(EL UNIVERSAL)
Más de 2 millones de refugiados han abandonado Siria desde que hace cuatro años comenzó la guerra en ese país. Uno de ellos es Osama Abdul Mohsen.
Hace meses huyó con lo puesto a Turquía, junto a su mujer y a sus cuatro hijos. Y de allí y con dos de ellos escapando de la miseria intentó cruzar a Hungría, país de la Unión Europea. Sin embargo, cuando había logrado romper el cordón policial con su niño de siete años en brazos y corría desesperado junto a decenas de refugiados, Petra Laszlo, una reportera de ese país del canal de televisión N1TV [que apoya al partido de extrema derecha Movimiento por una Hungría Mejor], le puso la zancadilla para que se cayera al suelo. Varias cámaras de televisión lo grabaron, la terrible imagen dio la vuelta al mundo y Osama se convirtió en símbolo del horror del pueblo sirio.
Miguel Ángel Galán director de la Escuela Oficial de Entrenadores de Fútbol y Futbol Sala (Cenafe) también la vio. Le dejó tan impactado la noticia que cuando se enteró de que Osama es entrenador de futbol decidió hacer todo lo posible por traerlo a España. Al frente del Al Fotuwa S.C., el equipo más importante de Siria, Osama había logrado dos títulos y cinco subcampeonatos de la Liga, junto a otras cuatro Copas de Siria, así que pensó en ficharlo.
Ayudado por el periódico "El Mundo", Galán envió un alumno de la escuela, Mohamed Labrouzi, quien habla árabe, a recogerlo y traerlo a Madrid. Ambos hicieron un largo viaje desde Hungría pasando por Munich (Alemania), París (Francia) y Barcelona (España). Ahora y desde hace tres meses Osama vive en Getafe, una localidad situada a las afueras de la capital, junto a sus hijos Zaid y Almuhannad. Todavía no ha logrado traer a su mujer y a sus otros dos hijos, quienes siguen malviviendo con apenas nueve euros al día en la ciudad turca de Mersin, una de los principales lugares de refugiados sirios.
Osama nació hace 51 años en la ciudad siria de Deir al-Zour. Allí pasó su infancia, con sus padres y sus nueve hermanos entre los que hay maestros, ingenieros y hasta un médico. Luego estudió en el Instituto de Deportes de la Universidad de Alepo donde se convirtió en entrenador. Más tarde se casó y nacieron sus cuatro hijos. En charla con El Universal cuenta que de joven intentó ser jugador de futbol, pero como no lo consiguió decidió ser coach. Durante unos años entrenó en Siria, pero aprendió inglés y se fue un año a los Emiratos Árabes a entrenar un equipo.
De esa etapa recuerda que muchos de sus jugadores eran millonarios, iban a entrenar en Ferraris o con chofer, pero "no se tomaban el futbol en serio". Es decir, iban a entrenar un día, pero durante los cinco días siguientes no volvían a aparecer sin que nadie les dijera nada. Cuando hace cuatro años estalló la guerra, Osama intentó volver esta vez con su mujer y sus hijos, pero el país prohibió la entrada de los sirios. Así que después de vivir varios bombardeos y explosiones y temer por su vida tomó la decisión de huir a algún país de la Unión Europea (UE). "Huimos de Siria con lo puesto. Ni siquiera nos pudimos llevar una maleta. Hicimos un viaje agotador, muy estresante, muy difícil y muy peligroso. Varias veces estuvimos a punto de morir. Yo no puedo olvidar lo que viví allí y mi familia tampoco. Se nos quedará de por vida. Mi hijo está traumatizado por todo lo que ha vivido estos últimos meses", relata.
Su primer destino fue Turquía. Allí malvivieron los cinco con los 10 euros que ganaba él al día dando masajes. Y allí sigue malviviendo su mujer y dos de sus hijos. "Viven en una pequeña habitación en una casa con otros muchos refugiados sirios", relata. "Tiene mucho miedo y no se atreve a salir a la calle. Tiene pánico por todo lo que ha vivido. Está conmocionada, igual que mis otros dos hijos. Vive con terror".
Angustiado por su situación económica hace tres meses él decidió seguir ruta hacia algún país de la Unión Europea con su hijo pequeño, Zaid, de 7 años, y Almuhannad, de 18 años. Antes le prometió a su mujer que lograría llevarles también. En Roszke, frontera con Hungría y muy cerca de Croacia, fue pateado por la periodista. La imagen de la patada y de Zaid llorando asustado mientras un policía de fronteras agarra a su padre dio la vuelta al mundo. E incluso su mujer y sus propios hijos lo vieron por televisión. Todos pasaron muchas noches sin dormir rezando para que Osama no estuviera encerrado en una cárcel para refugiados donde el gobierno húngaro de Viktor Orbán hacina a familias enteras.
Ahora Osama, de 51 años, lleva tres meses en Madrid junto a su hijo. Está contento y feliz y muy agradecido con los españoles porque le han acogido con los brazos abiertos. "Tanto los periodistas como la gente", explica. Además aquí puede ser entrenador y darle un futuro a su familia. Está recibiendo clases de español, tiene un trabajo de entrenador y vive en una casa alquilada junto a sus dos hijos.
Sin embargo, le preocupa que el pequeño Zaid después de la agresión de la reportera se quedó traumatizado y hoy todavía es incapaz de acercarse a la gente. Ni siquiera en Madrid, donde no hay guerra. Ni siquiera aunque se le ofrezcan chuches o regalos. No da la mano, ni mucho menos besos. Y dice su padre que todavía tiene pesadillas.
Osama también lamenta que su mujer y sus otros dos hijos todavía no hayan podido venir, tal y como le prometió que haría el gobierno de Mariano Rajoy (Partido Popular). Denuncia que le aseguraron el estatuto de asilo con protección internacional tras huir de la guerra, pero que no se lo dan. Que le piden aportar una documentación que es "imposible de aportar", puesto que sólo la puede tramitar la embajada siria en Ankara "y ni mi familia ni yo podemos entrar allí por razones políticas" o en Siria,"un país que está en guerra", recuerda. "Un país en el que cada día mueren mujeres y niños víctimas de los bombardeos de la comunidad internacional, del Estado Islámico y del presidente Bashar al-Assad. Un país en el que no se puede vivir y en el que muchas personas como mi madre y mis dos hermanos están atrapados", denuncia emocionado.