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Yelapa, un edén que descansa a los pies de la selva y las aguas del Pacífico, muy cerca de Puerto Vallarta. (Archivo)

Yelapa, un edén que descansa a los pies de la selva y las aguas del Pacífico, muy cerca de Puerto Vallarta. (Archivo)

AGENCIAS

En este pueblo de pescadores, apenas se ven autos, sólo tiene una calle pavimentada y la energía eléctrica llegó hace 10 años. Ese es su encanto, así como la playa de color esmeralda donde se extiende un buen banco de arena doradita y suave, accesible únicamente por lancha desde Puerto Vallarta.

Yelapa, tanto el pueblo y su playa son pacíficos y bohemios. Muchos extranjeros aterrizaron aquí para abrir hoteles coquetos y ecológicos que se antojan para una luna de miel, como Casa de los Árboles. Una higuera estrangula casi en totalidad la parte interior y las escaleras, las mismas que conducen a las habitaciones, sencillas y dobles, protegidas por un techo de palapa gigante.

Unos cuantos muebles de madera apenas decoran los aposentos. El resto de la casa es de uso comunitario, desde el estudio con biblioteca hasta el comedor, sin paredes y con vista siempre a la selva frondosa. De noche, las ranas, grillos y monos hacen una serenata, que termina con los primeros rayos del sol.

Pay y langosta

A lo largo de la playa, se ve a los pescadores sacando langostas que pueden cocinarse en cualquier restaurante por menos de 200 pesos. Algunos cuentan que esas aguas esmeraldas han hipnotizado a uno que otro famoso, como al cantante Bob Dylan, quien en repetidas ocasiones encontró en Yelapa la inspiración para sus canciones.

También está la historia de doña "Chelly" y sus rebanadas de pay de piña. Ahora, sus descendientes y aprendices son los encargados de vender las rebanadas de casi 12 centímetros de largo. Hay más sabores: plátano, coco y limón, pero el de piña es tan famoso como un pescado zarandeado.

Los niños del pueblo saben otro secreto, el camino correcto para llegar a la cascada Cola de Caballo. Te llevan por 50 pesos, otros pueden pedirte hasta 100. Vas caminando hasta encontrarte con la caída de agua, mide 30 metros y está a 25 minutos de la playa.

La cascada se desploma en una poza enorme, en la que está permitido darse un chapuzón. Por ahí cerca está el cauce del río Cuale, navegable en kayak y fácil de ubicar si has visto la película La noche de la iguana.

Un paseo a caballo para muchos podría resultar un tanto aburrido, pero éste no es nada común porque te lleva a visitar artesanos que trabajan la madera del palo de rosa, transformándola en floreros y hasta palillos chinos. El paseo también te lleva a ver el atardecer junto a jóvenes que tocan tambores y encienden fogatas en la playa.

También, verás huicholes vendiendo pulseras con colas de escorpión incrustadas. Simbolizan el enfrentamiento a los propios miedos.

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