— Declaración Universal de Derechos Humanos, 1948
Hace sesenta años una modista afroamericana llamada Rosa Parks se negó a cederle el asiento de autobús a un hombre blanco, desobedeciendo las leyes de segregación racial entonces vigentes en Estados Unidos.
Lo hecho por Parks implicó el punto de partida de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, gesta inconclusa al día de hoy cuando las tensiones raciales parecen ir en aumento.
Tras la abolición de la esclavitud y el triunfo del norte en la guerra de Secesión, los derechos de los afroamericanos -negros- quedaron protegidos en la Constitución norteamericana, sin embargo, algunos estados del sur implementaron una serie de normas que si bien conferían los mismos servicios para blancos y negros, esencialmente los separaban.
Las conocidas como leyes Jim Crow, reservaban las cuatro primeras filas de los autobuses metropolitanos a personas blancas, y las últimas diez a los negros.
Hacia 1955, Rosa Parks subió a un autobús en Montgomery, Alabama. Ante la falta de asientos para blancos, el chofer le ordenó a Parks y a otros tres viajeros de color que abandonaran sus lugares, cosa que Rosa no quiso hacer.
Parks fue arrestada y pasó una noche en la cárcel, pero después se convirtió en el rostro de la lucha por la igualdad. Diversos historiadores coinciden en su especulación de que sin Rosa Parks, probablemente el activista Martin Luther King no habría iniciado su lucha.
Parks, fallecida en 2005, detalla en sus memorias que "la gente piensa que cedí mi puesto porque estaba cansada, pero no es cierto. No estaba más cansada que cualquier día de trabajo. Tampoco era una persona mayor, tenía 42 años. De lo que estaba cansada era de ceder".
Cabe destacar que hace algunos meses, el Departamento del Tesoro norteamericano anunció que por primera vez en la historia el rostro de una mujer aparecerá en los billetes de diez dólares. Serán los ciudadanos quienes elijan a la mujer que engalane el billete y Parks, como "heroína nacional", se encuentra entre candidatas de la talla de Eleanor Roosevelt.
En el marco de las contiendas presidenciales y el discurso de odio de Donald Trump respecto a las minorías -especialmente en lo alusivo a los latinos- vale la pena mencionar una nota aparecida en el Huffington Post que apunta hechos conocidos: Estados Unidos está lejos de haber superado el racismo. Detalla, entre otras cosas, los siguientes datos:
Que negros e hispanos con ingresos considerables viven en barrios más pobres que los blancos con rentas bajas. Que hay una gran disparidad en el nivel de riqueza entre estadounidenses blancos y no blancos. Que antes de la crisis financiera de 2008, se ofrecían más hipotecas "subprime" a la población negra que a la blanca con la misma capacidad crediticia. Que en preescolar, a los alumnos negros los castigan con más frecuencia y dureza por mal comportamiento que a sus compañeros, por mencionar tan sólo algunos ejemplos.
Rosa Parks murió en 2005. Sus restos fueron velados por dos días en el Capitolio norteamericano, un honor conferido a muy pocas personas. Además de haberse sentado en el asiento de Parks y develado un busto de la activista, Barack Obama, el primer presidente de color de la historia de la unión americana, afirmó que con el más simple de los gestos, una negativa, desencadenó el fin de las leyes de segregación racial en el país. "Yo estoy aquí gracias a Rosa Parks", dijo Obama.
Ahí la inmensidad de su legado, una herencia inconclusa dentro de un mundo que hoy, a sesenta años de distancia, se rehúsa a respetar diferencias que en lugar de unirnos, son motivo de separación.
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