El lado oscuro
Hay muchos autoengaños en la vida diaria, justificaciones, pretextos, verdades a medias. Todo antes que enfrentar realidades que duelen pero que son. No estoy enferma, solo toso mucho. No soy controladora solo me gusta que se hagan las cosas como yo digo. No soy chismosa, solo comento lo que me platicaron. No miento, solo cuento mi versión. No soy envidiosa solo que no se me hace justo que el otro tenga y yo no.
Si no estoy enferma seguro no iré con él médico. Igual, si no miento cuando digo mi versión de las cosas (ampliada y corregida), no experimento ninguna necesidad de buscar ser mejor.
¿Por qué nos cuesta tanto hablarnos con la verdad? Decía Carl Gustav Jung: “Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma”. Ir al fondo empieza a darle luz a la oscuridad, pero, ¿estamos dispuestos a ver lo que realmente somos y no lo que nos hemos contado o nos han contado que somos?
Nos da miedo descubrirnos. No toleramos ser lo que somos porque no nos amamos, diría más, nos rechazamos porque nos enseñaron a que solo lo bello, lo bueno, lo heroico, lo sublime y el éxito son deseables; lo malo, lo reprobable, lo cuestionable, lo feo, lo sucio, lo inmoral y el fracaso no queremos verlo, mas no verlo no es desaparecerlo. La dualidad de los seres humanos es real, partimos de lo básico: eros y tanatos, ying-yang
Ser humanos es un trabajo, ¿lo podemos dimensionar? Trabajo de consciencia, de miradas interiores, de reflexión acerca de quién soy, de honestidad, de despertar, de diálogo interno. En el espacio que hay entre la aceptación y el rechazo hay un instante que nos lleva a miedos, depresiones y noches oscuras, que es necesario atravesar, es el túnel largo y oscuro que nos conduce a la libertad y a la luz.
Si tú, como yo, te encuentras diciendo: “Es que yo no quería hacerlo”, “No quería decir eso”, pero lo hiciste y lo dijiste, es como si hubiera un 'yo' alternativo, una personalidad desconocida hasta por nosotros mismos. Hablamos de la sombra, deseos reprimidos, lo peor de nosotros mismos. Esta oscuridad también nos pertenece, también es lo que somos, es el opuesto con el que no nos identificamos.
Sombras personales, de familia, sociales, están ahí y pueden ayudarnos a crecer. Debemos aprender a negociar con nosotros mismos y aprender a reconocer la sombra en los momentos más inciertos sin justificaciones. Hay que dejar de darnos la vuelta, hacer de lado todo aquellos que nos aleja de lo que soy: televisión, internet, cine.
No soy psicóloga, no soy una voz autorizada para hablar de desarrollo humano, solo soy un ser, que como muchos, está en una permanente búsqueda de conocerse, entenderse y amarse, tareas difíciles que se complican aún más si no estamos dispuestos a abrir los ojos. Pasa que el sufrimiento se profundiza en la medida que no nos atendemos, es como cualquier enfermedad, prefiero no hacerme exámenes para no saber si tengo alguna afección importante. Con la vida interior sucede lo mismo, muchas veces preferimos no reconocer nuestras heridas de infancia porque duelen tanto que no sabemos qué hacer con ese dolor. Y todos en mayor o menor medida cursamos con esas huellas, improntas, secuelas, de lo que nos ha significado el tránsito por este mundo.
He anotado algunos conceptos que a mí me han ayudado a la aceptación, aunque sea por momentos, de lo que soy, subrayo que es solo por momentos, porque esta es una tarea que nunca termina, los vaivenes de las emociones nos los recuerdan a cada rato.
No soy perfecta. No lo sé todo. A veces no entiendo lo que pasa. En mí cohabita la luz y la sombra. No quiero quedar bien con todos. No todos tienen por qué amarme o aceptarme. Me espejeo en los defectos en los que reparo de los demás. Acepto que merezco. Acepto que valgo. Vivo en el presente porque el pasado me agobia y el futuro me angustia. Soy pesimista en proceso de transformación. Me observo para aprender de mí. Me hago responsable de mi vida, de mis emociones, de mis experiencias. No se puede vivir bien sin perdonar. Decido con el corazón. Acepto que mis decisiones han sido las únicas que he podido tomar. No me regaño. No me inculpo.