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Desorden vial

NUESTRO CONCEPTO

Uno de los grandes pendientes de las administraciones locales es poner orden en las calles de las ciudades de la Comarca Lagunera. La situación de conurbación obliga a las autoridades de ambos lados del lecho seco del río Nazas a coordinarse para establecer medidas que redunden en propiciar una armonía en materia de vialidad. Hasta ahora, la única estrategia en la que se ha alcanzado un acuerdo es la unificación del reglamento de movilidad, el cual opera en las cuatro urbes de la zona metropolitana de la región. Si bien se trata de un gran paso, resulta insuficiente.

El primer problema con el que los laguneros se enfrentan en este tema es el de la planeación. Las ciudades han registrado en las últimas décadas una importante expansión de la mancha urbana, pero ésta en su mayoría se ha realizado sin orden y privilegiando el uso del automóvil sobre otras formas de movilidad.

En este tenor, los usuarios de autobuses y bicicletas y los peatones se encuentran en desventaja frente a los propietarios de automóviles que saturan las calles de la ciudad. Y aunque la preferencia en el nuevo reglamento vial está centrada en quienes carecen de carros, la realidad es que no existen las condiciones físicas indispensables para que esto se respete. Los ciudadanos de a pie, de bicicleta o de transporte público tienen que enfrentarse diariamente a un ambiente que les es hostil.

Pero la gran cantidad de recursos que se invierten en obras de infraestructura para unidades automotores no ha logrado mejorar el tránsito en las calles, agilizar los trayectos y disminuir el riesgo de accidentes. Sobre esto, existen varias explicaciones. Por una parte está la mencionada falta de planeación; casi siempre cuando se proyecta construir un paso a desnivel o un “crucero inteligente” es porque el conflicto vial ya existe. Las medidas de las autoridades suelen ser reactivas y no preventivas.

Por otro lado se encuentra una generalizada falta de cultura vial de los conductores, lo cual provoca que el reglamento quede en letra muerta y que los flujos y espacios restringidos, al igual que la preferencia, no se respeten. A esta falta de cultura se suma una deficiente señalización y un equipamiento urbano insuficiente. Por ejemplo, los nuevos límites de velocidad no están debidamente especificados en las calles, los problemas de la sincronía de semáforos son frecuentes y la ausencia de pintura para demarcar carriles y cruces peatonales es la constante.

Por si fuera poco, los cierres de calles de colonias debido a la inseguridad ha generado un aumento del aforo vehicular en vías ya de por sí congestionadas. En otras rúas de sectores residenciales, los vecinos se han organizado para colocar topes o moderadores de velocidad, muchos de ellos improvisados y sin permiso, con la intención de mitigar el problema de la circulación a exceso de velocidad. Recientemente, el Consejo de Vialidad dio a conocer que en Torreón surge cada día un nuevo bordo. Todo esto contribuye a fomentar una percepción de que en La Laguna existe un auténtico desorden vial.

Aunado a lo anterior, los departamentos de Tránsito y Vialidad de las cuatro ciudades, lejos de cumplir con su función de regular la circulación y hacer respetar las normas, se encuentran al acecho de los conductores para, en el mejor de los casos, cumplir con una cuota de multas o, en el peor, extorsionar a los conductores para obtener de ellos recursos, tal y como la propia autoridad municipal de Torreón ha reconocido luego de múltiples quejas de ciudadanos que la han orillado a emprender un proceso de depuración de los malos agentes viales.

Frente a este escenario, recae en los ayuntamientos la responsabilidad principal de emprender acciones contundentes en varios sentidos: mejorar la planeación urbana y el equipamiento en las calles, proyectar obras viales integrales e incluyentes, hacer eficiente y ampliar el transporte público con una visión metropolitana, incrementar la calidad del pavimento, enfrentar la proliferación de bordos, evitar el cierre de calles arbitrario, promover la cultura vial y obligar a los agentes de tránsito a que cumplan su labor de vigilancia del reglamento y de prevención de accidentes y conflictos viales.

No será fácil, sin duda, pero se tiene que comenzar a trabajar en ello si en verdad aspiramos a ser una zona metropolitana moderna y civilizada.

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