El camino a la candidatura independiente se ve, siendo franco, cuesta arriba. Necesito decidir si continúo esta lucha quijotesca que tantos halagos, tantas felicitaciones me ha generado. Acumulo tanto prestigio sobre mis espaldas que si dejo pasar más tiempo, su peso impedirá que tome alguna decisión. ¿Quedarme en mi cómodo espacio de ciudadano, de intelectual beligerante, de escritor agudo, señalando asertivo desde la comodidad de mi biblioteca, desde el deleite que provocan las teclas de mi laptop donde compongo nocturnos y sonatas con arrebatos de pasión, con inspirada inocencia, o me atreveré a dar el paso decidido a la arena política aceptando la invitación de un partido y cambiar de terreno, arriesgarme a las calumnias, las difamaciones, los ataques, las críticas que conlleva dicha actividad?
¿Estoy en esto por comodidad, por prestigio, por suscitar admiración de mis semejantes o para intentar hacer algo útil a mi comunidad, algo real que produzca un cambio por pequeño que sea para avanzar la causa que conmueve mis entrañas, algo tangible que modifique mi entorno? ¿Me voy a atrever? ¿Para quién trabajo, para satisfacer mi ego o para hacer puntos en la trascendencia? ¿Para el ahora, o para el mañana?
Es una decisión fácil para mí. Por supuesto que me voy a decidir a actuar, arriesgarme a mancharme de lodo, a recibir afrentas, críticas, insultos. Me voy a parar en el precipicio, voy a exponerme a la seducción, al sutil aroma de la corrupción, voy a utilizar el disfraz de político poniendo a prueba la solidez de mi consciencia y la entereza de mi estructura moral. Voy a ver si de algo va a servir tanta tradición familiar, tanta lectura, tanto viaje, tanta capacidad para poner en perspectiva los sucesos que se me vengan encima, que se estrellen en mi cara. Ya veremos si tanta cultura sirvió de algo, si el amor a mis hijos, a mi esposa, a mis padres, pesa. Ya se enterarán si me diluí en el charco de la inmundicia o si le cambié el color, aunque sea un poco, a las aguas turbias de la política nacional que tanto nos exaspera y tanto nos encabrita provocando descalificaciones desde la comodidad de nuestras casas y desde la fraterna discusión en los cafés. Ya se verá.
No soy de los que se conforman con la mullida comodidad del sillón de tele. Llevamos en La Laguna sangre de guerreros imbatibles, de ciudadanos decididos, voy a entrarle. Siempre he creído en la máxima de "más vale actuar y arrepentirse, que no actuar y…arrepentirse".
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