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Ellos sí le aplauden

Sin lugar a dudas

PATRICIO DE LA FUENTE

Al término de las campañas presidenciales y con el triunfo de Enrique Peña Nieto y su grupo, llegaron, tanto a áreas estratégicas de Los Pinos como al Gobierno de la República, una camada de jóvenes funcionarios, de nuevos priistas se supone, yuppies de la política cuyas edades oscilan entre los treinta y los cuarenta años, que parecen y actúan cual calca fina, y muy a la usanza y estilo de su jefe, el Presidente de México.

"Son los peores", me cuentan por ahí, "pues tienen pinta de muchachitos, pero vienen corregidos y aumentados, peor de mañosos, anhelan esos tiempos de la mano dura y 'el carro completo' y les enferma la crítica".

Los une, como denominador común, su admiración al primer mandatario, lo cual es positivo, pero también sintomático de cuán nocivo puede ser para cualquier presidente, la adulación de su primer círculo de colaboradores.

Los hoy conocidos como "golden boys" de Enrique Peña Nieto son, en la praxis y en las formas, idénticos al priista de antaño: operan y piensan cual apéndice del jefe máximo, al que buscan parecerse a como dé lugar, no atreviéndose a contrariar sus deseos ni, mucho menos, a manifestar si es que la tienen, su propia opinión.

Bien parecidos y peinados, algunos de ellos arrogantes en su conducta al sentirse arropados por la luz del candelero y el saberse poderosos durante seis años, corren altivos y ufanos en eventos por pasillos de palacio y en los jardines de Los Pinos, "como si se les terminaran las horas para salvar al país". Su destino manifiesto, juran, es la grandeza y el paso de su nombre a la historia.

De piel delgada, a la usanza de sus padres y abuelos, también priistas, no admiten crítica alguna a lo que interpretan como la nueva gesta revolucionaria del siglo veintiuno en aras de mover a México.

Sin embargo, a partir del saldo que arrojan los dos primeros años y medio de la administración peñista, efectivamente a México lo están moviendo, pero a una suerte de precipicio. Ellos, en cambio, perciben que su destino será hacer historia y piensan que, finalmente, en sus manos tienen la posibilidad de sacar al país de la postración que desde siempre lo aqueja.

En su fuero interno no perciben que México cambió y aunque no les guste, que hoy vivimos en un país de libertades y contrapesos al poder presidencial.

Ellos actúan y se comportan en privado, lo sé porque he platicado y convivido con varios, con el mismo entusiasmo con el que vitorean y aplauden en eventos perfectamente bien orquestados y poco naturales al presidente, pues es bien sabido que la improvisación no está entre las dotes de Enrique Peña Nieto, y menos cuando a la geografía nacional respecta…

Son casi todos muy enjundiosos y llenos de aires de grandeza, inteligentes, plenos, talentosos algunos, y con ganas de comerse el mundo. Con esa expresión que anticipa un dejo de soberbia y cierta añoranza por los tiempos del sistema presidencialista todopoderoso, van por la vida con cara de "ya fregamos".

Los "golden boys" de Peña son muy parecidos a lo que en sus tiempos fueron los de Calderón, Fox, a los de Zedillo y de ahí hasta el comienzo de la lista.

Son, según ellos, los elegidos. ¿Para qué? Te pido me lo digas porque yo, francamente, todavía no lo adivino. Porque tras la campaña y a juzgar por dos años y medio de su administración, los "Golden boys" de Peña tienen todo, menos brillo, pero eso sí, ellos sí le aplauden a su presidente aunque hoy no haya gran cosa que festejar.

Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas. @patoloquasto

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