Todas las naciones tienen contrahechuras. Las hay desarrolladas que, sin embargo, tienen reacciones infantiles. El problema no es Trump escupiendo provocaciones, sino los millones que lo acompañan en sus fobias.
El saludo de Hitler al lanzar con desdén su mano por detrás del hombro significaba eso: hay millones detrás de mí. Los ríos de migrantes que hoy sacuden Europa van pisando territorios ajenos, pero también emociones diversas: no es lo mismo Hungría que Francia, Austria o Alemania. Qué decir del separatismo catalán, ¿sinrazón o razón de vida? ¿Y Perón para los argentinos? En pleno siglo XXI las estirpes monárquicas pueden provocar sublevaciones. Cada quien su trauma, pero ayuda encararlos.
La orografía emocional de las naciones es apasionante porque está más allá de cualquier indicador socioeconómico. Cómo explicar a un mormón nuestras múltiples festividades religiosas o el fenómeno de la Virgen de Guadalupe. La diversidad étnica, la geografía, el aislamiento ancestral, nuestra abigarrada historia han sido un venero de inspiración para poetas, ensayistas, novelistas, cineastas y lo que se quiera agregar: de Zarco a Paz o a Fuentes, pasando por López Velarde o Cuesta. El gran riesgo del soliloquio es caer en el regodeo de ser algo único e incomparable. Ese es un garlito.
México ha evolucionado dentro de los cánones sociológicos más conocidos: disminución de la población campesina, migración campo-ciudad, aparición de las clases medias y con ellas una nueva generación de demandas políticas (derechos humanos, género, minorías, medio ambiente). Son las mismas exigencias democráticas de otras naciones que se modernizan. En un país que es referente universal del "machismo" la igualdad de género avanza gracias a una acción afirmativa. Las posturas de vanguardia de la capital han favorecido la legislación de asuntos tan polarizantes como la interrupción voluntaria del embarazo, la voluntad anticipada, las uniones de personas del mismo sexo, etcétera. Ese México alienta.
Pero también hay áreas de oscuridad: el presidencialismo nos asfixia. Ejercerlo y padecerlo, son las dos caras de la misma moneda. Explicaciones hay muchas: Santa Anna como burla; Juárez, que para unos es el salvador de la Patria y para otros un dictador disfrazado; Porfirio Díaz, un héroe y demonio a la vez; Madero, el demócrata ingenuo; Carranza, el tramposo institucional; Calles, el primer superviviente real que encausa la guerra por el poder, pero planta "nopalitos"; Cárdenas, referente ético, pero patriarca; Ávila Camacho, consistente, pero con un hermano bravo; Alemán, modernidad e intereses. La balanza va y viene López Mateos y su frívola simpatía; Díaz Ordaz con el 68 tatuado en la frente; la docena trágica de Echeverría y López Portillo; los varios Salinas. Los juicios sobre las personas siempre son divididos. El trauma tiene explicaciones.
Por fortuna, los rasgos imperiales capturados por Enrique Krauze disminuyen: la voluntad personal pierde peso y los rieles institucionales se han fortalecido. Sin embargo, también ha habido regresiones. La alternancia del 2000 centró las esperanzas en un nombre: Fox. AMLO explota la misma versión: el redentor. El trauma presidencialista es ambiguo, requiere incienso y demanda hoguera pública. En 2015 esa necesidad va del bombardeo de spots -siempre con EPN- a la demanda de renuncia y juicio contra el mismo personaje. En casi 30 años hemos sido incapaces de encontrar para el Informe un formato republicano respetuoso de las partes. Estamos en el teatro del absurdo: "fijar posiciones" sin conocer siquiera el Resumen Ejecutivo. Después viene el cómodo día de fiesta. Ahora, desde el Congreso se demanda el regreso del encuentro institucional, cuando fue el propio Congreso el que le cerró las puertas al primer presidente de la alternancia.
Parecería que la vida de México está en juego por la visión de un individuo en un día. La añoranza del presidente emperador viene acompañada del temor por las súbitas reinvenciones como la nacionalización de la banca. El Informe está sobrecargado de emociones. Se exige protagonismo y se le critica. Ponderemos hechos, propuestas y vacíos: bonos, fibras, Secretaría de Cultura, etcétera. La carga emocional no está en la Constitución sino en la mente de los mexicanos.
Nos encaminamos al primer siglo de transmisión pacífica del poder presidencial y de continuidad constitucional. Muy pocos países en el mundo pueden decir lo mismo. Pero el trauma sigue ahí. El día que podamos transitar por el Informe como un necesario y sano acto de equilibrio republicano y no como el parto de un nuevo México, ese día la República será más sólida. Ya lo decía Tocqueville: la democracia también está en los sueños de los ciudadanos. Ni redentores ni hogueras.