Derrotarnos

Mucha gente tiene miedo a la palabra derrota porque está asociada a fracaso. En el lenguaje militar significa el retiro desordenado de un ejército; poca gente sabe que derrota también quiere decir el trayecto que recorre una embarcación de un punto A a un punto B. También significa camino. Entonces estará de acuerdo conmigo que hay una gran diferencia entre los significados.

Por eso me gusta pensar en que cuando usamos el concepto “derrotarse” significa “vencerse a sí mismo” en un intento por retomar el camino

Casi siempre que hablamos de triunfo lo asociamos a que las cosas salgan exactamente como las planeamos, con una medición cronométrica y una cuadratura precisa hacia los resultados que esperábamos obtener. Como seres humanos las palabras derrota o fracaso nos llenan de angustia, las eliminamos, les huimos. Es singular nuestro comportamiento, sentimos un placer morboso al enterarnos de las derrotas de los demás, pero que no se trate de las propias porque ahí sí no queremos que nadie las conozca.

La vida es un gran laboratorio donde aprendemos con base al ensayo y al error, por eso luego hablamos de la experiencia, cuyo nutriente básico son las vivencias que nos dejaron huella, de las que aprendimos, aquellas cuyas consecuencias no olvidamos.

Los divorcios, los descalabros económicos, las pérdidas, las ofensas hechas y recibidas, una palabra dicha a destiempo, una mala cara, una descalificación, una frustración. Hay mucho por lo cual nos podemos sentir derrotados o peor aún, fracasados, y digo peor porque ser definido como “fracasado” es prácticamente una condena. Y si no, piense en alguien que haya sido estereotipado así, la persona que perdió su trabajo, desaliñado, descuidado, que deja caer sus hombros hacia adelante y camina como si le pesara la vida, el que no se ve al espejo para reconocer lo mucho o poco que pudiera realizar para mejorar su imagen personal.

Sé lo que son las depresiones, sé que es muy fácil decirle a las personas que con ganas, ánimo y voluntad van a poder superar todo lo que viven, sé que esas palabras se escuchan huecas cuando lo que hay por delante es un túnel largo y oscuro. Aunque también debo decir que hay una tendencia a la 'victimización', ya que esta nos ofrece ganancias secundarias muy atractivas: la consideración, la preocupación y la atención de los demás.

Dejar de ser víctimas es derrotarnos. Dejar de tener conmiseración a nosotros mismos es derrotarnos. Dejar de creer que no merecemos lo mejor es derrotarnos. Dejar de esperar que alguien más resuelva nuestras vidas es derrotarnos. Dejar de lado las preconcepciones, los prejuicios es derrotarnos.

Andrés Oppenheimer en Crear o morir dice: la innovación requiere, además de la tolerancia para el fracaso el entusiasmo por el riesgo. Los buenos jugadores arriesgan, los empresarios arriesgan, los líderes arriesgan, se hace necesario considerar que podemos no tener los resultados esperados, pero ya eso mismo es en sí ganancia si lo vemos con los ojos de la experiencia adquirida, del aprendizaje obtenido.

El temple y la fortaleza anímica que nos ofrecen las derrotas no te las da el triunfo. La capacidad de ser resilientes tampoco.

Observar qué nos llevó al hoyo, qué decisiones tomamos, qué dejamos de hacer, sin justificarnos ni transferir culpas, convirtiéndonos en nuestro mejor crítico pero haciéndolo positivamente. La buena suerte existe y ocurre cuando nos encontramos despiertos en el lugar adecuado, con las personas precisas en el mejor tiempo, ¡se puede buscar la buena suerte! Es necesario siempre definir un plan de acción, ser constantes y disciplinados, avanzar con paso firme, sin miedo. Si es necesario re-andar caminos hay que hacerlo con el entusiasmo de la primera vez.

Cito a Zig Ziglar: Si usted es consciente de la derrota, usted no ha perdido realmente y a Richard Nixon: “El hombre no está acabado cuando es derrotado, está acabado cuando abandona”.

Derrótese cuando sea necesario, piense en la derrota como una oportunidad no como un fracaso.

Twitter: @mpamanes