Población, territorio y capacidad para imponer la ley, elementos esenciales del estado. La carencia de uno inhabilita. Esa definición tradicional no ha dejado de tener utilidad. Pensemos en el debate sobre el estado palestino que carece de territorio. México es cuestionado con severidad por su incapacidad para imponer la ley. La fuga de "El Chapo" nos ridiculiza frente al mundo.
Paul Kennedy consigna que a principios del siglo XX se registraban poco más de 60 estados-nación, México incluido. Terminamos ese siglo con una comunidad internacional de más de 190 miembros. El parto más reciente fue el Timor Oriental con un poco más de un millón de habitantes. Iztapalapa tiene casi dos. En el siglo XX transitamos de pocos actores muy poderosos a muchos actores pequeños. Las reivindicaciones étnicas, religiosas, territoriales propiciaron una brutal fuerza centrífuga. México, que era un actor relativamente pequeño hace un siglo, se convirtió -por población, territorio y por su economía, entre otros- en uno de los primeros quince países del orbe. Somos un país muy grande. Pero en ese mismo siglo también aparecieron potentes fuerzas centrípetas, que concentraron poder.
Por ello, desde hace décadas la figura del estado vive una obligada revisión. El mundo es otro. Un ejemplo, en la segunda mitad del siglo XX surgió un acre debate por una dimensión empresarial novedosa: el carácter multinacional. Empresas con poder para brincar las fronteras e imponer sus intereses económicos en mercados débiles, en estados frágiles. Auténticos gigantes sin territorio, sin población pero con gobiernos corporativos que rebasan por mucho los presupuestos de la mayoría de los países. Cómo convivir con ellos sin que reten al poder del estado. La discusión sigue adelante y cada vez hay más normatividades como la Organización Mundial de Comercio o las leyes antimonopólicas que buscan mitigar los desequilibrios reales y crecientes.
Otro factor supranacional que quedó al desnudo es el de la corrupción que tampoco respeta fronteras y sacude gobiernos y estados. Teniendo ya las convenciones anticorrupción de la OCDE o de la ONU y otras normatividades, resulta increíble recordar que hace apenas un cuarto de siglo sobornar autoridades era legal y ¡deducible de impuestos! Un gran corporativo del sector minero o energético por ejemplo, podía sobornar con cientos de millones de dólares a burócratas de cualquier país. Sus consejos de administración y gobiernos corporativos no eran imputables de soborno. Hoy la responsabilidad penal de las empresas, es derecho positivo en varios países y la discusión también está en curso. Nada ha cambiado, podría argumentarse, desde el escepticismo bien fundado en los inacabables escándalos de corrupción. El cambio es tan evidente que, con frecuencia, no lo percibimos. Hoy el soborno está en la mira internacional, es ilegal y punible.
Una de esas nuevas fuerzas concentradoras de poder capaz de retar a todos los estados -incluidas las grandes potencias- es el narcotráfico. Según la ONU el valor del tráfico de drogas en el mundo ronda los 320 mil mdd al año. Un enorme caudal de dinero que fluye por Colombia, México, Estados Unidos, Hong Kong o España. Pero la discusión internacional sobre este tema está atrapada en la doble moral de los países consumidores, en particular los EU que niega al consumo como origen del problema. La incapacidad para imponer la ley frente al narco involucra a muchos países. Pero hay una diferencia, en algunos casos -México- la incapacidad es evidente, en otros una densa niebla cubre las cloacas. En EU caen muchos menudistas, pero nada se habla del tráfico en grande. ¿Dónde están los socios de "El Chapo"? Cierto voluntarismo e ingenuidad merodean: impongan la ley.
Policías penetradas, gobiernos coludidos, etcétera, el narco es tan poderoso que sacude estados. Las lecciones del siglo XX están allí, multinacionales, corrupción y otros, sólo con una respuesta organizada de la comunidad internacional, se podrá contender con el narco. Insisto, la discusión comienza en el consumo. No hay disculpa, pero el desequilibrio de poderes fácticos es brutal. Un kilómetro y medio de túnel, 300 camiones de volteo, una delicada obra de ingeniería. "El Chapo" salió regalando billetes o amedrentando a individuos y familias. El cártel está vivo y actuante. La fuga indigna y es otra afrenta al estado mexicano. La penetración es incontenible.
Hoy México vive en el ridículo que es resultado de las complicidades internas y externas. No sólo es cuestión de voluntad, sino de incapacidad de muchos, pensemos en los estados pequeños, para lidiar con el monstruo. México, Colombia y varios países más tienen la autoridad moral para convocar a la discusión internacional seria sobre el monstruo.