— San Agustín
Cada vez más confirmamos que las organizaciones más complejas, son las instituciones educativas, por lo que requieren ser analizadas de una manera distinta a las empresas, los comercios o las que se dedican a ofrecer servicios, y es que las escuelas son extraordinariamente complejas, conflictivas y muchas veces conflictuadas, no solo porque trabajan con seres humanos, siempre con caracteres bien disímbolos, sino porque trabajan con el intelecto de las personas y porque entran en juego aspectos tan variados como la formación humana, los intereses laborales, las metas y expectativas de la gente, los estilos de control, las aspiraciones de los alumnos, las necesidades de los padres de familia, etc.
Bajo esta perspectiva, la importancia del liderazgo es indiscutible; sobre todo en organizaciones que rayan en lo caótico y que necesitan de un estilo de dirección acorde con el tipo de organización educativa de que se trate, ya que se ha demostrado que los procesos de calidad los dirigen personas de calidad.
El punto de la discusión respecto a los estilos de liderazgo educativo, no radica en la definición de dichos estilos: que si el directivo es un líder autoritario, o uno participativo o democrático, etc. sino que se basa en lo que hagan para convertir a sus instituciones y hacerlas pasar de organizaciones altamente burocratizadas, lineales, rígidas, autoritarias y verticales, en otras más flexibles, horizontalizadas, participativas, de decisiones compartidas, etc.
La pregunta aquí es ¿cómo generar una organización altamente productiva, que proporciones servicios de calidad y que su personal trabaje con desempeños destacados o de alto rendimiento?
La respuesta es igual de compleja ya que intervienen infinidad de factores que determinan a las organizaciones de alto perfil, que aprenden y que pueden llegar a ser únicas en su ramo; pero sin gente de calidad, con un alto compromiso institucional y profundamente implicadas en los procesos organizacionales, se antoja imposible.
En investigaciones relativas a las teorías organizacionales, se asegura que al interior de ellas existe una idea predominante: "las gentes son lo que son sus jefes", es decir que los líderes formales e informales son los que crean o limitan las condiciones ambientales de desarrollo laboral y desempeño en el trabajo. Lo anterior resulta cierto sobre todo en nuestras escuelas, en donde el estilo de liderazgo de los directivos se refleja en el ambiente de trabajo y en la forma en que el personal se desenvuelve, al grado de asegurar que directivos ineficientes provocan caos y mayores problemas, que soluciones adecuadas en las instituciones.
La función de un líder, en organizaciones complejas como las nuestras, no radica en el control burocrático de las funciones sustantivas, ni en el ejercicio de las partidas presupuestales, mucho menos en la promoción de su imagen y de sus aspiraciones administrativas; su verdadera función se encuentra en influir en las personas para el logro de los objetivos institucionales.
Cabe reconocer que los objetivos de la organización, especialmente en instituciones escolares, son los de cumplir a cabalidad con la misión, la visión, la filosofía institucional y las políticas de calidad. Normalmente nuestros líderes se pierden en el trajín diario y abandonan estas importantísimas guías del trabajo organizacional.
Lo importante es puntualizar que dichos objetivos centran su atención en la satisfacción del cliente, es decir en la formación del alumno y en la completa satisfacción de los padres de familia. Bajo esta premisa, los directivos deberán privilegiar dicha satisfacción del cliente y olvidarse de asuntos periféricos, que no les competen.
Aunque los procesos de formación recaen, como responsabilidad principal en el profesor como líder situacional, sin una buena dirección se vuelve una tarea difícil, ya que se tiene que lidiar con el grupo y todavía soportar las malas decisiones del directivo.
Para que el profesor cumpla con su función de líder, basta con llevar a cabo su compromiso pedagógico, que radica en disponer del uso de la razón del alumno (con todos los medios disponibles) en la apropiación del saber, que el propio profesor posee.
Para que un líder educativo cumpla cabalmente con su función, no basta con tener buenas relaciones en todos los niveles sociales y políticos, sino que es vital preparase para dirigir organizaciones por demás complejas, actualizarse en todas y cada una de las temáticas que incorpora el desarrollo organizacional (cerca de 20 tópicos distintos), superarse al nivel de logros académicos y administrativos y profesionalizar su labor permanentemente.
El liderazgo institucional, debe buscar siempre la forma de convertirnos en organizaciones maduras, que tengan claros los enfoques estratégicos, con misiones y visiones actualizadas, con planes de desarrollo institucional adecuados a nuestra realidad actual y con visión prospectiva, lo que nos permitirá generar tan importantes cambios.
Finalmente, el aprendizaje organizacional debe desarrollarse desde sus líderes, como procesos sociales de profundas interacciones individuales y grupales, que tiene siempre como objetivo y como resultado esperado, la producción de nuevos conocimientos, para convertirnos en organizaciones inteligentes.
Agradezco sus comentarios a: rolexmix@hotmail.com
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