Con ya una par de semanas de haber arrancado las campañas electorales, se empieza a descubrir ciertos visos que le dan obvia peculiaridad a cada proceso en turno, y éste por supuesto que no es la excepción.
A nivel federal, quizá el principal elemento que hace que esta elección intermedia sea distinta a las de 1997, 2003 y 2009, es que existe la probabilidad real de que el partido en el poder en lugar de ser castigado por el desgaste natural del ejercicio de gobierno, ahora crezca o al menos mantenga las mismas curules en la Cámara de Diputados.
El último presidente priista antes de la alternancia, el doctor Ernesto Zedillo tuvo que gobernar la segunda mitad de su mandato con una Cámara baja plural. Desde entonces nunca el presidente ha vuelto a contar con la mayoría absoluta en el Congreso. El claro triunfo de Vicente Fox no le fue suficiente para que Acción Nacional llegara al poder con una mayoría parlamentaria. Incluso en 2003, el desencanto en la población por el papel que hasta entonces realizaba el hombre que fue capaz de sacar al PRI de Los Pinos castigó al partido en el poder y vio como disminuía el número de diputados de su partido.
Felipe de Jesús Calderón Hinojosa llegó al poder en la elección más cerrada en la historia de México. Habrá quienes nunca aceptaron el resultado, pero en ese entonces el candidato ganador no pudo alcanzar la mayoría legislativa, vaya, ni siquiera acercarse a ella. Aquellos comicios dieron prácticamente un empate entre el propio Calderón y el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador. El PRI había sufrido luchas intestinas muy álgidas, particularmente entre Roberto Madrazo y la maestra Elba Esther Gordillo (hoy, defenestrado el primero y la segunda en prisión) por lo que el partido tricolor salió tercero en la carrera presidencial, pero su estructura y maquinaria partidista le dio para tener mejores resultados en los distritos electorales. El resultante fue un Congreso dividido prácticamente en tercios.
El accidentado gobierno de Calderón, la crisis económica mundial de 2008-2009, y hasta el surgimiento del virus AH1N1 (influenza) fueron circunstancias que aunado a que el PRI cada vez estaba más recompuesto luego de la pérdida de la presidencia, para que el presidente en esa ocasión viera como los candidatos de su partido eran rechazados por grandes porciones del electorado. El resultado fue igual al que vivió Zedillo y Fox: el pueblo los castigaba en las urnas.
Lo difícil de comprender en esta ocasión es que no obstante el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto goza del peor nivel de aceptación, resultado del decepcionante desempeño de la economía nacional, la lenta recuperación de la seguridad pública que tanto prometió, pero sobre todo, de escándalos como el de la casa de su esposa Angélica Rivera, así como la propiedad del secretario de Hacienda, Luis Videragay, y de la reaparición de prácticas despóticas como lo fue el despido de Aristegui, propiciaron que la figura presidencial en medio de su mandato comparado con Zedillo, Fox y Calderón, esté todavía más bajo.
Sin embargo, las encuestas señalan que el PRI no va a caer, quizá incluso crezca por sí mismo o a través de su sucursal, el Partido Verde de México, conducto por el cual la clase política ha encontrado el instrumento para violar las leyes electorales a sabiendas que este partido "ecologista" manejado convenientemente, puede darle al PRI ese 6-8 % de los votos, que en la compulsa final puede incluso hasta darle la mayoría en la Cámara de Diputados, cosa que no sucede desde 1994.
Hay que agregar por supuesto que el PAN con los 12 años que duró en el poder dio muestra que puede ser tan o más corrupto que el PRI, con lo que ahora lejos está de ofertarse como el partido de los decentes, como lo hizo por décadas en las que jugó el rol de oposición.
Las izquierdas están donde siempre: divididas y enfrentadas. Por un lado el mesiánico López Obrador y por el otro el grupo de burócratas conocido como "Los Chuchos" que mantienen el control del PRD y por supuesto de las estructuras del Distrito Federal, bastión desde 1997 de esta izquierda.
Complejas, difíciles de entender, pero sobre todo desalentadoras para el electorado se presentan estas votaciones. Lo peor de todo es que con este escenario, no parece que algo pueda cambiar en la política actual mexicana, así parece que inexorablemente, seguiremos viviendo el cochinero en que hoy tienen los políticos convertido al país.