El desplante organizado por siete partidos políticos al levantarse de la mesa del Consejo General del INE es un hecho inédito que no debería pasar desapercibido.
Los partidos creen que son los dueños de la maquinaria que organiza las elecciones. No han entendido que su función se limita al nombramiento de los consejeros electorales y a la participación en las deliberaciones del Consejo General.
Si hay algo que no les gusta en lo que resuelve (o deja de resolver) el INE, tienen la puerta perfectamente abierta para presentar sus argumentos ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que tiene como una de sus principales atribuciones la de vigilar que los consejeros electorales decidan siempre con apego a la legalidad.
Levantarse de la mesa, escenificando una pataleta propia de niños berrinchudos, no solamente implica una enorme falta a su deber de institucionalidad, sino que demuestra una inmadurez democrática propia de un tiempo pasado. ¿Acaso olvidan los representantes partidistas que fueron ellos mismos quienes nombraron a los actuales consejeros electorales hace apenas unos meses? ¿Cómo es que a la hora de nombrarlos les parecieron adecuados sus perfiles y sus nombres y ahora aborrecen de ellos, al detectar posibles sesgos en la actuación de algunos (no de todos, hay que decirlo)?
Como lo dijo con acierto el consejero presidente Lorenzo Córdova, nadie gana al dejar vacía una silla en la mesa del consejo general del INE. Cabe agregar que, de hecho, nadie gana con no participar en las discusiones al interior de un órgano democrático, con apostarle al silencio y no a la palabra, con actuar por desplante y no con la ley en la mano.
Uno esperaría, si tuviéramos una clase política más profesional y menos mediocre, que las sesiones del INE fueran apasionadas, repletas de argumentos y contraargumentos, marcadas por la rivalidad, pero también por el sentido de institucionalidad que debe prevalecer siempre. Pero no. Prefirieron levantarse de la mesa, como si todavía estuvieran en la secundaria. Y con el mayor de los cinismos todavía se hicieron de rogar para volver a la mesa. Es increíble.
La lección que nos queda a todos (ojalá los partidos lo supieran) es que el INE debe ser una instancia que responda única y exclusivamente al interés superior de la ciudadanía. Los consejeros no deben ser correas de transmisión de los partidos, en ningún momento y bajo ningún pretexto. Si los partidos tienen evidencia de cualquier conducta ilegal de algún consejero, deberían promover los recursos que les otorga la Constitución y las leyes, a fin de que se corrija de inmediato. Pero sin afectar a la institución que tantos miles de millones de pesos nos ha costado a los mexicanos (ojo: a los ciudadanos, no a los políticos, que contribuyen más bien poco a sufragar los gastos públicos), en las últimas décadas.
Con tantos problemas que se acumulan en la escena nacional, lo que menos necesita México es una turbulencia electoral y una pérdida de confianza en las autoridades que están organizando las elecciones. Los partidos políticos deberían ser los primeros en entenderlo, si tuvieran algo -aunque fuera un poco- de interés en sacar adelante al país.
@MiguelCarbonell
Investigador del IIJ de la UNAM