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EL PENSADOR AMATEUR

'PANCHO VILLA Y LA REVOLUCIÓN EN LA LAGUNA'

FEDERICO SÁENZ-NEGRETE

Ilhuicamina Rico Maciel se arremangó la camisa, buscó pistas, desempolvó periódicos, conjuntó dichos, clasificó recuerdos y acomodó su visión para narrar, a su manera, los hechos que conmovieron y transformaron para siempre nuestra región. Rico Maciel nos regala un punto de vista nuevo, como si a estas alturas de la vida eso todavía fuese posible, de la Revolución Mexicana. Esto lo logra al colocar la cámara con la que registra los hechos en el centro de la Comarca Lagunera. Desde aquí, inmóvil, anclado a nuestra tierra, narra el movimiento social que estaba destinado a transformar el país. La Laguna deja de ser el escenario donde ocurrieron las batallas para convertirse en lo que es, el espacio fundamental por donde los hechos tenían que ocurrir para que la historia los registrara en el sitio de honor.

Torreón es el centro de distribución para todo el norte del país de la propaganda Magonista en 1907. En 1908 se da en Viesca la primera batalla de la Revolución comandada por un vecino de apellido Polendo. Un lagunero escribe en La Laguna el libro que habría de mover las consciencias. Francisco I Madero, oriundo de Parras y vecino de San Pedro de las Colonias, levantó al país con su texto de "La Sucesión Presidencial" y con la organización de los clubes antireeleccionistas. El 20 de Noviembre de 1910, unos laguneros, en Gómez Palacio, hicieron los primeros disparos. Jesús Agustín Castro, Mariano López Ortiz y un tal Francisco Amparán atacaron el cuartel de policía.

Aquí se probó por primera vez en la historia de la humanidad un aeroplano para uso militar. John Hector Worden, en 1912, llegó contratado con dos aeroplanos para hacer labores de reconocimiento y espionaje. En la revista Aricraft, Worden predijo que el uso del avión sería en el futuro la diferencia entre un ejército y otro.

Aquí se conformó, en la Hacienda de La Loma, la más formidable maquinaria de guerra del continente americano, la División del Norte. Chihuahuenses, duranguenses y laguneros, vecinos de la Nueva, Vizcaya a fin de cuentas, se organizaron para derrocar al usurpador en una hacienda de La Laguna. En Torreón se decidió el país. La Célebre Batalla de Torreón, hoy mejor nombrada la Batalla de La Laguna, decidió el triunfo de la Revolución. El nuevo nombre le hace justicia a la realidad, para tomar Torreón, había que tomar Parras, San Pedro, Tlahualilo, Cuencamé, Nazas, Lerdo y Gómez Palacio. La Laguna es una, o se ganaba toda La Laguna o no se lograba nada.

Aquí se celebra el famoso Pacto de Torreón, donde los villistas, imponiendo un plan de reivindicaciones sociales, aceptan la preponderancia política de los carrancistas en 1914. El plan estipulaba que el Primer Jefe no podría postularse a la presidencia y garantizaba oportunidades para obreros y campesinos. El plan no se cumplió. En 1915 Villa recula a Chihuahua, los EUA reconocen a Carranza y Obregón inicia, en Torreón, el tejido de su telaraña para apoderarse del poder. Aquí, el manco de Celaya, le organiza a su entonces jefe una fastuosa coronación para ganarse su voluntad. Aquí, con la presencia de los gobernadores de Veracruz, Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Durango, además del Ministro de Gobernación y Encargado del Despacho de Relaciones Exteriores, Carranza asume el mando, toma el cetro. En Torreón, se decidió el país.

Que hubiese pasado si Villa…no hubiese cedido. Como lamenta el corrido… "Que vuelva por la cuchilla, mi general Pancho Villa, para cortar la codicia de Calles y de Obregón".

Con la retirada pacífica de Villa, la Revolución dejó de ser una Revolución Social para limitarse a ser una Revolución Política. Casi me atrevo a decir, que en Torreón, se restauró el porfirismo.

En La Laguna combatieron maderistas contra porfiristas, villistas contra huertistas, villistas contra orozquistas y contra los leones de La Laguna, comandados por Benjamín Argumedo. Calixto Contreras, J.Isabel Robles, Severiano Ceniceros, Felipe Ángeles, personajes dignos de la epopeya que protagonizaron. Cheché Campos, de El Compás, Durango, murió diciendo "que vivan los leones de La Laguna".

Gracias Ilhuicamina por tu ingenua inteligencia, por tu humilde perseverancia, por tu libertad a prueba de límites. No naciste aquí, pero eres, sin duda, un lagunero de cepa.

La República Mexicana está en deuda con La Laguna.

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