El camino hacia el arte
Muralismo en México es sinónimo de grandeza, de llegar a un gran número de personas, de ser algo magnífico que impacte de forma inmediata en quienes sean sus espectadores y que la impresión que generen quede marcada, ya sea por el tema, el color o el lugar en el cual se encuentran dispuestos.
Al decir muralismo en México pensamos en tres grandes y al sólo mencionarlo de esta forma llegan a la mente por sí solos los nombres de Rivera, Orozco y Siqueiros, que si bien tienen todo para llamarles grandes, existen también otros nombres, otros momentos en que el muralismos quiso emerger pero que por diversas circunstancias no logró consolidarse, quizá no era el momento, pero la semilla ya estaba plantada y sólo le hacía falta germinar.
El muralismo es la consecuencia de un gran número de factores que tuvieron que combinarse para que pudiera suscitarse el movimiento como tal, la Revolución Mexicana fue uno de ellos ya que realza las raíces del pueblo mexicano, el trabajo y especialmente los rasgos de la población que era vista con desprecio por ser indígena y que ahora se ponían como protagonistas, esto se distingue especialmente con Rivera. También el contenido social que se encuentra plasmado resulta significativo ya que representa la parte histórico-político que imperaba en esos momentos. Retomando la parte artística, que es amplia en riqueza de contenido y técnica, es posible mencionar que Siqueiros es quien pone el contenido de manera enérgica, lo que puede equipararse con la forma de vida que llevó, resuelto a tomar las medidas necesarias para su causa. A Rivera puede vérsele como "el clásico" ya que su técnica es depurada, se puede encontrar una secuencia narrativa en sus obras y en general tiende al realismo, con sus excepciones en momentos específicos del desarrollo de su pintura. Mientras que Orozco, por su técnica y el uso del color de forma casi estridente es semejante al expresionismo que para esa época estaba a la par temporalmente hablando.
Pero el muralismo mexicano emerge incluso antes, Roberto Montenegro (Guadalajara) y Ángel Zárraga (Durango), ellos influenciados directamente por las vanguardias a las que estuvieron expuestos en sus estancias de formación en Europa, por parte de Zárraga, el mural de la Catedral de Monterrey es obra suya, este resulta interesante porque conjunta el arte religioso con el arte moderno, es quizá una combinación osada, pero que los visionarios favorecieron y cuyo resultado es digno de la admiración. Del mismo modo realizó otros tantos en edificios particulares y públicos como el que se encuentra en la embajada de México en París.
Este movimiento fue impulsado no sólo por la situación social, también por la necesidad urgente de que las personas estuvieran cerca del arte, y resultaba más sencillo que el arte, en este caso el mural, estuviera en lugares públicos, que llenar galerías de arte que por definición tiene sus limitantes, es semejante a los mosaicos de la edad media que estaban en las iglesias, su función era educar en la fe, así estos murales tenían una función educativa orientada a los valores que resultaron de la Revolución y los cambios que afectaron al mundo por aquellos años.
Si bien el protagonismo de los artistas del muralismo mexicano son los bien llamados tres grandes, la historia de ellos es más compleja, lo que al tiempo la hace más interesante y rica de conocer. El muralismo es un arte nacional que trascendió fronteras, impactó más allá de nuestra visión nacional e invitó a los demás a conocer la riqueza de pensamiento que se generó en el país a lo largo de su desarrollo.
