Cuando se conversa sobre libros, he notado en la gente dos distintas actitudes. Si la plática es sobre la moderna literatura basura, que abunda, así se trate de los llamados "best seller", como por ejemplo los de Harry Potter, sin el menor rubor el interlocutor reconoce con toda franqueza, si es el caso, no haberlos leído. Y no pasa nada. En contraste, una actitud muy diferente asume cuando se trata de El Quijote. ¡Y qué bueno!
En este caso, de inmediato se observa que la persona se apena, le da vergüenza confesar no haber leído la obra cumbre de la literatura. Y da al efecto una serie de explicaciones, no pedidas, desde luego. Que si la leyó hace mucho tiempo (en la prepa, ¡sí en la prepa!), pero como lo hizo por obligación escolar, no le tomó sabor. Que si sólo ha leído partes, sí, algunos capítulos, no todo el libro; que en varias ocasiones ha iniciado su lectura, sin haberla podido concluir; que si una cosa, que si otra. En fin.
A quienes presumen haberlo leído completo, y algunos afirman que hasta más de una vez, es suficiente con hacerles una sola pregunta para conocer si su presunción es más o menos cierta.
Obviamente no hay que formular tal pregunta de manera agresiva sino con suma prudencia, con gran delicadeza, para que el interlocutor no se ofenda ni sienta que es objeto de un interrogatorio tipo inquisitorial. Bueno, que ni siquiera parezca pregunta, porque tratándose de El Quijote cualquiera reprueba con tantos personajes y episodios como tiene la novela. El mismo Cervantes olvida pasajes y hasta los nombres de sus propios -muy numerosos- personajes, como por ejemplo el de la mujer de Sancho Panza, a quien llama a lo largo del libro con seis diferentes nombres: Juana Panza, Teresa Panza, Teresa Gutiérrez, Teresa Cascajo, Mari Gutiérrez y Sancha.
Hay que llevar pues la conversación, de manera tranquila, a las ocasiones o pasajes que en El Quijote se alude a México o a hechos o cosas relacionadas con nuestro país, algo que ningún mexicano puede pasar así nada más por alto. Si los leyó, no los olvida.
Si el interlocutor al llevar la conversación a tal punto no puede ocultar una cierta expresión de asombro, que de inmediato se advierte, lo más probable es que jamás ha leído El Quijote completo. Esta prueba por lo general no falla.
En El Quijote se hace alusión en tres pasajes a México. Uno se encuentra en el capítulo 42 de la I Parte y los otros dos en la II Parte.
La primera mención aparece referida en la historia del capitán cautivo. Se presenta en el reencuentro de dos hermanos, el cual tiene lugar muchos años después de que éstos y un tercero recibieron sus respectivas herencias en vida aún de su padre, quien les aconsejó seguir la carrera de las armas a uno de ellos, el de las letras a otro y el del comercio al tercero.
El primero de los mencionados, el capitán, de nombre Ruy Pérez de Viedma, en quien al parecer refleja Cervantes parte de su propia experiencia, luego de sufrir numerosas desventuras fuera de su patria, incluido un penoso cautiverio en Argel, regresa libre a España gracias al apoyo de una hermosa y rica mujer mora, de nombre Zoraida, quien lo acompaña.
Fortuitamente el militar se cruza sin saberlo con su hermano el letrado, licenciado Juan Pérez de Viedma, en la segunda estancia de Don Quijote en la venta. Uno de los criados de don Juan proporciona al primero la información que le permite asegurarse de que efectivamente se trata de su hermano, quien va "proveído (designado) por oidor a las Indias, en la Audiencia de México".
A continuación el oidor expone la dificultad que enfrenta para estar presente en el bautismo de su futura cuñada, Zoraida, así como en la boda de ésta con su hermano, por no serle "posible dejar el camino que llevaba, a causa de tener nuevas que de allí a un mes partía flota de Sevilla a Nueva España y fuérele de gran incomodidad perder el viaje". Se sabe que la flota de Sevilla a Veracruz a principios del siglo XVII sólo partía una vez al año, en otoño. La próxima semana haré mención de las otras dos alusiones que El Quijote hace a nuestro país.
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