Columnas la Laguna Columnas La Laguna Editorial

EL PROBLEMA DEL ADIÓS

HUGO CASTRO

Para una despedida se necesitan dos, uno que parte con la mirada en el horizonte y otro que se queda con su mirada en el ayer.

El nuevo rumbo de quien se va nunca lo podremos conocer, es su camino. Mientras que la persona que tiene que decir adiós vive un rompimiento, el cual se quiebra y que será difícil de volver armar.

A Armando Garza Saldívar lo conocí en la carrera de Comunicación de la Universidad Iberoamericana. Su fama lo precedía. Era el "infalible" con quien llegará a su clase evitando confrontarse con su condición de pensante, a quien no quisiera cuestionarse para quedarse como decoración del salón, para sacar de su confort a quien apostaba estudiar estar carrera para no salir de esa condición.

Armando no enseñaba la filosofía, la vivía, corría por sus venas y sus pulmones, al punto que si el pensamiento tuviera un color sería el rojo de su rostro.

Disfrutaba hablar de Platón, de Kierkegaard, de Hegel, pero en especial de Nieztche. Era fascinante escuchar las exposiciones sobre el Ser y la Nada, de la experiencia vital, de eso que nos mueve a ser nosotros y no el mundo de las máscaras tan permeado entre los jóvenes.

Derrumbaba nuestros "castillos", no para humillar, sino para que del suelo nos levantáramos a caminar por nuestros propios pasos. Si alguien lo buscaba en la universidad era fácil de dar con él en los salones, era cuestión de caminar un poco y escuchar como esa voz estrujaba a quien le pusiera un poco de atención.

Era molesto para algunos, pero para otros era una bocanada de aire, a pesar de sus cigarros. Al final todos sus estudiantes coincidíamos, fue un lujo tener clase contigo, porque después de ésta nunca fuimos iguales. Siempre apostaba por una botella de Don Perignon, casi siempre ganaba y alguna vez le pagaron.

Era filosofo, cinéfilo, melómano, seguidor de la Iglesia de la Marmota Morada (pienso que el único) y sobre todo un gran ser humano, demasiado humano.

En muchas clases hablaba de la muerte como la experiencia más vital que tenemos los humanos, porque es la más individual e irrepetible y porque es lo único seguro. Ayer nos diste la última cátedra, la más difícil de digerir y la única que ya nos quedará de tí.

Sin duda la partida de nuestro maestro ha dejado un vacío, entre todos los egresados de la carrera de Comunicación, de todos tus alumnos que aún están en formación, de las personas que te conocieron y que les permitiste llamarlos amigos.

Para mi es temprana tu partida, pero esto es parte de la vida de todos nosotros, quienes nos quedamos con la llamada, el mensaje, el correo o el abrazo guardado. Hasta el cielo te lloró, no sé si porque no te soportó o por la tristeza que nos llegó a los que nos quedaremos aquí con el pasado. Hasta luego Armando, hasta siempre maestro. Buen viaje.

Leer más de Columnas la Laguna

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Columnas la Laguna

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1094219

elsiglo.mx