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¿El fin de la era del petróleo?

Periférico

ARTURO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

El mundo moderno -progresista, capitalista y liberal- vive inmerso en una paradoja. Por un lado, el desarrollo imparable de la ciencia y la tecnología ha permitido aumentar de forma exponencial la disponibilidad de bienes de consumo y servicios de todo tipo con el fin de mejorar las posibilidades de vida y su calidad. Pero, por otro lado, este modelo se ha sustentado en la creciente explotación de recursos naturales no renovables y en la generación de agentes contaminantes como nunca antes en la historia de la humanidad. A lo anterior hay que sumar que desde hace por lo menos un cuarto de siglo la brecha entre ricos y pobres en el mundo se ha ensanchado hasta alcanzar registros inusitados. Y es gracias a la ciencia y tecnología surgida del mismo modelo que es posible conocer el daño que la acción del ser humano, bajo los paradigmas de la modernidad y el progreso económico permanente, está causando al planeta y a la propia especie. Hoy, la solución que se plantea pasa en buena medida por el desarrollo de innovaciones científicas y tecnológicas, tal y como quedó de manifiesto en la XXI Conferencia contra el Cambio Climático, conocida como COP21, celebrada en París hace unos días.

El principal objetivo de cumbres como ésta es establecer acuerdos y plantear estrategias para frenar el calentamiento global ocasionado por el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, sobre todo el dióxido de carbono (CO2). Este fenómeno, propio de la era industrial, tiene tres causas principales: la quema de combustibles fósiles (petróleo, carbón, gas natural y gas licuado de petróleo), y la deforestación de bosques y selvas, en donde se consume la mayor cantidad de CO2 que se termina transformando en oxígeno. El efecto invernadero es un proceso natural por el cual se absorbe y emite radiación infrarroja en la atmósfera terrestre y que contribuye a mantener la temperatura promedio propicia para la vida en la superficie terrestre. La tesis del calentamiento global indica que con el aumento de la concentración de los gases de invernadero en la atmósfera, el fenómeno se presenta de una forma no natural lo cual contribuye a un incremento de la temperatura promedio del planeta. Se calcula que de 1880 a 2014 la temperatura media se ha elevado en 0.8 grados Celsius con relación a los niveles preindustriales y que, de no hacer nada para remediarlo, en 2050 el incremento será de 2 grados y en 2100 de hasta 4.8, con consecuencias catastróficas.

El Acuerdo de París, derivado de la COP21 y firmado por representantes de 195 países del mundo, incluyendo Estados Unidos, China, Rusia, toda la Unión Europea e India, que son los principales emisores de gases de invernadero, representa el primero de carácter universal que se adopta contra el cambio climático. El objetivo es que el incremento de la temperatura media global -asumido como inevitable- no supere los 1.5 grados Celsius y con ello mitigar el impacto que se prevé en inundaciones, sequías y olas de calor. Para ello, cada país deberá fijar un compromiso de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y otras medidas a partir de 2020, las cuales serán revisadas al alza cada cinco años. La idea es alcanzar un equilibrio en la segunda mitad del siglo entre los gases emitidos y los que pueden ser absorbidos, lo que supone que las emisiones toquen techo antes de 2050. También se habla de establecer mecanismos para enfrentar los efectos del cambio climático, de transparentar el proceso de cumplimiento y de la obligación de países desarrollados de financiar la mitigación o adaptación en los países en desarrollo. Para que el acuerdo entre en vigor debe contar con la ratificación de al menos 55 de las partes firmantes, que sumen el 55 por ciento de las emisiones globales.

Si bien es cierto que el acuerdo es histórico y de suma relevancia, cuenta con ambigüedades y vacíos que ponen en riesgo su cumplimiento. Por ejemplo, serán los propios estados los que pongan sus metas de reducción de gases. No habrá sanciones por incumplimiento. Tampoco se especifica de dónde se obtendrán los recursos para financiar los "mecanismos de pérdidas y daños" por los efectos del cambio climático. Algunos especialistas advierten que sólo dejando estas ventanas abiertas era posible conseguir la firma de los países que ocupan los primeros lugares en la emisión de los gases de efecto invernadero. Es decir, impulsar un acuerdo más estricto hubiera significado el aborto del mismo ya que no contaría con el apoyo de los protagonistas del problema. Con todo, el Acuerdo de París ha sido visto con optimismo por la mayoría de la comunidad internacional, aunque el reto que plantea es quizá el más grande al que la humanidad se ha enfrentado en términos tecnológicos y sociales desde la Revolución Industrial de finales del siglo XVIII.

¿Qué implica llevar a la práctica el acuerdo? A grandes rasgos, romper el paradigma actual de la generación de energía. Dejar de utilizar combustibles fósiles para usar fuentes alternativas como la reacción nuclear, el sol, el viento, el mar, el calor de la Tierra, etcétera. Esto significa cambiar el modelo de desarrollo impulsado desde el siglo XIX basado precisamente en los hidrocarburos. La asociación ambientalista internacional Greenpeace ha dicho que el Acuerdo de París representa, en caso de cumplirse, el fin de la era del petróleo. Para países como México, que basa buena parte de su actividad económica en la explotación de este recurso no renovable, el compromiso lo obliga a hacer lo que desde hace décadas ha intentado infructuosamente: "despetrolizar" su economía. Ciertamente es difícil pensar hoy en un mundo que no se mueva a partir de los hidrocarburos y sus derivados. Sin embargo, más que imaginarlo, los gobiernos de los países tendrán que comenzar a discutir con sus sociedades y empresariados cómo materializarlo y, sobre todo, cómo sortear los obstáculos que plantean los fuertes intereses económicos que están detrás del modelo basado en el petróleo y sustentado en la promesa del progreso ilimitado. Aquí es donde se dará la principal batalla y donde se consumirán los mayores esfuerzos. ¿Estarán listos los gobiernos y sus sociedades? ¿Lo estará el gobierno y la sociedad de México?

Twitter: @Artgonzaga

Correo-e: argonzalez@elsiglodetorreon.com.mx

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