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En nombre de Dios

FEDERICO REYES HEROLES

Se llamaba Pratibha, tenía 19 años y vivía en la India. Murió lapidada y estrangulada. Los autores fueron su padre y su hermano. La gran afrenta: pasear con un joven del que se había enamorado. Así violentó el sistema de castas. Ocurrió justo en las horas previas a que París fuera el escenario de una gran protesta contra la violencia, la intolerancia y a favor de las libertades básicas concebidas por Occidente. Pero el mundo se resiste a ese orden único.

En Baga, al noreste de Nigeria, la secta radical Boko Haram arrasa comunidades enteras matando a miles y provoca un éxodo hacia los países vecinos: Níger, Chad y Camerún. ACNUR interviene con auxilio humanitario. Pero la batalla por someter al grupo fundamentalista va mal, sólo Nigeria sigue la persecución ante la retirada de los otros ejércitos. Envalentonado, el líder de Boko Haram amenaza al gobierno de Camerún. Son los radicales contra un estado-nación. Los fanáticos aparecen pertrechados y es inútil preguntar -una vez más- por el origen de las armas. También en Nigeria -en la ciudad de Maiduguri- una niña de diez años entrega su vida convirtiéndose en la portadora de una bomba que estalla en un concurrido mercado, llevándose a la muerte a 20 personas y otro tanto de heridos.

En 2050 la India será la nación más poblada y hoy cuenta con 180 millones de musulmanes. Indonesia (86 % musulmanes) será la cuarta con otros 300 millones, seguida de Pakistán (estado musulmán) en quinto lugar, con una cifra similar y mil mujeres al año asesinadas por "honor". Nigeria será la sexta, con 290 millones (43 % musulmanes). El mundo musulmán crece frente a una Europa empequeñecida, que con 640 millones representará sólo el 7 % de la población mundial. La convivencia será obligada.

Detrás de la dolorosa y muy visible sangre de París está la muy resistente y potente intolerancia que abraza a cientos de millones de personas. Los extremistas no representan a la religión musulmana, como lo dijo Hollande, pero en el mundo la intolerancia goza de cabal salud. Buena parte de ella surge de esa fe y de la versión integrista del estado. Es cuestión de números. En este caso, ser políticamente correcto es mentir. Por supuesto que hay otras fuentes de intolerancia como los neonazis o las "sociedades del odio" en Estados Unidos. Se plantean varios dilemas. Richard Dawkins lo ha advertido: detrás de toda religión se esconde una semilla de intolerancia en tanto que se busca convencer al que vive en el error de la conversión, o en el extremo, aniquilarlo.

Pero Occidente aprendió la lección. La aprendió después de guerras de horror por persecución religiosa: desde las Cruzadas hasta la noche de San Bartolomé, allí en Francia, o la cacería de las brujas de Salem en el "país de las libertades". Se trata de una de las grandes vergüenzas de la humanidad: matar en nombre de Dios. La cirugía mayor consistió en separar a la religión del estado, convirtiendo a este último en el garante de las libertades, la de creencia incluida. Así nació el estado liberal. Eso no ocurrió en los estados integristas. Otro dilema surgió con la expresión "multiculturalismo", con Will Kymlicka a la cabeza. La tesis que parecía sencilla, fue una bomba: en una democracia liberal todo debe caber.

El problema, como muy bien lo apuntó Rafael Rojas (La Razón, 10, 1, 2115), es que los planteamientos teóricos, pero sobre todo los políticos, se polarizaron. De un lado, una derecha xenófoba que abiertamente pelea que no todo debe caber en sus naciones, se reserva el derecho de admisión con criterios raciales o religiosos. En el otro extremo, la posición ultraliberal que incluye a pensadores tan sólidos como Giovanni Sartori, quienes reclaman que todo individuo que pretenda vivir en una democracia, debe aceptar un código mínimo de convivencia. Si quieren entrar debe ceder y acatar. El problema teórico es complejo y apasionante, pero la realidad política es sencilla y cruda: en las últimas décadas, los grupos de derecha xenofóbica y radical han ganado mucha fuerza, en pleno siglo XXI.

Los exitosos atentados de Nueva York, Madrid, Londres, Toulouse, ahora París y muchos otros, alimentan los veneros de intolerancia. De inmediato se vio. Las ideas de restringir la circulación sin visa en los 26 países de la Unión Europea, o de limitar el uso del Internet, aparecieron en horas. El Frente Nacional en Francia; Pergida y Alternativa para Alemania, en ese país; la Liga Norte en Italia, el Partido por la Libertad en Holanda; la UKIP en gran Bretaña, los Demócratas Suecos y otros más. Geert Wilders está siendo procesado por incitar a "limpiar de marroquíes" a Holanda. Farage en Gran Bretaña ha declarado que el multiculturalismo es una "quinta columna" en Occidente.

Del otro lado, también colaboran: "Utilizaremos vuestra democracia para destruir vuestra democracia", Omar Bin Bakri. Por si fuera poco, esa gran esperanza que fue la "Primavera Árabe", se desmorona en lo que El País ha llamado el "ocaso del islamismo institucional". Allá también ganan los radicales. Dolorosa paradoja: restringir libertades en defensa de la libertad. La muerte de nuevo se instala entre nosotros, todo en nombre de Dios.

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