Análisis del Quijote. Es un extenso documento de 167 páginas.
En 1780, es decir, 175 años después de la publicación en 1605 de El Quijote, vio éste su primer análisis o juicio crítico digno de tal nombre. Como lo veremos en otro artículo, a partir de aquel año, 1780, han sido miles -sí, literalmente miles- los estudios que desde todos los ángulos imaginables se han publicado sobre la gran novela cervantina.
El análisis al que haré referencia fue elaborado por un militar, como Cervantes que también lo fue, de nombre Vicente de los Ríos, teniente coronel y miembro de la Real Academia Española, RAE. Este "Análisis del Qujote" es uno de los cuatro estudios preliminares, todos preparados por De los Ríos, que anteceden al texto de la novela de El Quijote en la espléndida edición publicada por la RAE en 1780, y dos años después en edición popular. Los otros tres se titulan: 1. "Vida de Miguel de Cervantes", biografía; 2. "Pruebas y documentos que justifican la vida de Cervantes", transcripción de los documentos en que el autor sustenta la biografía, y 3. "Plan cronológico del Quijote", interesante tema que será materia de un artículo posterior.
El "Análisis del Quijote" es un extenso documento de 167 páginas. En nueve capítulos comprende, numerados uno a uno, 331 párrafos. Empieza su autor por advertir que el modo más obvio y natural de calificar las obras de ingenio consiste en compararlas "con otras del mismo corte y de la propia especie".
En el caso de El Quijote lo anterior es imposible -dice De los Ríos- por no haber otra que le sea comparable. Sin embargo, como autores se pueden comparar Cervantes y Homero. "En Homero -afirma- todo es sublime, en Cervantes todo es natural. Ambos son en su línea grandes, excelentes e inimitables". En el caso del español no "hubo un original a quien él imitase, ni después ha habido quien sepa sacar una copia de su original imitándole" (párrafo núm. 3) juicio en el que el autor yerra evidentemente, pues ahora sabemos que es infinita la cantidad de escritores que han tomado a Cervantes como modelo, ante la imposibilidad de "imitarlo".
En un primer juicio general sobre la obra, el autor de la crítica dice que "De la novedad en el objeto elegido (por Cervantes) resultará la fábula original, de la discreción en la moral útil, y de las otras circunstancias agradable.
El mérito de Cervantes y la destreza con que supo unir y manejar estas tres cualidades (es decir, originalidad, combate a todos los vicios de su época para corregirlos y entretenimiento al lector al tiempo que se le enseña) se manifestará palpablemente, aplicando las referidas observaciones al Quijote, para hacer juicio de esta obra, de la que sólo se notarán aquellas gracias, o perfecciones más exquisitas, o más ocultas, pasando en silencio muchas, que ningún lector dejará de percibir aunque no las conozca" (núm. 10). Y sobre este esquema desarrolla De los Ríos su interesante análisis.
Afirma el autor que Cervantes merece alabanza "por la discreción con que supo manejar lo ridículo haciéndolo verosímil", pues todas las aventuras del actor explicables por su locura son "la causa de porque el Quijote entretiene más agradablemente que las fábulas homéricas" (núm. 32)
Por cuanto hace a los personajes, dice que "Don Quijote es un hidalgo naturalmente discreto, racional e instruido, y que obra y habla como tal, menos cuando trata de la caballería andante. Sancho es un hablador interesado, pero ladino por naturaleza, y sencillo por su crianza y condición. De suerte que estos dos personajes tienen un carácter duplicado, el cual varía el diálogo y la fábula y entretiene gustosamente al lector…Estos caracteres jamás se desmienten" (núm. 60)
El análisis de De los Ríos es erudito y muy completo. Concluye que "acreedor es Cervantes a los aplausos de todos los literatos…por haber observado en su fábula las reglas que dicta la razón ayudada de la crítica. Reglas que no pudo encontrar escritas, pero que deben servir en adelante para formar juicio de las composiciones de esta especie, si acaso se atreve alguno a seguir a Cervantes por tan difícil senda hasta las cumbres del Parnaso" (núm. 331)