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Don Ramón Sotomayor Woessner

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE

Me apena mucho el fallecimiento de Don Ramón Sotomayor Woessner, maestro de la fotografía y uno de los pilares de El Siglo de Torreón a lo largo de seis décadas.

A Don Ramón lo conocí siendo yo un niño. De carácter afable y acusada visión, Don Ramón fue un caballero en toda la extensión de la palabra, y un profesional de su oficio a quien vamos a extrañar y mucho.

Contemporáneo de mis abuelos y de una generación que poco a poco se está yendo, generación a la que le aprendí mucho y que quizá en algunos sentidos fue mejor, o por lo menos distinta.

Existía en todos ellos un sentido del trabajo, el esfuerzo y la rectitud sin cortapisas.

Presencia familiar en los pasillos de El Siglo, cada noviembre cuando Don Antonio de Juambelz y Bracho cumplía años -murió casi a los ciento uno-, Don Ramón acudía a la casa del fundador de este diario, ubicada en la Avenida Morelos, muy cerca de la Alameda, a tomar placas del festejado y su familia.

En una nota aparecida en la sección de sociales hacia 2004, Don Ramón contaba un poco de sus inicios, con la naturalidad que le era característica:

"Empecé como fotógrafo ambulante, en un principio me daba vergüenza con las muchachillas, era malo para las fotos, les cortaba parte de la cabeza, el trabajo regía en retratar a la gente que pasaba por la calle, mi centro de trabajo y el de todos los fotógrafos de ese entonces era la avenida Hidalgo y Cepeda; me instalaba en el antiguo Correo, que después ocupó conocido almacén de prestigio, utilizábamos cámaras de Bray de rollo de 100 pies, ahí conocí a queridos empresarios como a don Miguel Papadópulos, Francisco Martín Borque, Luciano Arriaga, los señores Lack y Villarreal, entre otros".

Sobre su llegada a El Siglo de Torréon, Sotomayor Woessner le platicó a la reportera Rocío Rodríguez Pineda, quien signa la nota de 2004 a la que hoy hago mención, lo siguiente:

"Corría el año de 1952 cuando Pedro Segovia, único fotógrafo de sociales de este periódico, le invita a trabajar como su ayudante; así transcurrieron cuatro años hasta que el señor se retiró y el director de la empresa, don Antonio de Juambelz, le mandó llamar para colaborar en sociales. En aquel tiempo se trabajaba en frío -plomo-, tiempo más tarde se cambió al sistema de impresión Offsett o sea de caliente a frío, recuerda vívidamente".

"Fui a bodas espectaculares que se celebraban en el Casino de La Laguna, en ese tiempo las parejas se casaban en sábado y por la tarde. Por ejemplo, fui a los banquetes del doctor Franco y señorita Fajer, del doctor Tinajero con la señorita González Fariño, Ernesto González Domene con Pilar Madero, Alberto González y señorita Lamberta, del ingeniero Jiménez y Abigaíl Saracho, las bodas de los hijos de la señora Ortiz de Bredeé, también estuve en la primera boda de noche que se celebró en Torreón que fue la de Mario Villarreal Rodríguez y Aída de la Garza, a la ceremonia vino el Arzobispo de Saltillo; este acontecimiento causó sensación, recuerdo que la gente se concentró en las afueras de la iglesia".

"Cómo olvidar los espectáculos sociales que hacían para obras altruistas las señoras Rosa María Ortiz de Bredeé, Carmen Pámanes de Haces Gil, Lucía de Fernández Aguirre, aquellas importantes convenciones de banqueros. No obstante recuerdo aquellos inolvidables bailes de Blanco y Negro, las noches de Año Nuevo en el Casino de La Laguna, la Feria del Algodón y la Uva, entre otras…"

Vaya a su estimable familia, un abrazo lleno de afecto y cariño, muy particularmente a sus hijos, que he tratado y estimo. Ramón y Érick sin duda heredaron su visión, talento y amor por la fotografía.

Recuerdo que en compañía de Érick, he realizado una serie de entrevistas de alto perfil para esta casa editora. Aprendimos mucho y nos divertimos más; yo observando los talentos de los Sotomayor en su faceta de reporteros gráficos.

Siempre, cuando veía a Érick o a Ramón hijo, les pedía que me saludaran a su papá. En cambio, cuando divisaba a Don Ramón en cualquier evento, el que corría a saludarlo era yo.

El "hubiera" no existe, pero debí haberlo entrevistado. Hoy me arrepiento.

Mi respeto, admiración y gratitud. Hasta siempre, Maestro Sotomayor Woessner.

Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas @patoloquasto

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