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Democracia y avance económico

SALVADOR KALIFA

Este domingo 7 de junio habrá elecciones federales para escoger, directa o indirectamente, a 500 miembros de la Cámara de Diputados, además de autoridades locales en 17 de las 32 entidades federativas que componen el país.

Una consecuencia de ello es la avalancha de propaganda política, institucional y partidista. En varios de los mensajes respectivos se insiste en las bondades de la democracia y, algunos, plantean un vínculo directo entre la participación electoral y el mejoramiento económico.

Los datos disponibles no avalan esa relación. La democracia formal en México ha avanzado desde 2000 con la alternancia en el Ejecutivo Federal de los dos partidos políticos principales (Partido Revolucionario Institucional, PRI, y Partido Acción Nacional, PAN), pero entre 2001 y 2014 el crecimiento promedio anual del Producto Interno Bruto (PIB) real fue de apenas 2.3 por ciento.

En ese mismo lapso, las expresiones de corrupción y mal manejo de recursos crecieron exponencialmente, sin importar el partido político en el poder.

En cambio, de 1988 al año 2000, cuando el PRI ejerció un predominio evidente y hubo acusaciones de prácticas antidemocráticas, el crecimiento promedio anual del PIB real fue de 3.6 por ciento. Es decir, la formalidad de la democracia no se tradujo en una mejoría económica para la población.

Este resultado muestra que no basta para crecer con mancharse el dedo el día de las elecciones y que se respete el voto, si al mismo tiempo no se resuelven muchas de las limitaciones que todavía aquejan a nuestra democracia, entre las que destaca la total ausencia de mecanismos de rendición de cuentas, así como de medios para imputar responsabilidades y aplicar castigos a quienes despilfarran recursos y abusan de un puesto público.

En este año, un estudio de TheEconomistIntelligenceUnit(EIU) realizado para la British Broadcasting Company clasificó del 0 (menos) al 10 (más) la calidad de la democracia en 165 Estados independientes y dos territorios.Este estudio no contempla la calidad de la gobernabilidad ni la rendición de cuentas, pero aun así salimos mal librados.

Los Estados y territorios analizados se agrupan en cuatro categorías: Democracias plenas; democracias imperfectas; regímenes híbridos; y regímenes autoritarios.

El país con el mejor índice democrático (9.93) es Noruega y en el otro extremo aparece Corea del Norte con el índice más bajo (1.08). En América Latina, solo dos países registraron índices capaces de ubicarlos como democracias plenas: Uruguay (8.17) y Costa Rica (8.03). Haití (3.82) y Cuba (3.52) figuran como regímenes autoritarios.

El estudio de EIU incluye a varios países latinoamericanos dentro de la categoría de regímenes híbridos, como Ecuador (5.87) y Venezuela (5.07).Además, ubica en la categoría de democracias imperfectas a la mayoría de naciones de la región con índices superiores a 6. Figuran, entre otros, Chile (7.8), Brasil (7.38) y Argentina (6.84).

México aparece con un índice de 6.68, lo que confirma que nuestra democracia todavía es deficiente y sus resultados, incluidos los económicos, son insatisfactorios y no entusiasman al electorado.

Pero la llamada recesión democrática no es solo un fenómeno mexicano. En el mundo entero se percibe un apoyo decreciente a la democracia como el sistema político más adecuado para lograr el avance económico. Esto lo reconoce la revista Journal of Democracy, publicada en los Estados Unidos por TheNationalEndowmentforDemocracy y The Johns Hopkins UniversityPress.

En su primer número de 2015, que coincide con los 25 años de publicarse la revista y durante los cuales, en palabras de su coeditor fundador, Marc F. Plattner, le han estado "tomando la temperatura" a la democracia, se hace la pregunta: ¿Está en declive la democracia?

Contrario al ánimo que prevalecía en 1990, cuando nació la revista y la democracia estaba registrando un marcado resurgimiento a nivel mundial, en 2015 se reconoce que, por varias causas, existen dudas importantes sobre este sistema de gobierno.

En opinión del coeditor del Journal of Democracy, las tres razones principales para estas dudas son: 1) la creciente percepción de que las democracias avanzadas están en problemas por su desempeño económico y político; 2) la nueva autoconfianza y aparente vitalidad económica de ciertos países con regímenes autoritarios; y 3) el balance geopolítico cambiante entre la democracia y sus rivales.

En resumen, tanto interna como externamente la democracia no está viviendo sus mejores momentos. En nuestro caso, los cambios cosméticos adoptados como reforma política no son suficientes para cambiar la opinión del electorado mexicano y, menos aún, para mejorar nuestro resultado económico. Hay todavía mucha tarea por delante.

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