El pasado 23 de agosto, Francisco, Papa de los católicos, habló ante el Senado de los Estados Unidos de Norteamérica y su discurso ha dado la vuelta al mundo, por definir el estado ideal del mundo al país poderoso y a reflexionar sobre la realidad y las inconveniencias de seguir el mismo camino.
Desde luego que con gran inteligencia y humildad habló claro, apoyándose en los ideales de héroes de ese país y sus palabras despertaron aplausos, de pie, de los asistentes. Le invito a revisar algunos de sus conceptos y tratar de adaptarlos a nuestra realidad regional y nacional.
Refiriéndose a la violencia de "los radicales" dijo: "Combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas, requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar"; desde luego que se refería al terrorismo y las guerrillas, pero también a la fuerza desmedida aplicada por los norteamericanos.
Y ¡claro que lo entendieron!, otra cosa será ver su reacción.
El remate no tiene desperdicio: "Sabemos que en el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior. Copiar el odio y la violencia del tirano y del asesino es la mejor manera de ocupar su lugar. A eso este pueblo dice: No."
Trató la xenofobia con delicadeza, pero firme e inteligentemente: "No nos asustamos de los extranjeros, porque muchos de nosotros hace tiempo fuimos extranjeros. Les hablo como hijo de inmigrantes, como muchos de ustedes que son descendientes de inmigrantes". Luego citó la propia Declaración de Independencia de EUA: "Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que han sido dotados por el Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos está la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". Nuevos aplausos ante la incomodidad de algunos radicales republicanos, caso probable del loquillo Trump.
También orientó su mensaje a la atención para con los pobres y les dijo: "La política responde a la necesidad imperiosa de convivir para construir juntos el bien común posible, el de una comunidad que resigna intereses particulares para poder compartir, con justicia y paz, sus bienes, sus intereses, su vida social".
Luego abordó la postura liberal y hasta libertina de algunos demócratas, en relación al tema del aborto y la defensa de la vida: "El parámetro que usemos para los demás será el parámetro que el tiempo usará con nosotros. La regla de oro 'no hagas a otros lo que no quieras que te hagan' nos recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana en todas las etapas de su desarrollo".
Remató pidiéndoles la abolición de la pena de muerte y hubo más aplausos -de pie- y más caras de incomodidad.
Luego abogó por los pobres del tercer mundo y su relación patronal diciéndoles con delicadez su verdad: "La actividad empresarial, que es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos, puede ser una manera muy fecunda de promover la región donde instala sus emprendimientos, sobre todo si entiende que la creación de puestos de trabajo es parte ineludible de su servicio al bien común".
Sobre la venta y tráfico de armas, donde el primer beneficiado es el industrial americano: "¿Por qué las armas letales son vendidas a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indecible sobre los individuos y la sociedad? Tristemente, la respuesta que todos conocemos es simplemente: por dinero; un dinero impregnado de sangre, y muchas veces de sangre inocente". Y también todos los senadores entendieron y aplaudieron.
Luego hizo un llamado a defender la ecología del planeta.
Por último, defendió la institución de La Familia: "Cuan fundamental ha sido la familia en la construcción de este país. Y cuan digna sigue siendo de nuestro apoyo y aliento. No puedo esconder mi preocupación por la familia, que está amenazada, quizá como nunca, desde el interior y desde el exterior. Las relaciones fundamentales son puestas en duda, como el mismo fundamento del matrimonio y de la familia. No puedo más que confirmar no sólo la importancia, sino por sobre todo, la riqueza y la belleza de vivir en familia".
Desde luego que estamos dialogando sobre el tema del humanismo y el bien común que, en el caso de Francisco y su visita a los Estados Unidos de Norteamérica, no tiene desperdicio.
Hagamos la tropicalización a nuestro actuar como mexicanos y reflexionemos sobre su discurso y que tanto estamos cayendo en los mismos errores que mantiene la parte negativa de la constitución de la raza humana.
Esperemos la respuesta de los poderosos a éste, quizá, último llamado a la cordura. ¿Cree que influirá en algo?
ydarwich@ual.mx