Una tempestad en un vaso de agua solíamos decir cuando con exageración parecía que la cosa iba a traer muchas consecuencias y disgustos, siendo que en la práctica se vería que no tenía gran importancia. Lo importante es que lo hayan pillado con la mano puesta en el marco cuando se cerró la puerta, o sea que haya pretendido justificar su desacierto con la manida excusa de que requería un tratamiento médico urgente, que en estos tiempos nadie cree fuese verdad; el decir una mentira sólo lo condujo al patíbulo donde le fue cortada la cabeza sin mayor conmiseración. Si era o no buen servidor público a nadie le importó. Los puños se levantaron con falsa irascibilidad pidiendo su sacrificio. Era hora de purificar el ambiente. Quien no traía escopeta, se dice coloquialmente, le tocó pagar el pato.
Lo que dijo al finalizar su agonía fue; cometí un error inexcusable al utilizar un helicóptero de Conagua para transportarme al AICM. Ofrezco por ello una disculpa púbica. Antes había dicho en su cuenta personal de Twitter: "tal y como se informó el estado de salud de mi rodilla y cadera se han ido agravando y requiere tratamiento médico". Nada de eso era cierto por lo que sabiéndolo tuvo que asumir el costo de su fracasada argucia. Ya se sentía nadando en las aguas del océano. Soñaba con olvidarse de las malos momentos. Cuando maldita la hora, enfrente de su vivienda vio a lo lejos a su malvado vecino tomando con una cámara sus movimientos. Ya se cansará, pensó para sus adentros. Había notado que en cuanto salía a la calle el sujeto aquel aparecía como por ensalmo. Lo estaba vigilando no cabía la menor duda. ¡Ba!, 'pos éste, pensó. Luego con el paso de los días se olvidaría de aquel hombre que le parecía tan solo un vecino metiche.
Le gustaba soñar despierto. Al asistir a los eventos políticos veía al macizo como le aplaudían. Levantaba el brazo y arreciaban las palmas. Lo veía subir al avión y seguía con su vista cada paso que con gran agilidad salvaba cada escalón. Él quería ser: ponerse la banda cruzando su pecho. Sabía desde hace rato que él podría sucederlo. Sentía que estaba al alcance de su mano. Frente al espejo hacía visajes alusivos a sus próximas tareas. Esperaba la llamada telefónica. Era temprano, aunque no había un tiempo preciso. En política no hay nada escrito. No había una fórmula que le indicara por dónde se iba a inclinar el dedo, quién sería el fiel de la balanza de que hablara José López Portillo.
El titular de Conagua es un entusiasta del futbol y corre con regularidad la maratón. El presidente de un municipio en un período en que era gobernador del Estado quien luego sería el mandamás con quien convivió durante algún tiempo. Le gusta tomar decisiones y no dejar para mañana las cosas. Empero al presentar su renuncia y dejar así la a titularidad de Conagua dejó pendientes que obviamente no pudo darles solución. Dice que ya no ha visto al pertinaz vecino que sabía de sus entradas y salidas. Era porfiado, tenaz, obstinado y protervo, además de relapso. y de repente desapareció.