El escenario del proceso electoral para renovar la Cámara de Diputados a nivel federal, se encuentra lleno de expresiones de enojo y desesperanza en contra del sistema político de partidos, lo que lleva a denigrar el valor del voto, promover el abstencionismo y como consecuencia, a fortalecer al partido en el poder.
La descalificación generalizada que de lo anterior resulta, proviene tanto de líderes de opinión que campean en los medios de comunicación como de simples ciudadanos particulares, porque al fin y al cabo muchas de las críticas que se hacen al desempeño de los partidos políticos son justificadas.
Sin embargo, debemos reconocer que en nuestro país existe toda una diversidad de opciones de partidos y candidatos, que emanan de una realidad social que con sus luces y sombras es la nuestra y por consecuencia, sólo a nosotros nos corresponde corregir a base de esfuerzo y participación.
Una descalificación radical e indiscriminada del sistema de partidos en general y del actual proceso en particular es un gran peligro para nuestro destino como sociedad, porque ningún sistema político es perfecto y todos ellos, en especial la democracia, requiere de la participación de los ciudadanos, para funcionar en términos congruentes con el bien común al que aspira toda comunidad humana.
Lo anterior implica que dejarnos vencer por el pesimismo y renunciar a lo que podamos hacer para mejorar, o perder la fe en los principios en los que creemos, nos conducirá tarde o temprano a una dictadura de cualquier signo, ya que los grandes detractores de nuestro imperfecto sistema, no proponen otra alternativa mejor a nuestro alcance.
El error está en creer que la democracia es milagrosa y que bastó con que lográramos la alternancia de partido en la Presidencia de la República en el año dos mil, para que en automático obtuviéramos la solución de una vez y para siempre, a todos nuestros problemas de convivencia colectiva.
La historia nos enseña que no sólo debemos luchar por conseguir los cambios sociales y políticos en un momento dado, sino continuar la lucha para mantener lo conseguido y mejorarlo, so pena de volver atrás porque la reversa también es cambio.
En México el regreso del PRI a la Presidencia, plantea una crisis y un grave riesgo de regeneración del viejo sistema de partido de estado, que vuelve por sus fueros corregido y aumentado, ahora dirigido por cínicos, para quienes la corrupción es un fenómeno cultural e institucional inevitable. Desde la perspectiva del nuevo PRI, el reparto de privilegios grandes o pequeños, consistentes en despensas o contratos destinados a la compra del voto, no se pueden detener por el escrúpulo de quienes piden un proceso equitativo, basado en el voto secreto, libre y razonado de los electores.
Ante esta realidad se acrecienta el valor del voto como herramienta de mejoramiento político y social, contrario a los detractores radicales del sistema democrático, que al hacer el juego a la desesperanza nos empujan hacia las alternativas de la anarquía o la dictadura, como únicas opciones posibles.
En el aquí y ahora de nuestro país y región, la necesidad tanto de promover el voto y ejercerlo, así como de proteger al sufragio mediante la participación directa de los ciudadanos en la integración de las casillas, como funcionarios designados por el Instituto Nacional Electoral o como representantes de los partidos, es una prioridad en la que nos debemos involucrar.
A ello responde el esfuerzo notable de algunas organizaciones cívicas regionales que en estos días difunden llamados a la participación y mensajes a defender el valor y la dignidad del voto, conscientes de que el sufragio es herramienta de participación de imprescindible, en términos de la realidad política y social en que nos movemos y somos.