En el ejido Jimulco vive Don Lolo, tiene 66 años y desde que tenía 13, empezó junto a su padre a "quebrar magueyes". Durante toda su vida se ha dedicado a la agricultura, aunque en la temporada de Semana Santa combina su actividad con el trabajo de los magueyes.
Don Lolo es de las pocas personas que aún continúa con la tradición de extraer el aguamiel del maguey, la que luego mediante evaporación la convierte en la rica miel prieta que se emplea para bañar las torrejas durante la Cuaresma.
Aunque no se está seguro del momento en que comenzó a explotarse la planta para obtener el aguamiel, existen evidencias de que los mexicas de Cohuatitlan, después de que conocieron el maguey y la elaboración del pulque, fueron a Chalco, a traer magueyes y plantarlos para luego obtener el aguamiel y hacer el pulque. Esto confirma lo que algunos han escrito, de que probablemente ya se explotaba en las etapas incipientes de la agricultura en México, hace aproximadamente 8,000 años.
Bernardino Sahagún en su Historia General de las cosas de la Nueva España, escribió lo siguiente sobre la extracción del aguamiel: "el que vende miel tiene magueyes, y suele vender vino de la tierra (pulque) que hace de la miel del maguey, la cual cuece primero, o la hierve, y porque nunca le falte la miel, suele plantar los hijos de los magueyes, y después que son ya grandes cava o agujera o ahoya el meollo dellos; y ansí ahoyados, ráspalos muy bien para que mane la miel de que hace pulcre, cociéndola o hirviéndola primero, e hinche en cántaros o cueros della para guardalla. La miel que vende es espesa que parece que está cuaxada, muy dulce, sabrosa…"
En aquel tiempo, el aguamiel se extraía con un instrumento hecho con el fruto seco de una variedad de calabaza, llamado acocote, palabra del náhuatl que viene de acocohtli, un especie de tubo enorme con extremidades angostas y muy ancho en el centro. Previamente, el tlachiquero, palabra que tiene sus orígenes en el náhuatl tlachiquiliztli, removía las hojas centrales del maguey, quedando una cavidad en la que brota el aguamiel, esto lo mantenía mediante un raspado diario y después de unas horas con la ayuda del acocote, sorbía el dulce líquido hasta la parte ancha del instrumento para después depositarlo en un recipiente.
Nuestra cita con Don Lolo era a las 11 de la mañana, íbamos a platicar primero con él y después iríamos al área del ejido en donde tiene el aprovechamiento de los magueyes. A la una de la tarde llegamos al sitio donde se encontraba el magueyal, era un área pequeña en la que se encontraban dos tipos de magueyes, el verde era pequeño y, a decir de Don Lolo, su aguamiel es "picosa" y no la aprovecha. El agave gris o maguey del cerro, predomina y es el que usa, cerca de 80 magueyes grandes habían sido "quebrados" y en el centro de cada planta después de haberse quitado las hojas, aparecía una cavidad que estaba tapada con una piedra.
Don Lolo es el tlachiquero, por la mañana muy temprano raspa el fondo de la cavidad de cada maguey y la tapa con una piedra. Luego regresa a la una de la tarde y con parsimonia, calma chicha y sorprendente orientación, inicia la extracción del aguamiel con un acocote fabricado por él mismo. Es un tubo de plástico negro con una botella de medio litro pegada en un extremo, que tiene un orificio en la base por donde sorbe el líquido acumulado en la cavidad del maguey, el cual se almacena temporalmente en la botella, y después lo deposita en un frasco de cinco litros, soltando el vacío generado por la succión.
La tarea se repite una y otra vez, Don Lolo se mueve de maguey en maguey con la certeza infalible de las abejas en las flores. Mientras esto ocurre, Don Lolo nos cuenta sus anécdotas, y nosotros hacemos preguntas, así nos dimos cuenta que todos los magueyes aprovechados ya no se van a recuperar, no obstante, nos muestra la gran cantidad de hijuelos de diferentes edades que se encuentran en torno a cada uno de los magueyes aprovechados. El siguiente año, se moverá a otro lugar y no volverá al sitio actual hasta que el magueyal se encuentre totalmente recuperado.
La rotación de los sitios aprovechados y la explotación de un número de magueyes acorde a su capacidad de trabajo, han permitido un aprovechamiento sustentable, que se manifiesta no sólo en la conservación del ecosistema sino también, en la permanencia generacional de una técnica que se ha enseñado de padres a hijos desde hace miles de años.
Es fascinante encontrar en un contexto general de destrucción del hábitat, incluido el del hombre, de pérdida de biodiversidad, de calentamiento global y cambio climático, un sencillo sistema de producción que ha perdurado en el tiempo, en el caso de Don Lolo, por lo menos tres generaciones.