Entre los lugares comunes, hay unos que son peores que otros, el de "propósitos para el año nuevo", me parece uno de los más desafortunados. En los tiempos de medición, no contamos con una tabla que nos indique el porcentaje de individuos que fracasa con los propósitos que se proyecta para los nuevos 365 días. La mayoría de las veces, en un contexto de festejo, se asumen compromisos sin dar razón de su viabilidad. Práctica social con poco sentido.
Los peligros de repetir cada año esta práctica son muchos, entre ellos el de ridiculizar la capacidad del individuo, y de los grupos, para hacerse protagonista de su propia historia y transformarla. El peligro de proponerse y no cumplir, puede ser el inutilizarnos a nosotros mismo, fabricarnos un lugar en la indiferencia, y caer en un cinismo cómodo. Afectar el curso cotidiano de la vida o dejarse afectar por él, suena a lugar común, pero es de graves consecuencias la postura que se asuma en este tema.
¿Para qué continuar con una costumbre que cuanto más repetimos, más pierde sentido? Quizá sirva de algo, darle un nuevo sentido a esa misma práctica, romper la lógica del momento de euforia en el que se proponen objetivos, sin dar mayor razón de cómo se llevarán a cabo. Quizá sirva irrumpir el curso de los aspectos de la vida que no nos gustan y digamos por qué, dejar de lado el discurso decembrino políticamente correcto, que nos lleva a dar abrazos sin preocuparme por el otro.
¿Para qué modificar el mainstream de mi vida cotidiana? Sin caer en otro tedioso lugar común, el de "todo está mal", podríamos enunciar una larga lista de razones, enunciemos la que debería ser evidente, la crisis climática. Estamos metidos en un rumbo de vida que, entre otros efectos, deteriora el planeta. Un problema que supera diferencias de izquierdas o derechas, de religiones, de perspectivas de género, etc. En los tiempos de los complejos análisis, se impone una razón tan simple, si no hay planeta no continuaremos viviendo.
Como afirma la letra de una ridícula canción de la temporada navideña: "por eso y muchas cosas más", he decidido algunos despropósitos, es decir. alejarme de la conveniente seguridad personal y vivir el riesgo de asumir responsabilidades en mi círculo de influencia cotidiana, no le invito a que usted haga lo mismo, haga lo que usted quiera, pero la siguiente lista, es una advertencia de lo que sucederá si por casualidad nos encontramos en el camino.
1. Fastidiaré a mis vecinos. Tendré el despropósito de organizar la basura que generamos, no los dejaré tranquilos en ese tema.
2. Haré comentarios incómodos en las sobremesas. Enunciaré preguntas sobre la legalización de la marihuana, el aborto la adopción gay, etc.
3. Evidenciaré mis fobias y las de los demás. Repetiré hasta el cansancio cómo aprendí a rechazar personas y a aceptar a otros; cuestionaré las construcciones sociales que nos llevan al miedo, o a la repulsión, de determinados grupos humanos.
4. Provocaré tráfico. Cada ocasión que vea que no se le da el paso al peatón, interpondré mi bicicleta entre los automovilistas para dejar pasar a los transeúntes.
6. Me reuniré con gente que no piensa igual que yo. Dejaré que mi perspectiva se vea afectada por otros con los que no coincido en muchas cosas.
7. Desperdiciaré tiempo. Incluiré en mi lista de amistades a personas de las que no puedo recibir nada a cambio, a gente que es considerada "desechable" o "insignificante".
8. Cambiaré cifras. Los seres humanos, víctimas de la violencia, no serán un simple número o una causa, sino rostros e historias concretas.
9. Seré un desadaptado. Seguiré preguntando a los distintos sectores sociales qué hacíamos mientras se generaba la megadeuda en el Coahuila.
10. Seré globalifílico y globalifóbico al mismo tiempo. Reflexionaré lo que sucede más allá de las fronteras que hemos construido, y actuaré en lo local, en mi reducido campo de influencia donde no hay otro responsable más que yo.