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Dios providente, hombre indiferente

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

Al inicio de la cuaresma que culmina en esta Semana Santa, el Papa Francisco emite un mensaje titulado "Fortaleced vuestros corazones", en el que en esencia pide la renovación de la Iglesia y de cada uno de los fieles, a partir de la apertura a la Gracia de Dios.

El Papa nos invita a que amemos al Señor "porque Él nos amó primero" y no es indiferente a nosotros. En efecto, Dios está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. En otras palabras Dios es providente es decir ve por nosotros, en tanto que lo propio de nuestra humanidad, es tender a la indiferencia.

En contraste dice Francisco, a los hombres nos ocurre que cuando la estamos pasando bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de nuestros semejantes y por falta de interés, nos pasan desapercibidos los problemas, sufrimientos e injusticias que padecen los demás, en virtud de que hemos blindado nuestro corazón con la más dura indiferencia.

Esa actitud egoísta de indiferencia según le Papa, ha alcanzado el día de hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de la globalización de la indiferencia, lo cual implica un reto a vencer para los cristianos.

La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real para los cristianos, a pesar de que sabemos que Dios nos ama hasta el punto de que Cristo dio su vida por la salvación de cada hombre.

En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y en la resurrección del Hijo de Dios dice el Papa, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra, y la Iglesia mantiene abierta esa puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos y el testimonio de la fe, que actúa por medio de la caridad.

Una nota interesante del mensaje papal, es que concreta la enseñanza referida con anterioridad en la acción directa dentro de la comunidad humana, través de la vida parroquial y de las organizaciones intermedias de la sociedad, a fin de que no nos perdamos en la generalidad de "un amor universal", que nos hace ciegos frente a la realidad del mundo inmediato que nos circunda y por ello Francisco exclama: "…¡cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio de la indiferencia!...".

El Papa se refiere a la contradicción que implica la tentación de la indiferencia, frente a la saturación de noticias e imágenes tremendas impregnadas de violencia y muerte que no obstante, suelen provocar en nosotros un sentimiento de incapacidad para intervenir y hacer algo para mejorar nuestro entorno, provocando con ello una espiral de horror y de impotencia.

Lo anterior debemos asumirlo lo mismo frente al abuso de poder, la injusticia y la impunidad que imperan en nuestro país, que en relación a la persecución y hasta el martirio de muchos hermanos nuestros en otras parte del mundo por causa de su fe.

La solución que propone en su mensaje el Papa, recomienda la oración personal y comunitaria, así como la práctica de la caridad concreta frente a las necesidades tan grandes de todas clases que existen y que nos esclavizan, y nos invita a abrirnos a la realidad, para vencer el vértigo de la globalización de la indiferencia.

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