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Paseo de la Reforma. (Archivo)

Paseo de la Reforma. (Archivo)

AGENCIAS

Para todos es nuestro Ángel, pero su nombre real es Monumento a la Independencia. Esa columna de acero, recubierta con cantera de Chiluca, conserva en su interior 200 escalones que nos llevan a los pies de la Victoria Alada, escultura bañada en hoja de pan de oro que simboliza nuestra Independencia y marca el fin del monumento.

Tengo 15 minutos para recuperar el aliento después de subir por la estrecha columna, admirar su belleza y el Paseo de la Reforma como nunca antes lo había visto.

Hoy, llegar al mirador es todo un privilegio, principalmente porque después de muchos años fue reabierto al público. José Luis, encargado de los recorridos guiados, me dice que uno de los principales motivos del cierre fueron los suicidios realizados a finales de la década de los 50.

A muchos capitalinos se les ocurrió imitar a un personaje interpretado por Pedro Armendáriz, quien cae del mirador después de ser baleado en la película Camino del infierno.

Otra razón del cierre: los rayones con saña a los barandales y puertas de bronce.

En días despejados, se puede admirar perfectamente el Castillo de Chapultepec y, del otro lado, la vista viaja hasta la escultura de El Caballito, en el cruce de Reforma y Bucareli.

Sobre Florencia, las palmeras imprimen color al paisaje de edificios gigantes convertidos en oficinas, hoteles y departamentos.

Todo esto se domina a una altura de 35 metros, aunque tiene un total de 45 metros, contando el tamaño de la escultura.

El guía aprovecha los silencios para contarme algunas anécdotas. Empieza por decirme que se planeaba construir la obra en 1900, aunque dos años después, se colocó la primera piedra.

Mientras los trabajos avanzaban, supervisados por Antonio Rivas Mercado (arquitecto) y Enrique Alciati (escultor), notaron que el monumento se hundía, así que volvieron a excavar. Estuvo listo en dos años, justo para la celebración de centenario de la Independencia, como lo deseaba Porfirio Díaz.

En 1957, el Ángel fue tumbado por un terremoto. Quedó hecho pedazos y su restauración tardó un año. La cabeza fue reemplazada por otra; la original se encuentra expuesta en la entrada del Archivo Histórico de la ciudad de México.

Descendemos al mausoleo, ubicado dentro del pedestal. Desde 1925, los restos de José María Morelos, Nicolás Bravo, Mariano Matamoros, Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Vicente Guerrero, Andrés Quintana Roo y Leona Vicario, descansan dentro de urnas bañadas en oro.

Se dice que fue hasta 2010 cuando los restos fueron analizados para saber a qué personaje correspondían. No están completos porque algunos huesos se convirtieron en polvo.

Antiguamente, el interior estaba iluminado con luz natural, pero las construcciones de los alrededores han provocado que el recorrido sea casi en penumbras.

Planea tu visita

El acceso al mausoleo y al mirador es gratuito. Sin embargo, para ascender es necesario tramitar un permiso ante el departamento de Patrimonio Cultural de la delegación Cuauhtémoc.

Debes llenar una solicitud y presentar original y copia de una identificación oficial. En 10 minutos, el permiso estará listo. Toma en cuenta que el permiso sólo es para un ascenso y, si quieres repetir, deberás tramitar otro.

El monumento está abierto todos los días de 10 a 18 horas; la última visita al mirador es a las cinco de la tarde. Por seguridad, sólo pueden subir seis personas cada 15 minutos.

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