Elegant ladies in their dressing room, F. Scalini, 1897
En los hombres la vestimenta resuelve una necesidad de supervivencia; en las mujeres representa un adorno que no facilita la vida, sino que moldea o disfraza. Los seres humanos responden a necesidades que han ido cubriéndose con el tiempo, a la vez que se van haciendo más exigentes, específicas y demandantes.
Cada actividad programada del día, esas que se hacen por default, trae consigo una fuerte carga cultural, narra una historia que posiciona a la sociedad actual como el resultado de un fenómeno evolutivo de una necesidad básica: vestir lo que se viste, comer lo que se come, y el modo de hacerlo, transportarse de una manera específica, los hábitos de higiene que se ejecutan diariamente, el lenguaje y el tiempo que se destina a cada actividad.
Cubrir el cuerpo es consecuencia del pecado original cometido por Eva al dejarse tentar por la serpiente, según la tradición bíblica, o bien, debido a la evolución humana, según la ciencia.
El sedentarismo y la poca participación social de la mujer en la antigüedad, suscitó mínimas necesidades en su género, contrario a lo que ocurrió con el hombre, cuyas carencias se fueron resolviendo y modificando con el tiempo, a tal grado que muchas de ellas ahora son exclusivas de la mujer.
LA BOLSA: DEL TRASLADO A LA PERMANENCIA
Durante la prehistoria, el hombre nómada desarrolló un objeto que le permitiera transportar sus alimentos y herramientas, usando para ello pieles de animales, algo similar a lo que hoy llamamos bolso. Existen evidencias gráficas en algunos jeroglíficos egipcios que muestran una especie de bolsa que llevaban alrededor de la cintura y Mercurio, el dios romano del comercio, era representado con una bolsa de mano.
Los bolsos actuales derivan de las escarcelas medievales, que eran utilizadas por peregrinos y mensajeros. En un inicio, el cierre consistía en un puñal o cuchillo atravesado, para dificultar la tarea de los ladrones, más tarde el sistema se suavizó usando cordones o cadenas de metal.
Fue en el siglo XVI cuando las mujeres tomaron el control para resguardar objetos, sin embargo, lo hacían de manera discreta, puesto que custodiaban el dinero en bolsillos cosidos entre los pliegues de las faldas; esto fue cambiando a la par de la moda de aquella época hasta observar a las mujeres cargando en el hombro sus pertenencias. Actualmente, a este tipo de bolso para hombres se le denomina 'mariconera', un término homofóbico y poco documentado, ya que hace alusión a un objeto que se considera femenino para uso del varón.
El término 'bolso de mano' se comenzó a emplear a principios de 1900, para referirse de manera particular a los maletines de los hombres, rompiendo con la necesidad que dio origen a la bolsa como tal: permitir el traslado de objetos, dejando las manos libres para que el hombre continuara con la recolección.
Actualmente, es difícil encontrarse con una mujer que no lleve bolsa, más allá de su fin práctico, representa uno de los accesorios favoritos de las féminas y más costosos en la industria de la moda.
EL CORSÉ: DE LA RESISTENCIA A LA MOLDURA
En un principio, el corsé (del francés cors, que significa cuerpo) fue utilizado por militares o civiles que practicaban algún deporte para dar soporte a su espalda. La prenda se componía de varillas de hierro, madera o huesos de ballena. Los hombres corpulentos se servían de él para encajar en los trajes de moda, principalmente los dandys, aquellos hombres que se esmeraban por lucir siempre elegantes.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, los hombres sólo utilizaban el corsé por razones médicas, ya que se comenzó a considerar como una prenda exclusivamente femenina para cumplir con el estereotipo de belleza en la mujer: busto prominente, cintura angosta y espalda recta. La búsqueda del ideal de la belleza siempre ha tenido un costo elevado, el ajuste extremo del corsé generó en su momento, desmayos, deformaciones en la cavidad pulmonar y hasta desplazamiento de órganos.
Mientras que en los hombres la vestimenta viene a resolver una necesidad de supervivencia, en las mujeres representa un adorno que no facilita la vida, sino que moldea o disfraza.
TACONES: DEL SOPORTE A LA SEXUALIDAD
La palabra tacón nos remite instantáneamente a la imagen de una mujer; es un elemento que en la actualidad denota formalidad, sin embargo, el origen de esta extensión del calzado poco tiene que ver con una cuestión estética.
Los tacones comenzaron a usarse por jinetes pérsicos alrededor del siglo IX, para ayudarles a mantener los pies dentro del estribo, esto les brindaba seguridad al sujetarse al caballo, permitiéndoles disparar sus flechas con mayor precisión.
Los zapatos de tacón, o zapatos al estilo persa, fueron adoptados por aristócratas que buscaron tener una apariencia viril. Con el tiempo, el tamaño del tacón, que oscilaba entre ocho y diez centímetros, comenzó a ser un indicador del estatus social.
La necesidad de este tipo de calzado fue migrando y expandiéndose, ya que resultó de gran utilidad para aquellos burgueses que requerían un poco más de altura; tal es el caso de Luis XIV, que medía apenas 1.63 metros; sin duda un referente de los tacones masculinos en la Edad Media.
“Una de las mejores maneras de tener estatus social era a través de costumbres imprácticas”, Elizabeth Semmelhack, del Museo Bata Sho en Toronto.
Para el siglo XVII las mujeres comenzaron a usar tacones, como una tendencia de adoptar la moda masculina. Fue hasta 1740 cuando los hombres los eliminaron de su guardarropa.
La obsesión por los tacones terminaría en el siglo XVIII, a consecuencia del período de la Ilustración, que no sólo se reflejó en el pensamiento, sino también en el vestir irracional o impráctico; sin embargo, la tendencia regresaría un siglo después, pero esta vez con más fuerza y únicamente para la figura femenina, a tal grado que su imagen es referente de temas como la sexualidad, prostitución, erotismo y pornografía.
Es fácil identificar una nota periodística de sexoservidoras, trata de mujeres, abuso sexual o prostitución clandestina, por las imágenes de tacones acompañando un encabezado escabroso. Además, se ha clasificado a la mujer por los centímetros que la separan del suelo; lo que en su momento daba estatus, ahora aparece como un indicador peyorativo.
Los hombres retan al equilibrio al subirse a unos zapatos de tacón, siendo ellos los precursores de esta acrobacia diaria.
EL PESO INVISIBLE DE LA HISTORIA
La sociedad va cargando años de historia, creyendo erróneamente que lo que se usa es privativo de una cultura, género o región. Clasificamos la indumentaria, así como las necesidades, sin reconocer que somos un punto en una línea del tiempo que camina pero también gira. En México es impensable ver a un hombre caminando con tacones o falda, sin dudar de su orientación sexual, cuando hace años, esas prendas denotaban precisamente virilidad.
Vivimos un momento histórico de poca conciencia de que nuestra cotidianidad es consecuencia de las pruebas del pasado; pruebas donde el hombre trabajador dio pie a la mujer objeto.
Nos reímos de la moda de ayer, pero nos emocionamos con la de antes de ayer, cuando está en vía de convertirse en la de mañana. Marlene Dietrich.