificaciones bajas tienen consecuencias severas, cursos, retiro temporal o definitivo. Los conductores también evalúan a los usuarios. Es muy interesante escuchar sus relatos sobre los comportamientos de "mirreyes y mirreynas" alcoholizados y violentos que amenazan a los conductores con castigos. Por eso la empresa debe revisar sus reacciones hacia los conductores expuestos esas arbitrariedades. UBER es mucho más que una forma de transporte, es una cultura de convivencia ciudadana, moderna horizontal, sin caciques, que rompe monopolios y fomenta la competencia. En la democracia cotidiana UBER está haciendo su trabajo. Todo gracias a una aplicación. Excelente regalo. Bienvenida la modernidad en el transporte, la democracia cotidiana, bienvenido UBER.