El camino hacia el arte
La belleza del arte en la Nación es símbolo de orgullo, también signo de la evolución de las artes y técnicas así como de quienes las realizan. El arte en sus diferentes modalidades brinda no sólo el punto de vista estético de las historias que cuenta la evolución de un pueblo a través de tiempo. Las artes son signo también signo de desarrollo cultural, social y económico. Ya que su funcionalidad estará sujeta a lo que su contexto pida. Es decir, si se encuentra en un sitio responderá a la situación de ese lugar.
Esta característica hace del arte una manera dinámica de entender las ciudades, las personas o las sociedades. Quizá resulta útil que las ciencias sociales como la psicología, la sociología, la historia o incluso la economía tomaran el arte como un referente en su campo para un estudio a profundidad.
Sin embargo, ¿qué es lo que significa el arte para un país? Eso naturalmente lo definirán las personas que lo conforman, pero sin duda esa conceptualización será entendida desde la perspectiva de los valores compartidos.
Por ello lo sublime y lo funcional pueden fundirse en un mismo elemento que estructure una forma de funcionar como sociedad y como individuo. Desde el valor que represente como objeto artístico, como mercancía de consumo (ampliamente debatido en el "mercado del arte" actual) o como icono que enmarque la identidad de un lugar.
¿En México el arte que representa? ¿Qué significa para un mexicano tener una obra de arte frente a sí? Pluralidad de respuestas pueden llegar en forma de cascada e igualmente habría cabida para más opciones. De forma que en cada etapa por la cual ha atravesado el país las respuestas diferirán: ¿Qué pensamos y sentimos ahora del arte novohispano contrastado con aquellos que vivieron la época del México independiente que acababa de librarse de la monarquía? Si la pregunta invita a la reflexión, entonces se puede continuar agregándole elementos que cuestiones no únicamente de la funcionalidad que brinden, el sentido con el cual fueron creados y posteriormente recibidos por los observadores es el diálogo en el cual se pueden responder las preguntas de forma enriquecedora.
Por otra parte es cierto que La Academia de San Carlos contribuyó en las primeras formas de un arte propio con ayuda de lo que se veía en Europa, algo desfasado temporalmente, pero que halló un buen posicionamiento en el interés de los jóvenes que ahí estudiaban. Pero la razón por la cual encontró un espacio para su desarrollo no está fuera en lo llamativo de las vanguardias o el exotismo de las tierras lejanas, está en el deseo o necesidad de quienes se vieron impactados por ello y decidieron apropiarse de esa experiencia y generar algo nuevo, algo propio. Ahí germinaron los vanguardistas mexicanos, el impresionista o los muralistas. Fuera del campo de las artes plásticas también los hay menos o más conocidos, pero presentes para dar fe del mismo proceso pero plasmado en otros medios.
La belleza del arte en México está dentro y fuera los cánones que la explican, se encuentra en el sentir y en el pensar de quienes admiran su forma, el sentido ante su creación y quien le brindó mediante diferentes herramientas un lugar en la realidad tangible. Esa belleza está enmarcada en las paredes de los museos, sujeta en pedestales, plantada en el paisaje a manera de pirámide que juega con la luz y las sombras, en las calles amplias o angostas que de mármol cubren finas fachadas con imponentes ventanas de herrería.
La belleza está ahí, es cuestión sólo de verle con detenimiento para darse cuenta de que por cotidiano que parezca su habitual lugar nunca pasará desapercibida para quien desee encontrarla.