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El Barrio de la Alameda

Mirando a fondo

VÍCTOR GONZÁLEZ AVELAR

ENTRADA.- Como estamos por terminar el año en conveniente entrar en los recuerdos y añoranzas de aquel Torreón que nos tocó vivir. Estaban muy cerca de los muchachos del "Barrio de la Degollado". Ellos eran los chicos de "La Alameda". Su perímetro era así: al oriente la Donato Guerra; al poniente la González Ortega y al norte la avenida Allende y en su frente sur la Alameda.

En aquellos felices tiempos los jóvenes se reunían en la Alameda para jugar futbolito, comentar los incidentes del día y espiar a las jovencitas del Colegio la Paz.

SOPA.- La pandilla se integrada con Chuy Valdez, José Armando García Triana, Jorge Segura Gurza, Enrique Sada Quiroga, Jorge Rolando Garnica, los hermanos Torres Jardón, Antonio, Paco y Manolo Faya, Alfonso y Leopoldo Solares, Antonio Ibarra, Memo Máynez, Ismael Dávila, Sergio Alvarado, Tito Canales, el Cristalino Segura, Blas Sosa y Jorge Duéñez. Fue un grupo de jóvenes que con el tiempo lograrían distinguirse en la vida profesional, empresarial y en la mismísima política.

Frente de la Alameda se encontraba el histórico colegio "Colegio Luz". Eran alumnas en aquellos tiempos María Rosa Bredé, Velia Margarita Guerrero, Beatriz García Peña, Marilú Kiuster, Gloria Valdez, Marta Galán entre otras.

Con sus azules crinolinas y blancos delantales salían muy confiadas de su escuela, pero corrían cuando topaban para su mala suerte, con algunos de los jóvenes de aquel barrio. Todos tenían fama de maloras y galanes irredentos.

PLATO FUERTE.- Al centro de la Alameda existía un puesto de gaseosas a base de agua carbonatada y concentrados de sabores. Era el agua de raíz (Root Beer) y el Orange Crush las bebidas de moda. La dueña de aquel oasis en medio del desierto era la señora Mota, cuyo hijo por cierto, llegó a ser General del ejército.

Durante la temporada de la serie mundial de beisbol los jóvenes se movían hasta el estanquillo de "Luis" ubicado en la esquina de la Alameda (González Ortega y avenida Juárez) y ahí por cinco centavos valor de un refresco, se podía disfrutar vía la radio, la voz del inolvidable Bob Canel narrando maravillosamente los partidos beisboleros.

Pero como a los muchachos se les prohibía entrar al Casino de la Laguna no obstante su afición al baile, aquellos organizaban a su modo las famosas "tardeadas" en las casas de amigos y amigas.

Los más habituales organizadores eran Jesús Valdez, Gloria de la Garza, Gloria Valdez y Carmelita Berlanga, entre otras. En aquellas blancas e inocentes reuniones se iniciaban los primeros escarceos del noviazgo. La música sonaba en tocadiscos que reproducía melodías de moda, generalmente de las grandes bandas en los enormes discos de 33 revoluciones pm.

Ahí no se permitía ningún tipo de bebidas y las señoras madres vigilaban personalmente y con acrecentado celo, aquellas reuniones para evitar cualquier acto que pudiera llegar atentar en contra de la moral y las buenas costumbres.

Algunos muchachos, más con el fin de darse valor para sacar a bailar a una muchacha, que por otra cosa, metían de contrabando una pequeña anforita de Bacardí. Hasta ahí llegaba el desorden en aquel mundo que aún no había perdido su inocencia.

POSTRE.- Los años pasaron y cada uno de aquellos muchachos de la juventud dorada tomó su camino. Del viejo barrio únicamente queda hoy el lote baldío en donde estaba la casa Dr. Valdez Muriel, una serie de comercios y vendimias de gorditas, un Registro Civil y la policlínica. El Colegio Hispano Mexicano, la residencia de la familia Madero y la casa del reconocido cardiólogo Enrique Sada fueron derruidas. Sobreviven de milagro la casa en que vivió Don Alfredo de la Parra padre de La Ruca y en donde habitó Doña Agripina madre de don Román Cepeda Flores, quien fuera gobernador de Coahuila. Subsisten también, la casa que fuera de don Ernesto González Cárdenas cabeza estirpe de una gran familia lagunera y la de Don Emiliano Saravia.

DIGESTIVO.- Con el tiempo todos aquellos jóvenes tomaron su propio camino. Hoy aquel barrio es otro y muy diferente. Solamente se escucha y muy ocasionalmente, el eco del bullicio de aquellos jóvenes en medio de una Alameda hoy violada con horrendas construcciones, obsoletos juegos mecánicos y venta de fritangas.

Nada es para siempre.

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