El fin de semana pasado, mientras buscaba otra cosa, me encontré con un libro de Quino que hacía tiempo no revisaba. Es quizá el único libro en el que el inventor de Mafalda, toca temas ecológicos con determinación y con el fino humor que siempre lo caracteriza. En uno de estos temas, se encuentra un tipo tirado en el césped observando el paisaje; con las mangas de la camisa arremangadas, la corbata aflojada y masticando un tallo de zacate, observa con atención al único árbol que queda en el centro de aquel descampado lugar. El tipo, sin duda un exitoso hombre de negocios, se está imaginando lo que puede hacer con aquel árbol una vez talado: una silla elegante, o una mesa y unas bancas de madera que se verían muy bien en el jardín de su casa, o tal vez ambas cosas, al fin y al cabo con un poco de eficiencia y después de aplicar un modelo de programación lineal, podría maximizar el rendimiento del arbolito.
Aunque prefiero la brillante sencillez del Monero, existen otras explicaciones de la forma convencional de enfocar el aprovechamiento de los recursos naturales, la cual por cierto, complica en grado sumo, los intentos que por doquier se hacen para conservarlos.
¿Qué es lo que pasa? ¿por qué no actuamos en consecuencia con la crisis ambiental y de desarrollo tanto mundial como nacional?
No tengo las respuestas a estas preguntas, pero sí me queda claro que nos movemos más bien en sentido contrario, esto es, insistimos en un estilo de desarrollo industrial y de libre mercado, que nos tiene en jaque con los cambios climáticos globales, con la pérdida de biodiversidad y de los servicios ambientales en los que se soporta la vida, con una mayor frecuencia de las catástrofes naturales y humanas, debidas según algunos autores, a la pérdida del suelo, a la destrucción de los bosques y selvas, a la desnutrición, al hambre, las enfermedades, la codicia y la pobreza.
Se critica que países en desarrollo como México, sigan el camino que los grandes países megaindustrializados siguieron, y se cometan los mismos errores que éstos cometieron. Las cosas serían sin duda más fáciles si se pudieran ahorrar tales errores.
Para Ulrich Beck la expansión sin control de la sociedad industrial sigue considerándose la via regia que promete dominar múltiples problemas, y que las amenazas a la naturaleza no son simplemente eso, señalarlas significa amenazar la propiedad, el capital, el empleo, entre otros.
A nivel nacional Bonfil Batalla muestra un posible camino alternativo: "aun sobrevive mucho del México profundo, en forma de conocimientos, sistemas de producción y valores espirituales tradicionales heredados de los indígenas. Éstos sumados a los descubrimientos de las investigaciones científicas realizadas en estaciones de campo y laboratorios universitarios, pueden servir para utilizar los recursos naturales a fin de lograr el desarrollo equitativo de las generaciones presentes y futuras de México, aprovechando, conservando y regenerando al mismo tiempo estos recursos in situ."
En suma, lograr un desarrollo sustentable, aunque como mencioné antes las cosas aparecen muy difíciles para tomar este camino. El excelente ecólogo Antony Challenger, cita en su libro las palabras desesperadas de uno de los más eminentes científicos que ha tenido México, El Dr. Arturo Gómez Pompa: "parece ser que nos empeñamos en no ver lo que tenemos frente a nuestras narices", para referirse a las respuestas oficiales frente a las crisis del medio ambiente y el desarrollo de México, las cuales solamente imitan lo que los países industrializados hacen, totalmente predecible, mayor industrialización y/o el uso intensivo de tecnologías de mayor impacto y riesgo, ocasionando alivios económicos generalmente efímeros, pero exacerbando los problemas ecológicos y los de la extrema pobreza.
¿Se pueden conservar los recursos naturales pensando en su rendimiento económico, o en las ganancias económicas? Lo veo muy difícil. Un influyente conservacionista de Coahuila, se cuestionaba en una ocasión durante un taller de trabajo participativo, si las Unidades para la Conservación, Manejo y Aprovechamientos Sustentable de la Vida Silvestre (UMAS), podían ser consideradas como un indicador para evaluar la conservación de la biodiversidad y recursos naturales en una región determinada, la respuesta fue negativa. En estas unidades se piensa más en hacer negocio que en la conservación, aunque en el discurso o en el concepto, aparecen efectivamente como un importante instrumento para reducir los impactos de la sobreexplotación.
En dónde está entonces la solución al problema, me quedo con las palabras de Challenger: "…no debemos olvidar que lo que necesitamos aprender a manejar no son, en realidad, los recursos naturales o el planeta, sino a nosotros mismos."