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El liderazgo educativo en el siglo XXI

ROLANDO CRUZ GARCÍA
"Mediocre alumno, el que no sobrepasa a su maestro"— Leonardo Da Vinci

Nos encontramos a la mitad de la segunda década del nuevo siglo y todavía no nos percatamos, a cabalidad, de lo que implica enfrentarse al desafiante siglo XXI en el ámbito educativo, lo que nos exige repensar la clase de liderazgo educativo que estamos desarrollando, ya que el nuevo milenio viene cargado de una serie de condiciones por demás complicadas.

Por ejemplo, la velocidad de los cambios que a nivel mundial están ocurriendo en todos los rubros y que pareciera que nunca les daremos alcance, dichos cambios están ocurriendo en lo político, lo económico, lo social, de conocimiento e información y hasta de carácter espiritual; la pregunta es, cómo liderar procesos formativos ante tan inciertos panoramas.

Nos enfrentamos a un crecimiento demográfico diferenciado, lo que significa que por un lado trabajamos en poblaciones en las que la demanda por servicios educativos es muy alta, mientras que en zonas conurbadas del país, nos estamos quedando sin niños y la matrícula se ha contraído hasta el grado de cerrar grupos, como en el caso de las escuelas que se ubican en la zona centro de las ciudades más grandes.

La omnipresencia de la ciencia y la tecnología en nuestras vidas, al grado de ya no poder trabajar ni desarrollarnos sin los sistemas informáticos y los dispositivos tecnológicos, pero además competimos deslealmente contra la televisión, la computadora portátil, las tablets, los Ipod→ s, los Iphones, los teléfonos inteligentes, los I phones, etc.

Los niveles de salud que nos llevan ahora a considerar la esperanza de vida por el orden de los 78 años en México, lo que nos exige considerar más a la andragogía (educación de adultos) que a la pedagogía; pero además y de forma contradictoria nos enfrentamos a la aparición de enfermedades que antes no existían o al menos no conocíamos.

El surgimiento de nuevos hábitos laborales, en los que el conocimiento técnico y disciplinario tiene cada vez más rápida obsolescencia; hay que reconocer que al encontrarnos en la 4ª era de la humanidad, la era de la información y el conocimiento, la formación continua se vuelve una exigencia insoslayable. Incluso es evidente que en la vida personal y laboral, las relaciones interpersonales están cambiando continuamente y cada vez es más difícil establecer relaciones bis a bis, persona a persona.

El deterioro ecológico, es real y se manifiesta de muchísimas maneras, entre las que se encuentra el calentamiento global y el cambio climático, sólo por mencionar a dos de ellos. Mención aparte merecen los niveles de pobreza que se alcanzan en todas partes del globo, incluso ahora la pobreza tiene un nuevo estadio y se le llama pobreza extrema.

Otra de las perspectivas que hacen que el liderazgo educativo se complejice es el evidente divorcio entre el sector productivo (las empresas) y las instituciones educativas que trabajan con normas laxas por ejemplo, mientras que las empresas trabajan bajo normas muy estrictas; las empresas planean estratégicamente, mientras que las escuelas planean tradicionalmente, el sector productivo tiene organigramas funcionales y las instituciones trabajan con organigramas rígidos, las empresas desarrollan organizaciones horizontales, mientras que las instituciones laboran con organizaciones verticales y buscan directores competentes, mientras que las escuelas tienen directores empíricos. Las organizaciones productivas evalúan permanentemente y las instituciones casi nunca se evalúan, en éstas privan las mejoras continuas, mientras que las escuelas mejoran reactivamente, las empresas tienen controles operativos y las instituciones un nulo control y finalmente las empresas trabajan siempre bajo los nuevos paradigmas del desarrollo organizacional y las escuelas desconocen el desarrollo organizacional. Bajo este panorama es casi imposible liderar procesos formativos relevantes.

Cuando revisamos todas las problemáticas y las condiciones en las que trabajamos en las instituciones educativas, nos damos cuenta que la motivación organizacional y el liderazgo, además de indisolubles son extraordinariamente necesarios, por lo que habrá que propiciar la motivación intrínseca del personal, que es la más importante en las organizaciones complejas.

Privilegiar el cambio organizacional, que es permanente y que nos impulsa a prepararnos para enfrentarlo de manera cotidiana. Hemos constatado también que la validación como líder se logra gestionando y solucionando problemas y lo que te hace realmente estratégico es la toma de decisiones, no sólo la planeación.

Es fundamental trabajar en equipo, bajo modelos de participación y reconocimiento, volviendo necesaria la formación permanente de todos y el conocimiento de los nuevos paradigmas del desarrollo organizacional.

Finalmente reconocemos que es posible desarrollar habilidades de liderazgo, que es la unión entre los atributos personales y los enfoques de logro, que debemos unir para lograr un liderazgo de impacto, que es aquel que nos reta a trabajar bajo normas estrictas, promoviendo el cumplimiento de la normatividad siempre, planeando estratégica y prospectivamente, siendo organizado y organizando para lograr los objetivos, siendo saludable y promoviendo modos de vida saludable, siendo competentes y resolviendo problemas y finalmente evaluando permanentemente para la mejora.

Como podemos apreciar, ser líderes de impacto, basados en principios y valores, que aprenden continuamente y que dirigen la vida equilibradamente, nos permitirá guiar, dar seguridad y empoderar a los demás.

Agradezco sus comentarios a: rolexmix@hotmail.com

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