El Quijote, 400 años
En el artículo anterior mencioné que a lo largo de cuatro siglos no han sido pocos los comentaristas de El Quijote que adoptaron como deporte encontrarle errores, incorrecciones y gazapos gramaticales a la escritura de Cervantes. Entre ellos, incluso, algunos de los más renombrados estudiosos de la gran novela, como Diego Clemencín en el siglo XIX y Francisco Rodríguez Marín en el siglo XX, según lo señalé. Pero no han sido los únicos.
Dije también que Rodríguez Marín defendió a Cervantes de muchos de los supuestos errores que le atribuyó Clemencín. Pero él a su vez halló otros más. En un diálogo imaginario bien pudo haberle dicho Cervantes: "Mejor no me defiendas, compadre".
Sin embargo, Cervantes ha tenido también fervorosos defensores de su escritura. Uno de ellos fue el español, Juan Calderón. En 1854 apareció un libro de su autoría titulado "Cervantes vindicado en ciento y quince pasajes", obra póstuma, en la que con acierto defiende a El Quijote de otros tantos señalamientos de Clemencín, que dice le "parecen más bien agresiones".
Dos décadas después, en 1877, el venezolano Amenodoro Urdaneta publicó también en defensa del autor de El Quijote un voluminoso libro con el título de "Cervantes y la crítica". Lo mismo hizo Julio Cejador y Frauca, célebre escritor español, en "La lengua de Cervantes", voluminoso estudio publicado en 1905-1906 en dos tomos.
Por increíble que parezca, uno de los mejores defensores de Cervantes, meticuloso y acertado, fue el alemán L. Weigert cuyo estudio, lamentablemente jamás traducido al español, vio la luz en Berlín en 1907. Los pasajes en castellano que de su obra citan algunos tratadistas, denotan claramente el amplio, profundo y detallado conocimiento que del español del siglo XVII tenía este germano, como para liberar a Cervantes de no pocos "apuros".
Por el asombroso dominio que Weigert tuvo de nuestro idioma, cuesta trabajo aceptar que su lengua materna haya sido el alemán y no el español.
A principios de la década de los años 70 del siglo pasado un discípulo de Ramón Menéndez y Pidal, Ángel Rosenblat, en su libro "La lengua del 'Quijote'" publicado por Gredos, lleva a cabo el análisis, uno a uno, de los centenares de "descuidos" o "incorrecciones" detectados por Francisco Rodríguez Marín según los menciona en la tercera edición de El Quijote comentada por él (en 10 volúmenes publicados entre 1947 y 1949), no sin antes aclarar Rosenblat que Cervantes "no necesita de abogado defensor".
Advierte de entrada, en lo cual tiene razón, que las supuestas "incorrecciones" de Cervantes al escribir El Quijote no son todas de idéntica naturaleza sino de índole muy diversa. Por ello, al efecto lleva a cabo su clasificación y encuentra que se pueden agrupar en once diferentes categorías.
Al realizar su exhaustivo análisis, Rosenblat afirma que "casi todas las faltas que se le han atribuido (a Cervantes) se deben a conocimiento insuficiente (que sus críticos tienen) de la lengua clásica, a nimiedad gramatical o a incomprensión de los recursos expresivos de la lengua, sobre todo de la lengua del Quijote con sus juegos variados y sorprendentes".
Rosenblat se pregunta: "¿no hay entonces incorrecciones en el Quijote?" Y al respecto comenta: "En una obra de tal amplitud y de tal ámbito expresivo ¿cómo no iba a haber algunas? No hay por qué creer en lo que se ha llamado 'fetichismo cervántico', y considerarlo todo admirable".
Al final de su amplio estudio Rosenblat encuentra sólo ocho incorrecciones, mismas que también analiza puntualmente. Y nada más. Escribe que "son todas las 'incorrecciones' que -dice- hemos podido reunir. Ya se vio -agrega- que no son muchas, y que alguna (de esas ocho) hasta discutible. Hemos visto que muchas de las supuestas incorrecciones se salvan con una buena puntuación, o tomando en cuenta la llaneza del lenguaje hablado, o las libertades de sintaxis de la época, o sus múltiples juegos expresivos".
Para terminar, las justifica así: "Esas pocas incorrecciones y esos pocos descuidos son manifestación normal del culto español por la espontaneidad y la exuberancia natural. Revelan menosprecio de la nimiedad y espíritu de grandeza". ("La lengua del 'Quijote'", pág. 344).
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