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El tema norteamericano de migración

JULIO FAESLER

El juez Andrew Hansen, de Brownsville Texas, desenterró una antigua regla de 1946, escondida en los resquicios legales de su país, para detener la ejecución del Decreto presidencial de Obama que abriría el camino hacia la legalización de más de cinco millones de indocumentados, la mayoría mexicanos, en peligro de ser deportados. El Decreto debió entrar en vigor ayer, pero quedó bloqueado con el argumento de que su intención no fue debidamente anunciada para dar oportunidad a los ciudadanos de manifestarse al respecto. En realidad la decisión de Hansen respondió a la presión que le hicieron 26 gobernadores republicanos.

Desde Washington el Departamento de Justicia de inmediato inició el proceso ante la Quinta Corte de Circuito de Apelaciones en Nueva Orleans para desechar el fallo del juez Hansen. La batalla legal se prevé larga y difícil puesto que la mayoría de los magistrados de ese tribunal son designaciones del presidente Bush. Según un comentarista "Obama actuó con exceso de rapidez".

A estas horas cientos de organizaciones de defensa de derechos civiles y políticos alistan multitudinarias manifestaciones de protesta en varias ciudades. Entre nosotros la reacción ha sido análoga.

La decisión del magistrado que congela por varios meses la aplicación del Decreto presidencial nos recuerda el contraste, que bien conocemos en México, entre lo que es justo y lo que es meramente un formalismo legal. Se trata de un legalismo que se impone sobre lo equitativo y justo. Cumplir con requisitos formales no asegura cumplir con la justicia. Desde luego que las formalidades jurídicas se diseñan para blindar la marcha de la justicia contra manipulaciones o desvíos, pero también pueden servir, como en el caso que nos ocupa, para impedir con argumentos artificiosos, la ruta hacia la justicia. Recuérdese la muy controvertida sentencia de nuestra Suprema Corte que cerró el caso de la señora Florence Cassez.

Es urgente para los Estados Unidos resolver, paso a paso, el complicado esquema que retiene a millones de extranjeros indocumentados viviendo en la precariedad. El asunto se ha politizado y ahora enfrenta al Presidente Obama a una mayoría legislativa que le es juradamente adverso. Los esfuerzos que ha desplegado el Presidente no han vencido a oposición mediática liderada por el partido republicano que no le perdona a Obama su origen étnico.

Once o más millones de extranjeros piden regularizar su estancia en los Estados Unidos. Hace tiempo el asunto pasó de ser un asunto de absorción social que el "crisol" norteamericano siempre se preció en atender. Hoy se trata más de incorporar a esa población a la comunidad de trabajo. La actual perspectiva de una mejora en la economía norteamericana podría reducir la resistencia a la regularización de los mexicanos que esperan definir su situación y evitar la amenaza de deportación.

Para la opinión pública internacional el giro que tome la problemática migratoria en Estados Unidos tiene repercusiones. Son muchos los países en Europa que a diario tienen que resolver los agudos problemas humanos del incesante flujo de masas empobrecidas desde África o Europa Central que las condena a la muerte.

Son los aspectos humanos que hacen dramático el fenómeno de la migración en todo el mundo que ha aumentado de 154 millones en 1990 hasta llegar a 231 millones en 2013 correspondiendo a 3.2 % de la población mundial.

En los Estados Unidos el problema de la migración no ha llegado al grado que se tiene en la Unión Europea, obligada, por razones de tratados internacionales, a albergar a miles de individuos, muchos de ellos, como los musulmanes, un peligro para la seguridad interna, por ser enemigos declarados del sistema socioeconómico y político del país anfitrión.

En Estados Unidos el problema migratorio es más simple. Al lado de una lenta absorción social, se trata más bien de la inserción de los migrantes en ocupaciones que ofrezcan una vida digna.

El gobierno mexicano tiene que mantenerse en una posición cada vez más firme en la cuestión migratoria norteamericana insistiendo en que se resuelva. En último término, se trata de un proceso que favorece más los intereses de Estados Unidos que a México. Para ellos les va de por medio la estabilidad socioeconómica y el inteligente aprovechamiento de nuestra mano de obra. Para nosotros la cuestión es de índole humanitaria. Los parámetros son muy distintos.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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