Gran error afirmar que durante los domingos no pasa nada ni suceden eventos de importancia. Con una escasa diferencia de cuatro horas, el pasado fin de semana asistimos a sendos anuncios de Ricardo Anaya y Margarita Zavala, respectivamente. Pese a sus asegunes, dichos mensajes han cimbrado a la opinión pública e inevitablemente adelantan el reloj por la carrera presidencial.
Obedecen ambos sucesos no aislados, estoy cierto, al efecto positivo que ha significado el triunfo de Jaime Rodríguez "el Bronco", en Nuevo León. Ante la amenaza que para los partidos políticos representa la figura de los candidatos ciudadanos e independientes, intuyo premura en el ambiente; también angustia.
Si los partidos no comienzan a hacer las cosas de manera distinta, el resquebrajamiento del sistema, tal como lo conocíamos, comenzará a gestarse con mayor rapidez.
O se renuevan, o los partidos tradicionales terminarán por morir y ello se sabe, aunque nadie admita abiertamente la amenaza de una reforma político-electoral donde los ciudadanos pueden participar sin ceñirse a las propias estructuras y hegemonía del sistema.
Por un lado, el joven Ricardo Anaya a través de un video espléndido en fondo y forma, anuncia su intención de dirigir al PAN y relanzarlo. Fresco en su aproximación y balance de las cosas, sin cortapisas Anaya admite yerros, fracasos y desafíos. Son muchísimos…
No de facto o abiertamente, pero Anaya tiene y debe romper y distanciarse del discurso y mentorazgo de un Gustavo Madero triunfalista, desapegado de la realidad e incapaz de afirmar lo que muchos sabemos: que es el timonel de un barco a la deriva.
Los resultados obtenidos en la elección intermedia, magros por decir lo menos, precisan de nuevos bríos, de acercarse y conectar con el electorado y también de retomar valores frente a tiempos donde a escala mundial, casi nadie cree y le es adverso lo alusivo a política y políticos.
Ricardo Anaya no la tiene nada fácil, pero es hombre de retos. Su juventud y trayectoria hasta ahora prácticamente impoluta -ojalá así se mantenga- serán factores que le benefician y de los que podrá echar mano. Si suma y no divide, podrá enderezar el barco o, por lo menos, evitar su hundimiento.
Del otro lado, Margarita Zavala sorprendió con el madruguete del año. Anuncia su intención de contender por la presidencia no de Acción Nacional, sino de la República. Con niveles de aceptación y positivos que muy pocas figuras a nivel nacional tienen, Margarita entra a una carrera donde no por madrugar, necesariamente amanece más temprano.
Mujer de amplios talentos y credenciales propias, Margarita sabe que abrir las cartas de su juego a estas alturas, por un lado apuntala su imagen y nivel de reconocimiento entre los ciudadanos y por el otro, inevitablemente la sitúa como flanco de nuevos ataques que, déjame decirte, no serán precisamente tersos.
Sus oponentes le apostarán entre otras cosas al desgaste, a los negativos y al debate que genera la administración de su marido, Felipe Calderón, frente a la historia. Aunque no sean suyos, a Margarita buscarán achacarle los triunfos y fracasos del calderonismo y cobrarle un sinfín de facturas pendientes.
En su caso, más que otra cosa, la victoria estriba en capotear los embates, y en no cometer errores. A vencer, los enemigos de Don Felipe, que no son pocos, y los suyos. No hay batallas fáciles. Esta, anticipo, no será imposible de librar, pero sí muy difícil.
Ahí pues, el llamado efecto "Bronco". Jaime Rodríguez adelantó quizá sin pretenderlo, las manecillas de un reloj que marcaba las horas de un viejo sistema que ha comenzado a desmoronarse. Los tiempos de antaño, aquellos a los que todos se ceñían con precisión suiza, se han ido para no volver jamás.
Es la hora de un juego completamente distinto, con los viejos actores, pero también con un nuevo elenco que viene con todo, y que comienza a eclipsar a los protagonistas de siempre. Dichos actores son los ciudadanos.
Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas: @patoloquasto
