ENTRADA.- Es una realidad que los mexicanos no estamos nada conformes con la democracia que hemos construido. La ley que regula nuestros procesos electorales tiene más de 600 artículos y en ella existen recursos, penalidades, exhortaciones, nulidades y multas para los partidos políticos y candidatos que la violen.
Nos hemos enredado en tal galimatías jurídico que hasta un tribunal especial fue necesario crear para desenredar los entuertos, cosa que nunca imaginaron los ciudadanos cuando en materia electoral se legislaba.
SOPA.- Los mexicanos partimos de un concepto erróneo sobre lo que es o debe entenderse por democracia. Somos un pueblo peticionario por naturaleza, pensamos que una democracia sirve para aumentar el producto interno bruto, lograr mejoras salariales, incrementar la seguridad social, aumentar los créditos para la construcción de vivienda popular, lograr el crecimiento económico, garantizar la administración de justicia, terminar con la corrupción y garantizar la seguridad de la población, y no es así.
La democracia únicamente sirve para facilitar la participación ciudadana en la elección de sus gobernantes y asegurar la libertad y el respeto del sufragio. Así como tenemos una falsa percepción de la democracia también tenemos la perversa participación de los partidos políticos en las prácticas de esa democracia.
PLATO FUERTE.- Los mexicanos creíamos que la manera y forma de asegurar y garantizar un estado democrático era abrir el abanico de la participación, pero esta únicamente se abrió para los partidos políticos.
Indebidamente la ley le dio todo el poder a los partidos políticos y no al ciudadano, tan es así, que son aquéllos son los únicos que pueden designar candidatos viables, son también los partidos quienes reciben millones de pesos en recursos y quienes gozan de las prerrogativas; son ellos quienes disfrutan de los medios de comunicación llámense radio o televisión. Ello originó la desenfrenada proliferación de partidos políticos y algunos se convirtieron en florecientes negocios familiares. Es esta la razón por la cual la sociedad está harta de esos partidos políticos que en su gran mayoría no representan a nadie y que son únicamente la tapadera de los negocios y canonjías de sus dirigentes.
En un momento dado, la ciudadanía llegó a pensar que bastaría con sacar a patadas al PRI de Los Pinos, para que todos los males y corruptelas de este país desaparecieran como por arte de magia, y no fue así. El año 2000 fecha histórica de la alternancia, Vicente Fox recibió un país con corrupción, sí, pero con instituciones sólidas. Fox y sus colaboradores estaban ciertos de que las instituciones existentes eran operativas y fuertes que no pensaron habría necesidad de hacer grandes cambios. Que bastaría con erradicar la corrupción para que el país navegara cierto de rumbo y a puerto seguro y que sacando al PRI de Los Pinos se lograría, en automático, el estado idílico para los mexicanos, pero tampoco fue así.
Por el contrario, se derrumbó el producto interno bruto y el crecimiento durante 12 años no fue ni del dos por ciento anual. Por otra parte, la corrupción se incrementó de manera escandalosa y la inseguridad fue tema permanente cuando el crimen organizado se apoderó materialmente de los estados de Michoacán, Guerrero, Tamaulipas, Nuevo León, Tamaulipas y la Comarca Lagunera. Esto trajo como consecuencia un saldo de más de 70,000 mexicanos asesinados, regiones económicas penetradas y destruidas por el crimen, así como un éxodo de miles de connacionales al extranjero para salvar sus vidas y las de sus familias.
De esta manera quedó de manifiesto que no era la democracia tal como la ejercitamos los mexicanos, ni la alternancia en el poder, la manera de erradicar nuestras ancestrales deficiencias.
La democracia, ya lo hemos dicho en otras colaboraciones, no se puede construir sobre la desigualdad y la economía de sobrevivencia de 50 millones de seres. Además, las democracias únicamente florecen cuando se construyen sobre un estado de derecho eficaz y operante. Ninguna democracia puede sobrevivir fuera del estado de derecho y nosotros seguimos insistiendo tercamente en que sí.
Todas nuestras legislaciones sobre transparencia, rendición de cuentas, garantías sociales o individuales, sistemas acusatorios, juicios orales, tribunales etcétera, etcétera, no valen ni el papel en que están escritas, cuando un grupo de criminales puede paralizar mediante actos terroristas la segunda ciudad más importante del país.
POSTRE.- Si no restablecemos el estado de derecho, nuestra democracia no será nada más que una caricatura del concepto que la define, esto es, una democracia "patito".