En 1859, el gobierno de Benito Juárez expropió los bienes de la Iglesia aplicando a rajatabla la Constitución de 1857 aprobada dos años antes. Financieramente eso equivale apoderarse de una riqueza similar a la suma de Pemex y de todos los bancos que operan en México.
No sabemos a dónde fue a parar semejante fortuna, pues tan solo dos años después, en 1861, el llamado Benemérito declara moratoria a la deuda externa, desplante que desemboca en la invasión francesa de 1862. ¿Dónde quedó la fortuna de la Nación que sus habitantes habían encomendado a la Iglesia? No lo sabemos, a juzgar por las cuentas oficiales, se la robaron. No hay registro de construcción de caminos, de hospitales, de escuelas. El país siguió en la ruina y ahora la Iglesia, también. Los empresarios que recibían financiamiento se quedaron sin el banco de bajos intereses y largo plazo que propiciaba su desarrollo.
En 1989, ciento treinta años después, la administración del presidente Carlos Salinas se embarcó en una muy ambiciosa serie de reformas modernizadoras que incluía la venta de las paraestatales más codiciadas, Aeroméxico y Telmex, que eran propiedad del gobierno, así como de los bancos expropiados en 1982 en la administración de José López Portillo.
El enorme caudal de recursos obtenidos en esa macroventa fue asignado a un Fondo de Estabilización del que nunca se volvió a escuchar. Al final de ese sexenio en 1994, tuvimos la más desastrosa crisis financiera y monetaria de la época reciente. No tuvimos para pagar, de nuevo, la deuda externa y nuestra moneda se fue de 3 pesos por dólar a 9 pesos por dólar, encima las arcas de la nación quedaron en ceros.
¿Y el fabuloso fondo de estabilización? ¿Se lo robaron?
Con la llegada de la alternancia a la presidencia de la República en el año 2000, vimos a un ranchero con botas que administró espléndidamente las cuentas nacionales. Si, las cuentas fueron cuidadas con esmero y cuadraron estupendamente. Como el Congreso era hostil y estaba en manos de la oposición priista al igual que la mayoría de los gobiernos estatales, el inquilino de Los Pinos enfrentó la fiera batalla política cediendo el presupuesto. El de las botas y los desplantes repartió generosamente a los estados toda la riqueza, enorme, que el petróleo caro a $100 dólares el barril produjo durante todo su sexenio. Los gobernadores priistas, panistas y perredistas también, gozaron de una libertad política que nunca soñaron ejercer además de una impunidad presupuestal absoluta que les permitió financiar los más escandalosos proyectos que invariablemente devenían en fraude y ratería. Se generó una generación de archi-mega ricos que sorprenden por su estulticia. No sabemos a dónde fue a dar el dinero, los activos que tenemos no justifican semejante riqueza ejercida de manera irresponsable y, para colmo de males, nos dejan estados bastante endeudados que asoman las narices al precipicio de la bancarrota.
La riqueza del país se volvió a desperdiciar esta vez por un error de cálculo político. Más firmeza, algo más de virilidad y menos fanfarronería y nos hubiese ido mejor.
Este sexenio, que inició en diciembre de 2012, cuenta con un presupuesto de más o menos 4 billones de pesos (4 millones de millones). 3 billones están etiquetados para el gasto normal y 1 billón se usa para crear la nueva infraestructura, imagino que de ahí también se pagan los intereses de la deuda. La administración anterior dejó la economía con un crecimiento de 5.1 % en 2010, 4.0% en 2011 y 4.0% en 2012*. En enero de 2013, la nueva administración nos receta una reforma fiscal diseñada con las extremidades inferiores que prácticamente paralizó al país. La gente no quiso gastar ni comprar en todo el mes de enero y parte de febrero de ese año porque no sabía si al usar el dinero se convertía en delincuente, así de grave era el desconcierto. Muchos pequeños empresarios y profesionistas de plano se fueron a la informalidad, pues no podían cumplir con las nuevas reglas. La dichosa reforma le permitía al gobierno un endeudamiento adicional y un aumento al déficit de las cuentas además de un aumento draconiano en la recaudación de impuestos que proyectaba un billón más a las supuestamente abultadas arcas de la Nación. Asi que esta nueva administración contaría con 2 billones de pesos para invertir en nueva infraestructura y catapultar al país a tasas de crecimiento superiores a los que logró la anterior administración.
Transcurrió el 2013 sin que los proyectos se echaran a andar. Los constructores, los empresarios, comentaban con sorpresa, desánimo y preocupación que el gobierno no ejerció los 2 billones a su disposición que siguen sin ser gastados o que no sabemos a qué se destinaron. 2013 cerró con un índice de crecimiento económico del 1%*.
2014 para sorpresa de propios y extraños, pasó de largo sin que se gastara tampoco el recurso. Cero y llevamos ¿4 billones? Los empresarios, conocedores del sistema y con el cinismo propio de los que aceptan que primero es comer que ser cristiano, comentan que como 2015 es año electoral, seguramente se gastarán los 4 billones acumulados mas los dos billones del presupuesto de 2015 en un desaforado plan de construcción de infraestructura y subsidios sociales. Una fabulosa "polla" de 6 billones de pesos. Estamos a febrero y es tal el estancamiento económico de enero y la primera quincena de febrero, que ya estoy sospechando que esos 6´000,000,000,000.00 de pesos no van a aparecer nunca. El daño que le han causado a la economía es incalculable.
Seguro que exagero las cifras, tal vez no hago bien las cuentas y me temo que alguien más enterado me va a corregir, me va a enmendar la plana. Eso no me preocupa, lo que me angustia es la espantosa miseria que ha creado el estancamiento económico iniciado en 2011. Nadie sabe qué va a pasar, la desesperación puede estallar en los 32 estados de la República, DF incluido.
¿Qué ocurre? ¿Alguien me podría explicar qué pasa? ¿Estamos ante el más audaz acto de magia? ¿Es éste el más burdo de los asaltos? ¿Nos pillaron en el más espectacular de los engaños?
Algo tendremos que hacer y muy pronto.
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