Autor. Héctor Domínguez publica Nación criminal: narrativas del crimen organizado de Planeta.
El Zarco y Los bandidos de Río Frío en el siglo XIX, los narcocorridos y el tortilla western de los hermanos Almada en el XX, y más recientemente la literatura, la plástica y la cinematografía de creadores como Élmer Mendoza, Luis Estrada y Teresa Margolles develan el sentido y la función social del crimen en México.
Con una aguda investigación, en su libro Nación criminal, publicado por Planeta, Héctor Domínguez Ruvalcaba, recurre a su archivo, para nutrir sus argumentos, un archivo de representaciones del arte, y que abordan el crimen.
"Hay ámbitos de la vida que sólo en el arte se encuentran, no tenemos plena confianza en los propios archivos oficiales por la manera en la que están siendo constituidos, porque hay una impunidad galopante en el país, que hace que no sean confiables, por eso entrar a las narrativas del cine, la literatura y el arte".
Parámetros que permiten al lector entender como se está construyendo una cultura de la criminalidad en México, uno de los objetivos del libro.
"Estamos hablando de interpretaciones. Yo hablo de imaginarios sociales que se van reproduciendo y que de muchas formas es nuestra manera de conocer la violencia.
Son percepciones, descripciones de gente que ha estado en medio de la violencia, pienso en uno de los autores que critico en mi libro, Elmer Mendoza, es alguien que conoce el mundo criminal por que ha estado recibiendo esas historias de viva voz, son historias que no conoceríamos sino por este tipo de literatura, ese es el sentido", comentó Domínguez Ruvalcaba.
Sin perseguir ninguna objetividad científica al respecto, sino el mundo de la cultura de la criminalidad que es la que se construye en este tipo de representaciones, el autor consigue una rica investigación de referentes que van desde la literatura hasta el cine, pasando por las artes plásticas.
"Una de las motivaciones del libro, fue ver que hay otras formas de entender la violencia, por lo general la violencia se ha interpretado como algo que se activó desde los años noventa, como si fuera un momento clave, yo no me quedo convencido de esa interpretación, yo lo que creo es que tenemos la exacerbación de un cultura violenta que está ahí desde hace mucho, desde la fundación misma de la nación.
El autor, pone así al descubierto un México donde las leyes son irrealizables desde la invención misma del país, y donde la criminalidad constituye a la vez rebelión y contención social.
Un mundo donde el crimen se imprime en figuras de masculinidad, en cuerpos rotos, en muertos anónimos y excluidos de la memoria, en feminicidios y otras violencias de género. Un mundo que narrativiza la corporeidad de la violencia.