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Emperadores

Diálogo

YAMIL DARWICH

Benjamin McLane Spock -mayo de 1903 a marzo de 1998- fue un pediatra estadounidense, considerado como el "padre de la permisividad" al publicar y defender su postura educativa: "dejar hacer a los menores para no frustrarlos", que defendió en su texto: "El libro del sentido común del cuidado de bebés y niños", publicado en 1946.

Representó una postura revolucionaria para su tiempo y es el antecedente de una corriente de la psicología que habla del cuidado de los menores en su etapa de niñez y adolescencia, que puso de moda las tendencias educativas, familiares y escolares que repudiaban lo conocido como "reforzadores negativos"; es decir: castigar las malas acciones de los educandos.

A partir de entonces, a los educadores les estaba prohibido decir "no", porque a los educandos les frustraban la creatividad; tampoco era permitido advertirles sobre los peligros en los juegos, ya que representaban amenaza y limitación en su desenvolvimiento social; o "cuidado, te vas a caer" cuando trepaban a un árbol, estaba vetado porque provocarían que el niño se cayera por la pérdida de seguridad.

El resultado fue la mala educación de muchos que ahora adultos tienen dificultades para identificar límites en el comportamiento persona y, en los casos extremos, llegan a ser individuos parasociales que sólo actúan conforme a sus propias necesidades sin considerar a los demás.

Pasados los años debieron hacerse correcciones, buscando cambios de estrategias en el tema de la educación de los hijos, a partir de observar su rebeldía y pérdida de respeto a la autoridad de los mayores, ya no se diga admiración y atenciones que antaño se les reconocían a padres, abuelos y profesores. ¿Recuerda cuando a ellos les hablábamos de Usted por respeto?

Desde luego que hay otros factores muy importantes, caso de la ausencia de los padres en el hogar por razones laborales o de otra índole y la influencia de factores difíciles de controlar, como los medios de comunicación, particularmente la Internet y la televisión globalizada, masificada e idiotizante.

La vida actual, con su constante agitación por las razones que ya hemos discutido en otros "Diálogos", ha generado un nuevo fenómeno social, considerado psicopatología entre los menores, llamado "Síndrome del Emperador".

Fernanda de la Torre, coautora del libro "Cuando los hijos mandan", advierte que existen vástagos que actúan como tiranos con sus padres, les pierden el respeto, los maltratan psicológicamente y en algunos casos hasta llegan a golpearlos.

La autora del texto dice que esos menores son incapaces de desarrollar emociones morales auténticas -empatía, amor, compasión, dolor psíquico, entre otros- y generan muchas dificultades para mostrar culpa y arrepentimiento sincero por las malas acciones que ellos cometieron.

Agrega que esos muchachos no aprenden de los errores y de los castigos que sus padres imponen por desesperación -en ocasiones tardíamente- y pareciera que son inútiles los intentos de platicar con ellos y hasta regañarlos. "¡No entiende!", dicen algunos abandonando la empresa de corregirlos.

Al parecer, el egocentrismo desarrollado les lleva a buscar su propio bien, aún cuando vaya contra los principios y reglas de familia y sociedad, provocando actitudes de reto a la autoridad y lo establecido, llegando a ser menores insensibles en sus conductas de relación y hasta crueles con familiares y amigos.

Esa conducta es calificada como parasocial y en casos extremos causa un daño importante a terceros ya que se comportan como lo que los profesionales llaman "el campo de la gana".

La práctica de la permisividad es mala, se confunde con la desatención afectiva -no sólo es darles dinero o bienes materiales tratando de compensar- y la carencia de educación en normas y principios sociales y morales está presente en tales menores.

El sobreejercicio de autoridad, llegando a ser dictatorial, tampoco es solución factible.

La receta de prevención es fácil de escribir y difícil de atender: comunicación permanente con aplicación de tiempo y calidad del mismo -ambas características-; desarrollo de la empatía por encima de la simpatía o antipatía; ejemplos de amor, solidaridad y subsidiaridad; y, sobre todo, decirles y hacerles ver con el propio actuar que son amados, corrigiéndoles a la vez.

Tal vez Usted dude, pero le aseguro que desarrollarles el sentido de compromiso familiar y social en términos de afectividad, encontrar actividades que les lleven a fortalecer su autoestima y, sobre todo, establecer límites en su actuar, siempre dando amplias explicaciones de los porqués, es una buena receta. Le recuerdo que "no hay enfermedades, sino enfermos" y cada caso es diferente.

Piense que actuar a tiempo o como segunda opción encarar el problema lo antes posible, son acciones que le redituarán en términos de tranquilidad, sensaciones de satisfacción con el cumplimiento de responsabilidades paternas y una vida de la tercera edad sosegada y feliz proveyéndoles una mayor actitud positiva. ¿Usted conoce a algún emperadorcito?

ydarwich@ual.mx

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