Con emoción, a todos aquellos que luchan porque la ciudad sea nuestra.
La expresión 'días de guardar' remite casi automáticamente al antiguo precepto de 'santificar las fiestas'. Toda la semana es para trabajar, para 'estar en el mundo'. El domingo, normalmente este día, cesa toda actividad laboral, se hace un alto en el camino, se recupera el sentido del absoluto. Es el día para descansar, estar con la familia, platicar largo en la sobremesa, rehacerse, quizá en la tarde ir al cine y prepararse, ya al final, para iniciar el nuevo ciclo semanal.
Como consejo de sabios abuelos, un día tiene que ser diferente al resto de la semana. Una semana al año también tiene que suspenderse la rutina y descansar.
A todos nos viene muy bien el alto que nos regala la vida en esta Semana Santa de 2015. Pienso ahora en todos aquellos que dedican su tiempo, energía, talento a construir cotidianamente un mundo mejor, un mundo donde quepamos todos.
Bien sabemos que la complejidad de las sociedades contemporáneas no permite que una voluntad individual sea suficiente para diseñar los destinos de toda una ciudad. Cada colectividad funcionan como una maquinaria bien aceitada, donde cada quien ejerce una función específica y bien determinada.
Sin teorías, hemos creímos en la idea de ciudadanía, es decir, en el doble proceso por el cual recuperamos el valor inherente que como persona tenemos cada uno de nosotros, pero también el sentido de pertenencia a la colectividad de la cual formamos parte y con la cual tenemos obligaciones que cumplir.
Creímos que podríamos desplegar esta idea como un modo de vida para el cada día. Creímos que bastaba con la mera voluntad, que era suficiente con perseverar. Claro, ese es el primero paso, pero no es suficiente. Hoy nos vemos desgastados, fastidiados. Los poderes contra los que luchamos son formidables. No únicamente a estos que tenemos en frente, que de por sí ya pertenecen a una trama mucho más compleja de relaciones, sino hacemos frente a una mentalidad de sumisión, autoritarismo, tutelaje, profundamente arraigada en ellos y en nosotros.
Los presupuestos iniciales se colapsan. Crisis es un término médico que implica el punto de inflexión donde la enfermedad se agudiza y ocurre el desenlace fatal o bien el paciente se recupera y sale adelante.
Hemos de hacer acopio de fuerzas para seguir adelante, aprovechar estos días de guardar para corregir el rumbo, replantear las estrategias, retomar fuerzas. La tentación, por usar nuevamente el lenguaje religioso, del desánimo es más que patente, acecha nuestro entusiasmo. Y nadie va a venir a rescatarnos. Somos nosotros quienes tenemos que hacernos cargo de nosotros mismos. Tenemos que hablar, intercambiar experiencias, escucharnos unos a otros, animarnos mutuamente, pensar nuevamente juntos, renovar las estrategias, recuperar el sentido. Tarea no fácil.
Por cierto, que Carlos Monsiváis tiene un libro con el mismo título de esta columna y de ahí abrevo la inspiración para estas líneas. En él hace un recuento de su tema, la cultura de la ciudad de México en el siglo XX a partir de movilizaciones sociales y sus reacciones, enmarcadas en el calendario religioso. Recupera letreros de anuncios en el periódico, frases dichas en canciones populares, pintas en la pared. Y sí, ahí habla de la lucha social, del contexto religioso inevitable, de las aspiraciones de la clase media, de la lógica de mercado metida en la vida cotidiana, de las defensas que surgen ya espontánea ya organizadamente. De todo.
Que estos días de guardar nos sean de provecho a todos y recuperemos todo eso que llevamos avanzado y contemplemos con emoción lo que nos falta por recorrer. Ahora que nos hemos echado a andar y sabemos, ya no en teoría, sino en la práctica, las implicaciones que tiene nuestra decisión de caminar hacia adelante.
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