La relación entre educación y comercio exterior son factores que se encuentran detrás de la pobreza. Educación, comercio exterior y pobreza son tres asuntos que se enmadejan inextricablemente.
El Coneval y la ONU tienen diferentes formas de medir la pobreza. Desde cualquier ángulo que se la vea, la pobreza afecta a un porcentaje muy importante de la población mundial, en la que cada día los más tienen menos y los menos tienen más. Son muchas las explicaciones que pueden identificarse como causas, pero aún sin consenso sobre ello, es útil identificar algunos de los factores que conducen a la pobreza.
Para nosotros en México, dos son los hechos más significativos. Por una parte, está la desarticulación de la educación pública primaria y secundaria que padecemos desde hace muchos lustros y que priva a millones de niños y jóvenes de los instrumentos elementales para enfrentarse a los retos de la vida. No se trata de superar sus escuálidas circunstancias, sino muchas veces para siquiera mantener una mínima subsistencia.
En contraste, las demás clases envían a sus hijos a escuelas privadas que por lo general no los preparan para contribuir con su trabajo al engrandecimiento del país. Por lo general imparten cursos dirigidos para adiestrarlos a ser meros operadores de un sistema socioeconómico que perpetúa el materialismo egocéntrico. El resultado aboca en una sociedad donde no hay ni solidaridad ni metas por encima de las ganancias monetarias personales. Las más de las veces los planteles privados no pueden separarse del aspecto mercantil que se expresa en las exageradas colegiaturas, respaldadas en instalaciones faraónicas. Pasan por alto su misión de preparar a ciudadanos con visión nacionalista y solidarios con las mayorías.
Por otra parte, la inequidad social que el sistema económico genera no ofrece oportunidades reales a las mayorías para mejorar su situación. La notable ineficiencia del sistema económico desaprovecha la vasta riqueza de recursos humanos y materiales de nuestra sociedad. No se abren cauces facilitadores para que los miles y millones de individuos encuentren opciones dignas para emerger como una fuerza de trabajo eficiente y capacitada.
La anterior situación se revela en la exagerada concentración productiva en empresas que sólo ensamblan componentes extranjeros. La situación resulta en el desperdicio de la fuerza de trabajo que debiéramos emplear para fabricar los componentes que la industria terminal requiere. Los esfuerzos gubernamentales para ampliar las cadenas de producción no ofrecen, sin embargo, suficientes incentivos fiscales y administrativos. El proceso de la verdadera industrialización de nuestra economía, podría acelerarse significativamente con políticas decididas y comprometidas a ese fin, lo cual no está sucediendo hoy día.
En este sentido, lo que hasta ahora se conoce, por cierto, de la negociación del TPP, no aporta las directivas suficientes y adecuadas, A pesar de los múltiples elogios que hasta ahora ha recibido la negociación del TPP, éste, por su misma característica, es un mero acuerdo de facilidades arancelarias con normativas que habrán de complementarlo como la vigencia de licencias, la protección de la propiedad intelectual y reglas de origen, entre otros más. Hasta ahora sólo se observan facilidades que se otorgarán a las grandes inversiones.
Mientras México no cuente con una política industrial que integre estrategias de comercio exterior, no se podrá prever la incorporación al desarrollo nacional incluyente de las decenas de millones de mexicanos, que no ve otra salida que la desocupación y en el mejor de los casos, la informalidad. De seguir así, la pobreza continuará.
La coyuntura del momento está haciendo claramente descrita por la OCDE que, tristemente, ubica a nuestro país en los últimos lugares del desarrollo.
La pobreza de México, independientemente de todos los demás factores que se deseen señalar como sus causas, no podrá atenuarse sin una enérgica política educativa, articulada con una eficaz estrategia económica, a fin de solucionar los altos niveles de pobreza. Estos dos procesos se apoyan recíprocamente y no pueden separarse. El que no avance uno de los dos elementos irremisiblemente frenará al otro.
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